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Denis Villeneuve: de la irreverencia a la conquista de la gran masa

¿Cómo logró Arrival, una película sobre el lenguaje protagonizada por alienígenas y una lingüista, encantar tanto a la crítica como al público? A pocos meses de estrenar Dune, su décimo largometraje, repasamos la carrera del director canadiense, figura clave del cine de ciencia ficción en la actualidad.

Por Nicolás Mancini

16.09.2020

Blade Runner 2049, Arrival, Sicario, Prisoners, Enemy, Incendies, Polytechnique, Maelstrom, Un 32 août sur terre. El trabajo del canadiense Denis Villeneuve, responsable de todos esos títulos, comprueba que en la industria hollywoodense hay películas que se pueden rodar con ciertas libertades y que cuando estas se hacen ver le otorgan al o a la responsable unos puntos más de hándicap. Atendiendo a la consigna algo aventurera de historizar un proceso que sigue avanzando y por ende cambiando, se podría afirmar que en la obra de Villeneuve se vislumbran dos etapas: una hasta Enemy (2013) y otra desde Prisoners (2013), su bienvenida a Hollywood y a la búsqueda de la conquista del público masivo y el cinéfilo. Pero a meses de estrenar Dune, adaptación de la novela homónima de Frank Herbert de 1965, su filmografía se puede fraccionar aún más en relación a su incursión en la ciencia ficción. Quizás con Alex Garland como exponente del polo más indie, es atinado afirmar que Villeneuve, a base de algunos aspectos que serán mencionados en las próximas líneas, se hizo un lugar en la cumbre del género relativamente mainstream de los 5 años que pasaron.

Pasó de maravillarse con 2001: Odisea en el espacio y Encuentros cercanos del tercer tipo a estrenar con algunos meses de diferencia Arrival (2016) y Blade Runner 2049 (2017); de ser un estudiante tímido que se refugiaba en la ciencia ficción a esperar dieciocho años de carrera para dirigir su primera película del género. ¿Por qué tardó tanto? Él mismo lo explicó en una entrevista para The Verge: “Soñaba con hacer ciencia ficción, no bromeo, desde que tenía 12 años. Me criaron con eso, pero esperaba encontrar la historia adecuada para contar, porque es un género difícil y hay muchos clichés”. El Hollywood que Villeneuve critica es un poco el que prácticamente lo hizo una superestrella. Lo cierto es que, salvando el punto de los espectáculos cargados de efectos especiales, la filmografía hollywoodense del director, críticas más críticas menos, se aleja del cine “predecible”, “conservador” y, el redactor se atrevería a afirmar, “sin alma”.

Harrison Ford y Villeneuve durante el rodaje de Blade Runner 2049.

Blade Runner: 2049 y Arrival ubicaron su nombre en las grandes cumbres de los films de ciencia ficción de los últimos cinco años. Fusionando poderes, la crítica y el cinéfilo avalaron con creces sus últimos trabajos, aunque no tan así la gran masa. La crítica internacional compartió algunas frases hechas sobre la película y parece haberse puesto de acuerdo en que Arrival, su primera incursión en el género de ciencia ficción, es ingeniosa, visualmente impresionante, onírica y muy humana. Puede resultar entendible que los grandes bastiones de las letras cinematográficas quedaran atrapados por una historia sobre el lenguaje protagonizada por unas naves alienígenas con forma de monolito y una lingüista, pero... ¿por qué el público llenó más salas de las que esperaban para ver esta historia alejada de los cánones hollywoodenses, aunque vendida como si cumpliera con ellos? Una de las tantas ideas sobre esto podría llevarnos a que quizás, y probablemente sin que lo supieran de antemano, varios fieles del género venían embalados con la aparición de una superproducción como Interstellar (Christopher Nolan, 2014) y a la vez unos tantos otros, provenientes de la rama cinéfila más exquisita, esperaban hace rato la contrapartida de este film vaciada de los componentes “industriales” que venían ofreciendo monopólicamente hace rato películas como esa. El nada apabullante éxito del film de Villeneuve se puede ver en los pocos números al alcance de todos a los que se puede llegar en una cuestión así: Arrival fue una producción de aproximadamente 47 millones, ganó 201 y obtuvo 8 nominaciones al Oscar.

La gran masa no acompañó a Villeneuve como él quiso porque su segundo intento en el género se dio con Blade Runner 2049, un film que cargó con el peso de ser la secuela de un clásico de culto. Es que siguiendo esta línea podrían haber pensado tranquilamente que la recaudación iba a seguir los mismos pasos que su predecesora: si la película de 1982 de Ridley Scott fue un fracaso de taquilla, ¿por qué su secuela sería un éxito? El peso de Villeneuve y el boom que había logrado con Arrival, su película más taquillera hasta ese entonces, podría contribuir... pero con un público muy específico. Al igual que su film anterior, Blade Runner 2049 fue abrazada por la crítica norteamericana, a tal punto que hablaron de “clásico instantáneo” y “elevación del cine mainstream”. Los números más cinéfilos hablaron por sí solos y la revista Empire la ubicó entre las 100 mejores películas del siglo (puesto número 45). Pero con la gran masa el resultado fue otro y el envión de Villeneuve ante la conquista del público masivo no fue el esperado. Si el canadiense fuera un garrochista, en este salto llegó a pasar por encima de la vara, pero al final la tocó y la volteó. Gastó 150 y ganó 259, muy por debajo de lo estimado, logrando una diferencia similar a la del clásico del ‘82, que gastó 28 y recaudó casi 34. “Creo que quizá el universo no era suficientemente familiar para la gente. Y el hecho de que la película dure 2 horas y 44 minutos... No sé. Todavía es un misterio para mí. Yo hago películas, no las vendo”, expresó Villeneuve un poco mintiéndose a si mismo si se recuerda que él recortó todo indicio de trama de los trailers e hizo que los actores y actrices no contarán absolutamente nada sobre la historia en las entrevistas previas. Scott fue por la misma línea: “Es muy lenta. Todo sucede muy lento y es largo, demasiado largo. Me sobraba media hora en ese metraje“.

El propio Villeneuve afirmó que tuvo libertades a la hora de encarar un proyecto como el de Blade Runner, pero que es consciente de que no debe hacer una película basada en un capricho. Esto queda claro cuando sostiene que pensó una Arrival “más abstracta”, pero que modificó porque, básicamente, no la iba a entender nadie. ¿Cuáles son las libertades que se pueden apreciar en sus imágenes? Salvando las distancias, ya que se trata de un recorrido algo apresurado, ¿es posible encontrar intervenciones silenciosas en sus films atravesados por los estudios?

Por más que Blade Runner 2049, por ejemplo, esté atada a un mundo ya existente, Agent K (Ryan Gosling) comparte características y motivaciones con todos los protagonistas de la filmografía de Villeneuve. En general, los personajes, al igual que K, se preguntan por su existencia y tienen problemas basados en la confusión o en la crisis de identidad. Así como las tramas de Polytechnique, Incendies, Prisoners, Enemy, Arrival y Sicario son bien distintas entre sí, el trasfondo que recorre el director en su obra es esencialmente el mismo. Por ejemplo, Jake Gyllenhaal, en Enemy, encuentra a un doble suyo y ambos se mimetizan y Benicio Del Toro, en Sicario, se independiza del eje central de las acciones para perseguir un tema personal. Los protagonistas de Villeneuve están marcados por una fuerte decisión que tiene que ver con algún episodio referido a su pasado. De todos da a conocer su costado más íntimo: el espectador sabe y, lo más importante en este aspecto, hasta puede imaginarse tiempo antes cuáles son o serán sus temores y sus sueños y, por lo tanto, inducir, habiendo visto algunos minutos de películas, los caminos que toman o tomarán respecto a lo que persiguen.

Ryan Gosling y Ana de Armas en Blade Runner 2049. 

Así como Ricardo Piglia afirma que cada cuento clásico posee dos historias y “el arte del cuentista está en cifrar la historia 2 en los intersticios de la historia 1”, el canadiense encontró -o buscó- guiones que en cierto modo esconden un relato secreto. En la filmografía de Villeneuve hay una constante insistencia en el trabajo con capas. Este tratamiento deriva en desenlaces que tienden a lo chocante, al efectismo y que, en mayor o menor medida, convencen y hasta le aportan nuevos sentidos al relato. Los caminos personales de Louise (Amy Adams) en Arrival, Alejandro (Benicio del Toro) en Sicario o Agent K en Blade Runner 2049 corren paralelamente a la línea que cumple con las normas del género y hacia los minutos finales el estrictamente vinculado al protagonista, a grandes rasgos, eclipsa al convencional.

Las películas de corte industrial de Villeneuve emanan una sensación de tensión entre recursos cinematográficos clásicos y algunos que repite en sus propios films. Esto, que resulta difícil de explicar ya que se trata de una pulsión cinematográfica subjetiva, se puede llegar a ejemplificar en una escena de Sicario en la cual una vulgarmente llamada “toma drone”, de esas que reinan en películas originales de Netflix, se mueve sinuosamente al compás de un leitmotiv anempático. Esta sensación de convivencia entre lo estrictamente formal del género o del lenguaje clásico y el recurso chocante suele aparecer en la mayoría de sus films.

Ver una película de Villeneuve garantiza por lo menos tres planos que impactan desde lo plástico. Como aspecto englobante y en relación al color, Villeneuve dota a cada una de sus películas post-Incendies de un tono muy específico: en Prisoners el negro, Enemy el amarillo, Sicario el naranja, Arrival el azul, Blade Runner 2049 el rojo. Hay una fuerte aparición de cuadros, sobre todo en Arrival y Blade Runner, donde lo plástico es muy relevante y convive al mismo nivel con lo narrativo. En la mayoría de sus films estos planos impactantes están relacionados a los planos generales, conjunto y enteros que siempre presentan pocos componentes, una sensación de difuminación y son modificados sin corte por algún recurso del espacio (el sol que se pone en Sicario, las luces de la disco en BR). “Hay una híperestetización del cuadro, pero con espacios no barrocos”, opina Pablo Manzotti, periodista especializado en cine y televisión.

Manzotti también coincide en que Villeneuve “no te da nada servido” y es así como el espectador debe poner mucho de lo suyo. En este sentido, traza una comparación con David Fincher y Robert Eggers (The Witch y The Lighthouse), un director de una generación anterior a la de Villeneuve y otro que recién está sacando a relucir sus primeras armas. “Hay una relación en esto de ir a los géneros y hacer algo en el mainstream con fuerte marca autoral y defender esa obra. En Fincher está más clara esta química con lo popular. Seven no dejó de ser un éxito de taquilla. No me imagino eso en el cine de Villeneuve, lo cual no lo hace a uno mejor que el otro”, explica. También sugiere que el hecho de que Villeneuve sea canadiense es muy importante, ya que su cine está influido en cierta parte, además de por las películas norteamericanas, por una escuela francesa un poco más pretenciosa.

Quiérase o no, el nombre Denis Villeneuve es parte, no determinante pero sí relevante, de una pequeña porción de la vasta historia de Hollywood. Se trata de un director que, al priorizar muchas veces la mirada del público masivo frente a su costado autoral aunque sin renegar ni esconder a este del todo, se ha ganado un aval: obtuvo a lo largo de su carrera cierto acuerdo en relación a sus trabajos de parte de la crítica internacional y del público cinéfilo y está en búsqueda, en sus propias palabras, de la aceptación masiva. Pensando en títulos, su carrera está en un ascenso bien marcado. Recorrió géneros y se asentó en la ciencia ficción en solo tres saltos agigantados, alcanzando la meca del mismo, salga bien o no, en un proyecto tan difícil como Dune. ¿Qué vendrá después de esta titánica producción? Difícil saberlo, pero fuera cual fuera el resultado, y por más que este resulte un box office bomb al mejor estilo Heaven's Gate, siempre quedará Villeneuve.

Foto de portada: Timothée Chalamet en Dune