El diseñador argentino Andrés Reisinger lo hizo de nuevo. Durante la Semana de Diseño de Milán cruzó la frontera del espacio digital y envolvió con un telón rosa el nuevo showroom de Moooi, la usina creativa del diseñador Marcel Wanders. La semana que viene estrena en Madrid su primera obra de teatro, un desafío que asume como una búsqueda de espacios de encuentro entre tanto algoritmo.
Por Vivian Urfeig
16.05.2025
Caía la tarde sobre Milán y el argentino que despliega pieles escenográficas por todas las ciudades del planeta estuvo a la altura de la hora mágica. El juego que mejor juega, el “take over” que cubre de tules y sedas rosadas edificios reales o virtuales esta vez envolvió el local que marca el pulso del diseño europeo. En el showroom de Moooi el telón vaporoso que nació en formato 3D se materializó de piso a techo para transformarse en la segunda piel del local que lleva el sello de Marcel Wanders, diseñador e interiorista emblemático de Países Bajos.
Imposible no detenerse a disfrutar esta instalación performática que pone en jaque la escenografía urbana. Reisinger es diseñador gráfico egresado de la FADU-UBA, la plataforma que le dio herramientas para volar alto, se instaló en Barcelona, luego en Madrid y desde entonces, se transformó en el alquimista de las envolturas, en el autor de la silla Hortensia de los miles de pétalos que brilla en cada feria internacional.
La fusión de arte y el diseño, la combinación de algoritmos y sensibilidad propia son su marca registrada. El adn que imprime cada vez que pone el ojo en algún edificio de París, Tokio, Nueva York o Milán, la última de sus intervenciones oníricas. ¿Sueño o realidad? Reisenger juega con este límite, lo exige al máximo, aunque siempre bajo el hilo conductor de los gestos sutiles de la naturaleza y sus formas orgánicas.

Edificios en Amsterdam y Londres intervenidos en versión digital. Foto gentileza Reisinger Studio
Su impronta marcó las colecciones de Gucci y Dior, entre otras, y fue seleccionado como Mejor Diseñador 2023 por AD, la plataforma de contenidos sobre diseño y decoración. También formó parte de la exclusiva lista Forbes Europa 30 Under 30 destacados en la categoría Arte y Cultura (2020). Ahora, a sus 35 años, su búsqueda pone el foco en experiencias que combinen distintas disciplinas.
“Crear es un acto de voluntad y de riesgo. En los momentos de calma, recurro a la naturaleza: sus ritmos son una lección de humildad, me recuerdan que debo soltar”, señala, a una semana del estreno de Anoche en la azotea, su primera obra de teatro. Una novedad dentro de su catálogo de productos vinculados a las experiencias inmersivas. Esta aventura, según confiesa, también es una experiencia: “Está vinculada a las artes escénicas. Aunque mi obra siempre dialogó con este tipo de espacio, nunca antes se había manifestado directamente en ese contexto. El concepto central explora precisamente el acto de dejarse ver: lo que sucede cuando realmente compartimos tiempo y espacio con otros. Me interesa esa dimensión de presencia que parece cada vez más escasa en nuestra era actual, donde la velocidad y la mediación digital transformaron profundamente nuestras formas de encuentro”, reflexiona.
El autor de Unclassifiable, un libro de edición limitada y hechura artesanal, trabajó junto a Lourdes Hernández, cantante, compositora, performer y artista madrileña conocida como Russian Red. La semana que viene, el teatro Réplika, en Moncloa (Madrid) será testigo de la metáfora: “La azotea funciona como el lugar liminal: dentro de la ciudad, pero ofreciendo otra perspectiva. Es una invitación a desacelerar, a habitar un espacio común donde la atención se profundiza y la presencia física compartida genera una experiencia irrepetible en lo virtual".

Teatro: el debut de Andrés Reisinger en la obra “Anoche en la Azotea”, junto a Lourdes Hernández, que se estrenó esta semana en Madrid. Foto gentileza Reisinger Studio
Anoche en la Azotea parte de un relato en el que alguien cuenta historias para no desaparecer. Sin embargo, la línea entre lo autobiográfico y lo imaginario se desdibuja constantemente. La puesta en escena sumerge al espectador en un “verano de deseos guardados, amores que se transforman y recuerdos que mutan como un sueño en constante reconstrucción”.
"Conocí a Lourdes en 2024. Llegó con una idea para una obra y algo en mí la vio diferente, como cuando mirás un objeto familiar desde un ángulo nuevo y descubrís algo que siempre estuvo ahí pero nunca habías notado”, señala el diseñador. Desacelerar es el verbo que conjuga cuando la pregunta que sigue lo lleva por unos instantes de vuelta a Milán.
¿Cuál es tu percepción sobre lo que generó la instalación en Moooi?
Resultó un diálogo fascinante entre diferentes aproximaciones al diseño contemporáneo. Lo que más valoro es cómo habilitó que ideas y sensibilidades de distintos contextos se transformaran mutuamente. La instalación generó una respuesta que me sorprendió por su inmediatez. Noté una curiosidad genuina no solo por los aspectos visuales de la pieza, sino por la reflexión sobre cómo habitamos los espacios, cómo los materiales pueden transformar nuestra percepción y expectativas.
¿Cómo definirías el vínculo entre tus raíces argentinas y las de esta firma de Países Bajos?
Entre mis raíces argentinas y Moooi se trama un diálogo de sensibilidades aparentemente distantes que encuentran puntos de resonancia inesperados. De Argentina tengo esa particular mezcla de melancolía y vitalidad, cierta aproximación poética a lo cotidiano que se nutre de la tradición rioplatense. Moooi aporta una audacia experimental arraigada en una sólida tradición de diseño, esa capacidad neerlandesa para encontrar lo extraordinario en lo ordinario.
¿Cómo son los intercambios con Marcel Wanders?
A pura curiosidad mutua y respeto por nuestras aproximaciones diferentes al diseño. Lo que más le llama la atención de mi trabajo es cómo integro lo digital y lo físico, no como mundos separados, sino como diferentes manifestaciones del mismo impulso creativo. Y cómo esta fluidez permite crear objetos y espacios que existen simultáneamente en múltiples realidades. La respuesta emocional de mis piezas, aparentemente simples, también le interesan porque van en sintonía con la filosofía de Moooi, de sorprender y provocar.

Reisinger es un gran lector de filosofía y poesía argentina contemporánea, sus autores favoritos: Mariana Souzzi y Patricio Foglia. Dubai a puro rosa. “Hacer tangible lo intangible, volver extraordinario lo familiar” dice. Foto gentileza Reisinger Studio
¿Seguís interesado en la filosofía?
Claro que sí... sigo estudiando a Bresson, entrándole a Valéry, Miguel de Unamuno y Rilke: cada uno aportando perspectivas que resuenan con mi trabajo entre lo material y lo conceptual. Pero sobre todo estoy fanatizado por los poetas argentinos contemporáneos: Mariana Suozzo y Patricio Foglia, reveladores. Mariana tiene esa capacidad de capturar momentos de percepción que normalmente escaparían a la atención. Patricio logra una densidad emotiva a través de imágenes aparentemente simples que siguen resonando mucho después de la lectura. Ambos consiguen exactamente lo que busco en mi trabajo: hacer tangible lo intangible, volver extraordinario lo familiar.
¿Cómo te impactaron las consignas del Salón del Mueble, “Diseñar para Humanos” y la del SaloneSatellite “Nueva Artesanía para un Mundo Nuevo”? ¿Qué reflexión te generan en cuanto a articular las nuevas tecnologías y la IA con el diseño actual?
Plantearon preguntas fundamentales en un momento donde la relación entre tecnología y experiencia humana están en plena redefinición. “Diseñar para humanos” parece una obviedad, pero en realidad nos invita a reconsiderar qué significa ser humano en un contexto cada vez más mediado por. La IA y las nuevas tecnologías son más interesantes cuando no buscan reemplazar procesos humanos, sino cuando revelan nuevas posibilidades de percepción y creación. Lo verdaderamente valioso surge cuando estas herramientas no intentan eliminar la fricción de la experiencia humana, sino que la transforman en algo más consciente, más atento.
La “Nueva Artesanía” que me interesa es aquella que no opone lo digital a lo manual, sino que reconoce cómo ambos procesos pueden informarse mutuamente. Los algoritmos tienen sus propias materialidades, sus propias resistencias; el diseñador contemporáneo trabaja con estas propiedades como el artesano tradicional trabaja con la madera o el metal.
El rosa es protagonista de tu trabajo, ¿Con qué tiene que ver esta elección y cómo varía a lo largo del tiempo?
Tiene esa cualidad única de ser simultáneamente suave y vibrante, cálido y ligeramente artificial. Está en el umbral que me interpela: entre lo natural y lo fabricado, lo íntimo y lo escenográfico. Surgió de manera intuitiva, atraído por cómo transforma inmediatamente la percepción de un espacio u objeto. Con el tiempo, exploré diferentes tonalidades y aplicaciones, desde rosas más saturados y eléctricos que generan cierta tensión visual hasta tonos más tenues, que crean atmósferas de calma contemplativa.
Lo que permanece constante es mi interés por cómo este color altera nuestra relación con lo que vemos. Hay algo en el rosa que evoca una cierta temporalidad, como si perteneciera simultáneamente al pasado y al futuro: tiene ambigüedad temporal.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Estoy explorando formas más profundas de integrar experiencias físicas y digitales, no como mundos paralelos sino como dimensiones complementarias de la misma realidad. Uno involucra espacios que responden y evolucionan con quienes los habitan, creando un diálogo entre la arquitectura, la tecnología y la presencia humana. Me interesa cómo un mueble o un elemento arquitectónico puede activar recuerdos, evocar sensaciones o invitar a formas de interacción que fuimos perdiendo en nuestro mundo cada vez más mediado por pantallas. Sigo explorando esos umbrales, esos momentos donde la realidad parece revelar posibilidades que normalmente no percibimos.
Foto de portada: El nuevo showroom de Moooi en versión Take Over de Andrés Reisinger, que envolvió la fachada para subrayar la experiencia inmersiva. Foto gentileza Reisinger Studio