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De Copenhague al mundo: este es Mads Mikkelsen

El outsider europeo en Hollywood por excelencia del siglo XXI busca que cada uno de sus proyectos sea visto por el público como una pieza de distinción. Ya actuó en más cantidad de películas que los años en los que trabajó como actor y nada indica que vaya a parar pronto.

Por Nicolás Mancini

19.02.2021

La carrera de Mads Mikkelsen es un espiral y usted se dará cuenta -espero- de solo ojear estos párrafos. “De niño era gimnasta y un coreógrafo vino a vernos. Necesitaba a alguien que se pusiera al fondo para que hiciera saltos, giros y demás. Lo pensé y me di cuenta de que había un montón de chicas lindas y no muchos chicos a su alrededor. Permanecí en aquello durante un tiempo, unos ocho o nueve años”, dijo en una entrevista a Design N Trend quien comenzaría su carrera como actor en el cine danés después de probar suerte en la gimnasia y en la danza. Treinta años más tarde, el intérprete nórdico más conocido del mundo en estos tiempos volvió a Dinamarca tras varias experiencias exitosas -y no tanto- en Hollywood y, lo más importante, volvió a bailar.

Una de las primeras grandes estrellas del cine europeo fue su coterránea Asta Nielsen. Esta actriz se destacó en el cine mudo de las décadas del diez y del veinte y, a diferencia de su colegas de aquellos años, su modo de interpretar se apoyó más en actuaciones faciales retenidas y creadas en función del montaje que en interpretaciones, como se dice en la jerga, algo teatrales. Asta no difiere demasiado de Mads. El outsider europeo en Hollywood por excelencia del siglo XXI persigue en sus trabajos la idea de radicalizar, de que cada uno de sus proyectos sea visto por el público como una pieza de distinción. No es casual que sus espejos cinematográficos sean Buster Keaton y Bruce Lee, dos tipos que hacían un poquito más con sus caras de piedra, y su película favorita “por lejos” sea Taxi Driver. Mikkelsen puede ser tanto un cowboy en The Salvation (Kristian Levring, 2014) como un caníbal en Hannibal (2013-2015) o un médico del siglo XVIII que su impronta, sostenida en una imponente presencia y una habilidad para contar con poco, siempre estará presente.

Quizás, con su idea de radicalizar como bandera, Mikkelsen actuó en más cantidad de largometrajes que los años en los que trabajó como actor. Primero, el diminuto copenhagués apostó por la gimnasia y luego se volcó al baile, profesión que entrenó y ejerció hasta el ‘96, cuando debutó como actor. Antes de participar en la película que los haría famosos a él y al director Nicolas Winding Refn -otro referente nórdico de la escena-, Mads encontró su vocación por el baile; se mudó a Suecia para estudiar en una escuela mejor; conoció entre jetés y relevés a Hanne Jacobsen, su esposa coreógrafa; dejó el ballet a los 27 y encontró, casi sin previo aviso, trabajo detrás de las cámaras.

Mikkelsen como el Hannibal Lecter en la serie Hannibal, que contó con tres temporadas entre 2013 y 2015.

El tándem Mikkelsen-Winding Refn es tan curioso como relevante respecto a la posición de Dinamarca en el cine contemporáneo estadounidense. Mads debutó como actor siendo un hombre de 31 años en la ópera prima de uno de los tipos más peculiares del ambiente cinematográfico, un tipo que llegaría a la cúspide de su carrera con Drive (2011) y a la cúspide de su delirio -esperemos que no- con The Neon Demon (2016). En la trilogía dirigida por Winding Refn, Pusher (1996), Mikkelsen hizo de Tonny, un narcotraficante y, según él, llegó a uno de los puntos más altos de su carrera como intérprete en la segunda parte de la historia. Cuando en The Art Desk le preguntaron cómo es su relación con Nicolas, con quien también trabajó en Bleeder (1999) y Valhalla Rising (2009), Mikkelsen expuso los caracteres de ambos: “Es interesante, empezamos juntos pero somos personas muy, muy diferentes. Literalmente, solo puede hablar de cine. Y rara vez hablo de cine, me encantan los deportes y él no tiene ningún interés en los deportes. Entonces, en términos de ser amigos, no dirías que tenemos intereses mutuos. Pero como amigos que trabajan, es algo muy diferente. Me encuentro como su traductor, estoy traduciendo lo que él tiene en la cabeza y le gusta la forma en que lo hago, así que ha sido una colaboración exitosa. Es muy radical en la forma en que trabaja, pero nunca te presionará para que hagas algo que no quieras; puedes decir ‘no, esto me parece estúpido o pretencioso’ y encuentras una solución”.

Tras hacerse un nombre aún más preponderante en tierras nórdicas al protagonizar la serie policial Rejseholdet (2000-2004) y actuar en Después de la boda (2007), uno de los éxitos de Sussane Bier, el héroe de esta historia marcó un checkpoint en su carrera: llegó a Hollywood. A esta etapa de su espiral la denominaré humildemente como “pre-consagratoria”, teniendo en cuenta que aplica a sus movimientos laborales a lo taumátropo entre Europa y Estados Unidos. Su primera película en la fábrica de sueños fue en la infravalorada The king Arthur (Antoine Fuqua, 2004), en donde interpretó a Tristán, un personaje pequeño pero hipnótico que solo con su solitaria presencia, su devoción por su ave y su heroica aparición en el desenlace bastó para convencernos de que quien estaba detrás de esa careta llena de barba era un sapo de otro pozo. Su irregular carrera pre-consagratoria en Estados Unidos encontró otro punto alto con su participación en su primera gran franquicia: hizo del villano Le Chiffre en Casino Royale (Martin Campbell, 2006), una de las mejores películas del nuevo James Bond, y su porte como villano compró a los pesos pesados de la industria.

Mikkelsen como Le Chiffre, villano de Casino Royale de la saga de James Bond protagonizada por Daniel Craig.

De la “pre-consagratoria” saltamos a la nomenclatura obvia de su próxima etapa: la “consagratoria”. En el 2012 y en un intento de reencontrarse con sus orígenes, Mikkelsen estrenó dos películas danesas de excelencia. Una fue A royal affair (Nikolaj Arcel, 2013), que conjugó el estilo europeo con el estadounidense y ofreció un culebrón de época que le habrá hecho abrir los ojos a casi cualquier fanático o fanática de Joe Wright; la otra fue la que hizo su cara conocida no solo en su país de origen sino en el mundo entero. Su estilo de contar con poco alcanzó su punto de excelencia en La cacería (2013), de Thomas Vinterberg, uno de los líderes del famoso Dogma 95. El vía crucis de Lucas, un profesor al que un niño lo acusa falsamente de abuso sexual, lo llevó a quedarse con el premio a Mejor Actor en el festival de Cannes. Como buen espiral, una etapa que aún no cuenta con nombre lo volvería a reencontrar con Vinterberg y juntos, al igual que lo hizo con Winding Refn, abrazarían el éxito al mismo tiempo.

“Si solo estuviera lidiando con dramas oscuros y profundos, constantemente, estaría harto de eso. Si solo estuviera corriendo con sandalias y una espada, estaría harto de eso. Pero pasar de uno a otro es simplemente energizante”, le dijo a The Art Desk. La “consagratoria” del danés continuó con una versión recargada que incluyó fanáticos. Al año siguiente de La cacería fue el protagonista de la serie Hannibal y, aunque fue cancelada por resultados dudosos, su rol en esa ficción hizo que su nombre pasara a estar en boca de cientos de miles de seriéfilos y seriéfilas que quedaron cautivados con su elegante Lecter al punto de olvidarse de que antes el mismo personaje fue interpretado por un tal Anthony Hopkins. Como si fuera uno de esos tenistas -por cierto, su deporte preferido- que ganan el primer set con lo justo y después en los siguientes empiezan a mostrar golpes de lujo, Mads fue telefoneado por aquellos pesos pesados que lo recordaron de Le Chiffre para que formase parte de otras de las dos franquicias más importantes del momento: la de Star Wars, en un pequeño rol como Galen Erso en Rogue One (Gareth Edwards, 2016), y la del Marvel Cinematic Universe, en su papel de villano en Doctor Strange (Scott Derrickson, 2016). Obviamente, aceptó. Esto, obvio, sin contar que también será Gellert Grindelwald en reemplazo de Johnny Depp en la siguiente película de Animales Fantásticos, la cuarta franquicia importante de su álbum.

Sería digno cerrar esta nota como lo hace Druk (Thomas Vinterberg, 2020), la película que lo puso nuevamente en la mira de los grandes festivales, pero resulta complicado. El cúmulo de éxitos de Mikkelsen llegó a un nuevo borgeano escalón con su aparición en el reciente videojuego del artista del mundo gamer Hideo Kojima y en su reencuentro con Vinterberg, el director que lo llevó al reconocimiento mundial con La cacería, en una propuesta que puso a prueba sus límites con el alcohol. Pero en esta cinta, nominada en la categoría de Mejor Película Extranjera en casi todas las premiaciones de 2021, Mads no solo se reencontró con el éxito fuera de Estados Unidos y con el director de La celebración (1999), sino que también con el baile, una de sus primeras pasiones. El renovado espiral de su obra incluyó uno de los aspectos más destacados de su otro recorrido por el arte y su juventud, lo que convierte la carrera de este actor en un elemento que podría ser parte del Aleph. Si estás al día con las posibles nominadas al Oscar y viste Druk, no dudes en buscar en internet el video “Mads Mikkelsen can can”.