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De Cannes a la trascendencia: películas que viste y (quizás) no sabías que habían ganado la Palma de Oro

Mayo se viste de gala porque, bien lo sabe, hay Festival de Cannes. Desde el martes desfilan en la Riviera operaprimistas y expertos, cineastas europeos y asiáticos, estrellas del mainstream y del indie. El proyector se encendió con Michel Hazanavicius y se apagará, como lo hizo desde 1955, con un director o directora levantando la planta más sólida y prestigiosa del mundo del cine.

Por Nicolás Mancini

20.05.2022

Pocos realizadores sintieron el peso de la joya que diseñó por primera vez Lucienne Lazon. En realidad, pocas mujeres: solo dos. La copa, rediseñada varias veces e incluso entregada por honor, no está enamorada de Brasil o de Alemania, como en el fútbol. Estados Unidos lidera la tabla ahí nomás de Italia (buena en los dos deportes), Reino Unido y Francia, el local.

¿Qué película se le viene a la mente al espectador promedio cuando oye mencionar “Palma de oro”? Algunas respuestas vagas podrían ser Roma, ciudad abierta; Apocalypse Now; Paris, Texas o Blow Up. Todas, por cierto, ganadoras del gran premio del festival. La cuestión depende de la percepción de cada quien, pero lo más probable es que el cinéfilo asocie este galardón con clásicos de las nuevas olas, si vale el oxímoron. El significante está fuertemente arraigado a cierto tipo de cine ligado al comúnmente llamado cine de arte y excluye de su significado títulos como los que serán refrescados a continuación.

La historia del premio tiene más vaivenes que la Liga Profesional de Fútbol argentina. En resumidas cuentas, el Festival de Cannes, que debutó en 1939, recién entregó su primera palma en 1955. El receptor fue Delbert Mann, quien, junto a Bong Joon-Ho, es uno de los dos cineastas que ganaron Cannes y el Oscar mayor.

Desde la Marty de Mann hasta 1964 hubo palmas (no, no es un chiste sobre los largos aplausos que suele haber en las proyecciones del festival). Desde aquel año hasta 1974, Cannes entregó el Grand Prix, premio que ya había otorgado antes del ‘55 y que valía lo mismo que la palma que hoy conocemos. Desde 1975, el premio retornó a su programación habitual y fue entregado casi sin interrupciones hasta, por lo menos, este año. Entonces, las películas que encuentran lugar en este artículo corresponden a las Palma de oro y no a los Grand Prix. Se solicitan disculpas por este pequeño trabalenguas.

El sueño húmedo de la mayoría de los redactores es que el lector llegue al final de su artículo habiendo leído su escrito sin saltearse nada. Por eso, este festival del festival comienza de atrás hacia adelante.

Las olvidadas

Una olvidada con palma es la película que ganó el primer premio de Cannes pero nadie se acuerda. No confundir con el efecto Mandela. Las olvidadas son como esos personajes o espacios que creemos que existen pero si lo pensamos bien nos entran dudas. El fantasma de Kiev y Groenlandia son dos buenos ejemplos.

¿Alguien recuerda Dheepan, de Jacques Audiard? ¿Alguien recomendó Winter Sleep alguna vez? ¿Y El árbol de los zuecos? Seguramente La cinta blanca nunca nadie en su vida. Hay que ser un poco mala persona para recomendar La cinta blanca (aunque el profesor que le sugirió efusivamente a la comisión de quien les escribe que la vieran en lugar de El secreto de sus ojos, su némesis, tenía sus argumentos). ¡Ah, eso sí! El que esté libre de El árbol de la vida que tire la primera piedra.

El mundo tiene que agradecerle a Terrence Malick no por El árbol de la vida, sino por haber hecho viajar a Brad Pitt a Cannes. Y no solo por eso: por hacer que subiera a defender su extraña película, la más abucheada del festival. "No sé por qué se acepta que las personas que fabrican cosas en nuestro negocio deben venderlas. No creo que eso vaya con él (Malick). Él quiere concentrarse", intentó justificar Brad en el estrado. Hubo críticos, igualmente, que la definieron como “obra maestra” y su palma, a esta altura, no se la quita nadie…

No es lo mismo el premio que se llevaron Federico Fellini y Luis Buñuel por La dolce vita y Viridiana que el que se alzó Martin Scorsese por Taxi Driver. Taxi Driver, esa película que decora vía graffitis las paredes de las universidades de cine, ganó el premio más prestigioso del mundo de las claquetas. Su trascendencia, su indiscutible inserción en la cultura pop, es el mejor ejemplo de film que supera al premio. Un tópico que compartirá con todos los que le siguen en esta lista.

A Scorsese le salió -casi- todo mal en el Cannes 1976. Taxi Driver fue estrenada en medio de un contexto difícil. Habían descubierto hacía un año una bomba en el Palais des Festivals y su película, básicamente, se refregaba por donde uno ya sabe todo el tema de la violencia. Los espectadores que tuvieron el privilegio de ver el estreno mundial en la Costa Azul abuchearon a Marty y tanto el director como Robert De Niro y Harvey Keitel -vaya trío- permanecieron durante todo el festival encerrados en el Hotel Du Cap. En el medio de su raid, Scorsese se enteró que Tennessee Williams, presidente del jurado de aquel entonces, odiaba su película y básicamente pegó el portazo. Voló a Estados Unidos para seguir con Nueva York, Nueva York. El final de Cannes 1976, se puede decir, fue como el de El sexto sentido.

En la edición número 44 del festival, celebrada en 1991, se dio algo curioso. Los enojados no fueron los espectadores, sino ciertos personajes de la industria y el periodismo. Pocas personas en este mundo pueden negar la excelencia de Barton Fink. Su triunfo está más que justificado. Pero la película de los hermanos Coen era la tercera consecutiva para Estados Unidos y el público local y algunos cineastas se pudrieron.

Roman Polanski lideraba el jurado de aquel entonces y, tanto él como sus nueve laderos, votaron unánimemente por la historia de guionistas de los Coen. No hubo lugar para segundos puestos, algo que no soportó Lars von Trier. El siempre polémico director danés desató toda su furia despotricando contra el festival y su colega polaco: le dijo “enano” en una conferencia de prensa y revoleó un premio menor que había ganado por Europa (tranquilos, su productor lo fue a buscar).

El diario El Mundo trató a los jurados como “desequilibrados e imperialistas” y lanzó: “Es una provocación, la forma incomprensible, injustificada y dictatorial en que el jurado hizo saber que el festival tenía una película que sobresalía por encima de las demás”. Cosas que pasan.

Y hablando de Polanski… Cuando este director todavía era posible se puede decir que supo dejar atrás a medio mundo con El Pianista. Barrió a todos en todos los premios: nada de Paul Thomas Anderson ni Aki Kaurismaki levantando la palma. “Me siento honrado y emocionado de aceptar este premio por una película que representa a Polonia”, tiró Polanski en el estrado. Aún así, fue en los Oscar en donde la titánica obra se antepuso a lo que había sucedido meses atrás en Francia y borró de la memoria de muchos el galardón que había conseguido en la Costa Azul.

En Los Ángeles, Polanski ganó Mejor actor, Mejor director y Mejor guión adaptado y perdió el mayor con Una mente brillante. En aquella ceremonia, el pequeño realizador no subió a recoger el premio porque, como sucede hoy en día, no podía pisar suelo estadounidense debido a su causa por estupro. Con el correr de los años, y ante el avance de movimientos como el #MeToo, en 2018 la Academia de Hollywood decidió expulsarlo del ente. Ubicó su nombre en una lista infame de solo cinco personas en la que conviven monstruos como Harvey Weinsten, Bill Cosby y Adam Kimmel con el pobre Carmine Caridi, el actor de El padrino que lo echaron por prestar DVDs.

Cuando Pulp Fiction ganó la Palma de Oro, una mujer gritó desde un balcón: “¡Kieslowski, Kieslowski! Pulp Fiction es una mierda”. No opinaba lo mismo Clint Eastwood, presidente del jurado de la edición de 1994, quien solo dijo que le dio el título porque se tomó “una decisión democrática”. “La gente pensó que era original”, argumentó el viejo Clint, que seguramente no votó a su idolatra.

Nadie se esperaba que Quentin, quien solo había dirigido Perros de la calle hasta ese momento, se hiciera del mejor premio del cine con una película que había costado 8 millones y medio y la jugaba de callada en el festival. Todo el mundo pensó que ganaría el director polaco con su Trois couleurs: Rouge, pero el estadounidense estaba allí para dar el batacazo. Y no lo hizo en cualquier momento. Fue justo en medio de un contexto contrario al del triunfo de Barton Fink: el festival, que antes había entregado tres premios seguidos a Estados Unidos, ahora reclamaba que el país del Norte no mandaba a los mejores a la cancha cuando viajaba a Cannes. Repitiendo el tópico de El Pianista, la buena experiencia de Pulp Fiction en los Oscar y su afianzamiento en la cultura pop transformaron al reconocimiento francés en una anécdota.

Otro film destinado a clásico que bloqueó con su Oscar y su masividad la Palma de Oro es Parásitos. En 2019, Alejandro González Iñárritu y sus secuaces le otorgaron el mayor premio de Cannes a la comedia negra del Spielberg surcoreano Bong Joon-Ho. No hubo quejas, mucho menos dudas. A diferencia de lo que había sucedido con Pulp Fiction y El Pianista, la película del surcoreano triunfó en plena era de las plataformas, un ítem que contribuye y enfatiza con el diluído poder del premio. Con Netflix, mucha más gente conoce Parásitos y mucha más gente no sabe qué ganó Cannes.

La Palma de Oro como significante está cada vez más desenganchada del significado “trascendencia”. Estas ganadoras comparten tres tópicos importantes que ponen celoso a Cannes: su éxito en los Oscars, su permanencia en el mapa del cinéfilo y su buena recepción en el mainstream. Si un film ganador del festival cumple con alguno de estos tres puntos -y si son los dos mucho mejor- el premio mayor de Cannes parece estar destinado a esfumarse de nuestras memorias. Caso contrario a títulos como The Square y Entre los muros, que uno, ni bien los escucha, piensa: “Ah, ¿la que ganó Cannes, no?”. En medio de estas tres posibilidades, y ya cada vez más lejos en el tiempo, están los mencionados filmes de cine de arte que son recordados por los cinéfilos y las cinéfilas, quizás, por haber ganado “la planta más sólida y prestigiosa”.