Portrait

Edgardo Giménez: retrato de un artista feliz

El rey del arte pop, o el niño mimado del pop porteño, el nunca depresivo y siempre riente artista que desmiente al sufrimiento como condición de genialidad, nació en Santa Fe, se mudó a Buenos Aires y expuso por primera vez a los nueve años en una ferretería de Caballito. Casi nada le faltó hacer, pero el deseo de hacer parece seguir intacto. Con ustedes, y bajo los reflectores de la felicidad: Edgardo Giménez 

Por Paula Jiménez España

16.10.2024

Pasado el momento de presentarnos con nuestros apellidos homónimos (la coincidencia de Giménez y Jiménez le causa mucha gracia), Edgardo pide a su asistente acercarnos un ejemplar de No habrá ninguno igual. Va a regalarme el impresionante catálogo de sus obras, cuyo nombre revierte al masculino el tango de Manzi y donde se lo ve muy joven, montando al lomo de una enorme pantera negra sobre la tapa verde y brillantísima. El libro fue editado por el Malba, ISLAA y Fundación IDA con edición de Juan Ruades en 2023, en ocasión de la exposición antológica de este artista de purísima cepa, diseñador, arquitecto sin título, académico solapado bajo una productividad pop de gran alcance que ha adquirido las formas más diversas. Las innumerables muestras de sus talentos, que fueron compiladas a lo largo de estas 400 páginas con prólogo de María José Herrera, atisban una dimensión de todo lo hecho a lo largo de sus más de ochenta años de vida.

“Vivir sin humor esa es la auténtica tragedia” una de las frase icónicas de Edgardo Giménez. Gentileza María Calcaterra  

Sentados los dos a la mesa de su propia galería de arte en la calle Pagano, Edgardo dice con mucha decisión: “Esto es de lo que me interesa hablar: de los verdaderos artistas. De los que tienen la capacidad de inventar algo que no aprendieron en ninguna academia, porque la imaginación no se aprende en una academia. La imaginación la llevas puesta. En un lugar te pueden enseñar técnicas de cómo hacer esto o lo otro, pero no las ideas. Las ideas tienen que ser propias del artista. Un artista precisa imaginación propia, o sea, aunque haya de repente un detonante fuera de ese lugar, nunca ese detonante es una institución. Las instituciones encuadran y no te dejan salir, en cambio el artista verdadero es libre y va inventando su propio destino y su propia imaginería”.

Está hablando de sí mismo, no hay dudas. Libre, imaginativo, arriesgado, desarrollador de una singularidad estética que lo distinguió en todas las épocas desde sus comienzos, cuando tenía nueve años. Edgardo es la definición del arte hecho persona.

Confieso que después de escucharlo, no sé cómo pasar de su declaración de principios a la propuesta que traía para nuestra charla, pero lo hago: un ping pong discursivo con el que lo invitaré a reflexionar sobre esas frases célebres que suele lanzar como golpes de efecto en cada interview. Dice que sí y rápidamente se empieza a tejer una entrevista que tiene forma propia, mezcla de repechaje y charla íntima, un diálogo salpicado de risas, carcajadas a veces, y disquisiciones sobre el arte verdadero.

Recreación de la escenografía de “Los neuróticos” de Héctor Olivera, exhibida en el Malba. “Yo hacía elementos donde los actores podían jugar”, comenta Edgardo. Gentileza María Calcaterra. 

Entre la familiaridad que me ofrece y la admiración que me despierta, empiezo por arrojarle su primera frase:

“Qué el arte muestre lo bien que podemos llegar a estar”...

¡Ah, sí, seguro! El arte te descorre las cortinas del más allá y vos podés ir transitando por todo eso gracias a ese estímulo que es el hecho artístico. Es un refugio importante para el que capta eso en esencia.

¿Qué puede hacer por nosotros el arte en un momento planetario como este? 

Yo pienso que el arte es un hecho apolítico. Lo político está muy desvirtuado. Creo que el arte va por otro lado. Lo político está tan desvalorizado mundialmente que fíjate cómo está el mundo ahora. ¡Y se supone que la gente que maneja el planeta es mejor! Pero no es un problema local, es un problema mundial. El arte puede mostrarte otras salidas.

Otra frase, Edgardo: “El verdadero arte es el que no te deja ileso”. 

El verdadero artista es el que te conmueve y te sacude. Te agarra. Cuando vos vas a una inauguración y en la galería están todas las personas dándole la espalda a la exposición, significa que está ausente de arte. El arte te atrapa por entero. Yo he tenido la gran fortuna de trabajar con gente muy genial cómo fue Jorge Romero Brest. Él decía que no importa el buen gusto o el mal gusto, lo más grave es no tener gusto. Fue un tipo muchas veces imitado, pero nunca igualado.

Las imitaciones alejan…

Exactamente. Él creó una institución como el Di Tella, y en un país donde todo se olvida como el nuestro, que el Di Tella siga estando presente como un hito cultural, significa que fue de verdad. Es como yo le dije una vez a Guido (Di Tella), como no exista otro Guido u otro Romero Brest, ustedes van a ser como Gardel: cada día van a cantar mejor.

No tuvieron sucesores… 

No. La gente confunde la cosa económica con la imaginación y es al revés. Si vos tenés imaginación con plata podés hacer que esa imaginación se haga visible, pero la plata sola no crea nada.

Vista de la exposición “No habrá ninguno igual”, en el Malba. Gentileza María Calcaterra. 

¿Cómo conociste a Romero Brest? 

Lo conocí porque él me pidió que lo ayudara con respecto a una mudanza. Lo acompañé y le dije: Mire me parece que este cambio no es bueno, me gusta el jardín que tiene en la planta baja, pero le van a tirar al jardín todas las cosas que no sirvan. Así que yo le aconsejaría que cambie su casa. Y entonces me preguntó quién podía hacerle eso, le respondí que yo, sin ser arquitecto, como tampoco lo fue Le Corbusier.

Dijiste una vez: “la solemnidad está totalmente pasada de moda”...

(Risas) Sí! Totalmente. Yo pienso que nunca sirvió la solemnidad. La historia del arte está hecha por grandes artistas que optaron por la libertad. Inclusive los artistas que en otras épocas hicieron arte religioso, ese arte excedió el tema. Todas las cosas de Miguel Angel son increíbles, extraordinariamente movilizadoras. Eso es lo importante.

Hay una anécdota tuya sobre este dicho: “Acá no creemos en Dios, gracias a Dios”...

Eso se lo dijeron a mi mamá. Mi mamá salía a predicar y le decía a la gente “vengo a hablarle sobre los propósitos de Dios”, hasta que un día le contestaron eso (risas). Es genial.

“Desde los siete años soy rey de mi ficción”, dijiste. ¿Qué te pasó a esa edad?

A los siete empecé a tomar una conciencia real y a mis nueve hice mi primera exposición en una ferretería. Yo vivía en Caballito, en la calle Puán, esquina Directorio. Me encargaron que hiciera una vidriera sobre un insecticida porque el ferretero veía que yo tenía aptitudes. Entonces hice un rosal en medio de la vidriera y forré todo con papel crepé, hice unas hormigas chiquitas con patitas de alambre que subían por un lado y bajaban por el otro con pedacitos de pétalos de rosas. A las doñas que pasaban les encantó. Esa cosa de que algo que uno hace estimula, llama la atención a la gente, que se detiene y lo aprecia, esa es la función del arte. Yo soy santafesino. Nos vinimos acá a mis siete años. Y se me abrieron cantidades de puertas, pero a raíz de que era un tipo muy imaginativo. Por suerte, poder hacer cosas que imagino y volverlas a la realidad, me encanta. Y me gusta gustar.

Esa era la frase tuya que seguía en mi lista: “me gusta gustar”

Cuando vi que a la gente le gustaba lo que yo hacía, eso fue un estímulo importante para mí.

Libre, imaginativo, arriesgado, desarrollador de una singularidad estética que lo distinguió en todas las épocas desde sus comienzos Edgardo es la definición del arte hecho persona. Foto: Dafne Gentinetta. Gentileza María Calcaterra

Respondiste una vez cuando te preguntaron por tus zonas oscuras: “yo no tengo zonas oscuras, lo mío es todo reflectores”.

(Carcajadas) Yo soy uno de los que se han salvado por haber estado en el mundo del arte. No conozco la depresión ni esas cosas de las que adolece la mayoría de la gente. Sí sentí tristezas por cosas desagradables que me han pasado, pero depresión es otra cosa. No podés estar jojojo jaja cuando te pasa una cosa fea. Se te muere tu madre y no podés estar divirtiéndote, pero eso no es depresión si no responder con el ánimo abatido por lo que te pasa. Pero eso se recupera. Me parece que con la depresión hay un problema en el proceso de cómo uno se toma las cosas que le van ocurriendo. Creo que la depresión es cuando uno no sabe cómo resolver su vida.

“Vivir sin humor es la auténtica tragedia”, otra frase tuya. 

-Esa es la auténtica tragedia.

¿Hay que hacer un trabajo para eso? 

No, no. Yo viví en una familia que era muy disparatada. Se desataban peleas horribles entre mi abuela y mis tías y a los minutos se estaban matando de risa de eso que había sido un disgusto tan terrible que se peleaban todas. Entonces las cosas son dramáticas según desde donde las mires. Las podés mirar desde el lado de la comedia, que sería lo más agradable, o las podés ver desde el lado del drama.

“El verdadero arte te toma por entero, no te podés escapar del verdadero arte”, dice Edgardo Giménez. En la imagen junto a Eduardo Costantini en su exposición “No habrá ninguno igual” en el Malba. Gentileza María Calcaterra.

¿La comedia te permite reparar?

Por supuesto: no es tan definitoria. No es terminante para nada.

“Me di cuenta temprano que todo podía modificarse”, dijiste una vez

Yo pienso que soy El retrato de un artista feliz (risas). Realmente. Vos te imaginas que la mayoría de la gente trabaja en cosas que odia para sobrevivir. Yo he trabajado de lo que me gusta y de eso vivo.

¿Nunca trabajaste de otra cosa? 

No, trabajé en la agencia de publicidad, pero ese ha sido siempre el comienzo para la mayoría de los artistas pop, casi todos hemos trabajado en publicidad: Warhol, Lichtenstein, toda esa gente. No soy una variante de eso sino que me parece que se empieza por ahí.

“Si estás dormido el arte te despierta, te reconcilia con la humanidad”... 

El arte te hace ver todo con otro lente, con otra mirada. Con ese lente ves las maravillas que a todo el mundo le pasan desapercibidas. El artista tiene agudizada la capacidad de poder ver las cosas en su esencia y por eso se regodea tanto y disfruta con ese descubrimiento que es estar acompañado en su vida por el hecho artístico.

“No hay ninguna academia que te enseñe a imaginar. La imaginación y la creación tenés que llevarla puesta a donde vayas”, dice Edgardo. Vista de la exposición “No habrá ninguno igual”, en el Malba. Gentileza María Calcaterra. 

“Uno vuelve a lo que más le gusta y lo que más me gusta es el arte directo”

A mí el arte para el cual tenés que leer tres tomos y así entender la obra que estás viendo, no me gusta. Me gusta el arte para el que eso nunca hace falta, el arte que se vale por sí mismo. El arte que se vale por sí mismo tiene que conmover. El saber qué quiso decir el artista no te cambia el gusto.

Última frase: “Yo creo en los artistas sin red, la aprobación más importante es la propia” 

La propia, claro, vos tenés que aprobarte primero. Ese es el arranque que tenés vos de vos misma con respecto a los demás, la aprobación propia. Eso te da seguridad…

¿Siempre la tuviste? 

Sí, siempre. En mi familia no tenían ganas de que yo fuera médico, abogado o ese tipo de cosas. No les importaba. Y entonces pude elegir con libertad. Ni me apoyaron ni me dejaron de apoyar, les daba lo mismo. Y esa libertad me hizo elegir lo que yo quería. Tenía esa convicción. En todo caso, el detonante importante fue Walt Disney. Me parecía genial que los animales hablaran y todo eso. Para un chico es genial, es captar esa fantasía que te deslumbra porque es un mundo totalmente mágico.

¿Nunca se preocupó tu familia por pensar de qué ibas a vivir? 

Sí, por supuesto, pero sin demasiado énfasis. A mi mamá no le importaba mucho lo que yo hacía. No sé tampoco si le gustaba, porque mi mamá tenía otra forma. Lo más genial de ella fue el afecto y la libertad.

Para terminar te traigo el lema de aquél cartel publicitario que ideaste en 1965, donde aparecías con Dalila Puzzovio y Carlos Squirru y que decía “¿Por qué son tan geniales”. Te lo pregunto a vos ahora, habiendo pasado el tiempo, ¿por qué sos tan genial, Edgardo?

Porque no estoy en el planeta dormido, estoy despierto y eso me ha servido para vivir mejor, apreciar las cosas que me rodean. Además a mí me gusta la naturaleza y la jardinería. Yo no me aburro nunca.

 

Foto de portada: vista de la exposición “No habrá ninguno igual”, en el Malba.  Gentileza María Calcaterra.