Procesos creativos

Enrique Longinotti y la inquietud por la forma

Como director de la Licenciatura en Diseño de la Universidad Di Tella y docente en FADU, el arquitecto y diseñador gráfico nos comparte sus opiniones sobre la vigencia pedagógica de un método proactivo que estimule la creatividad y el trabajo proyectual.

Por Vivian Urfeig

15.07.2020

En el centro del trabajo de Enrique Longinotti se encuentra la relación entre el espacio público y el gesto artístico. Es arquitecto, investigador, diseñador gráfico y docente. Como tal, está al frente de las cátedras de Morfología 1 y 2 y Tipografía 1 y 2 y supo construir hito académicos en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU, UBA). Sus cátedras funcionan como laboratorios creativos para mentes inquietas, donde el componente lúdico es clave a la hora de enseñar. El mismo formato aplica a la Licenciatura en Diseño de la Universidad Di Tella, carrera que Longinotti dirige desde 2019.

El universo Longinotti alienta a salir de las zonas de confort clásicas, de los binomios docente/pizarrón-alumno/cuaderno, al formar propuestas como ir con ropa cómoda de algún color particular según el ejercicio que haya que realizar: el cuerpo a disposición del aprendizaje. En sus prácticas nadie se queda quieto y el abordaje colaborativo despierta acciones en equipos donde las decisiones involucran distintas identidades y diversidades. Como director de la Licenciatura en Diseño de la Di Tella, Diseño sin “apellido”, armó una propuesta que apunta, justamente, a unificar la disciplina sin segundos nombres: en ella conviven el diseño gráfico con el audiovisual, el de sonido con el de indumentaria, entre otras ramas creativas.

Entre los proyectos más distinguidos de Longinotti, se encuentran las intervenciones gráficas, impulsadas desde FADU, en los patios de las escuelas públicas Andrés Ferreira (Villa Crespo) y Manuel Dorrego (Saavedra). Éstos se sumaron a la experiencia del Bajo Autopista de Barracas, un proyecto co creado junto al Centro Metropolitano de Diseño (CMD) y los vecinos del barrio.

PH: Jazmín Tesone para Revista IF/Gentileza.

¿Cómo definirías tu método pedagógico, con gran componente lúdico?

La materia de Morfología es particular y está presente en arquitectura, diseño industrial y gráfico. Es anual y sale de la caja arquitectónica tradicional. No queremos que los estudiantes aprendan recetas en forma pasiva, sin conexión con el trabajo proyectual. Cuando empezamos a pensar el círculo cromático planteamos otro tipo de modelos para entender el funcionamiento de un color. Si lo actuamos y lo vivimos como experiencia espacial y corporal lo podemos abordar desde una didáctica participativa. Así llegamos a las coreografías en vivo donde vamos armando paletas. Ese día les pedimos a los alumnos que vengan vestidos de un color en especial. El trabajo entre las 250 personas nos sumerge en una sensibilización de la percepción donde entendemos que rojo o violeta son palabras que designan un espectro complejo de sensaciones. Entonces el trabajo individual se potencia en ese intercambio.

¿Qué sello personal tiene la dirección de la Licenciatura en Diseño de la Universidad Torcuato Di Tella?

Es un proyecto súper interesante que nos llevó 4 o 5 años de desarrollo. Cuando dirigí Diseño Gráfico en la FADU UBA, durante 8 años, lo hice en un contexto de carreras de diseño con apellido. El desafío es abarcar el diseño multidisciplinario. Vivimos y trabajamos en redes, nos comunicamos a través de interfaces y dispositivos y vemos el mundo como un gran espacio de intercambios en el que opinamos, nos conocemos y decidimos. Y todas estas realidades -materiales y virtuales- están diseñadas. El mundo tecnológico, el cultural y el económico encuentran en el diseño nuevas lógicas de organización. El diseño puede transformar las rutinas en experiencias gratificantes, y favorecer el acceso a una calidad de vida más plena y mejor para una mayor cantidad de personas.

El diseño como una gran plataforma unificadora…

Claro, porque el software ya es el mismo para todos, se unifican también los modos de producción. Junto a Marta Almeida (Magister en Diseño Comunicacional), pensamos una carrera que desarticulara los distintos diseños… Ya es antiguo pensarlo así. Hay que desalambrar contenidos, barajar y dar de nuevo.

¿Cómo llegó una cátedra de la UBA al patio de recreo de una escuela pública?

Desde la idea del trabajo colaborativo nuestra materia desarrolla el taller de Trama Social, un espacio para reflexionar sobre el contacto con el otro. Abordamos el diseño de la gráfica desde lo proyectual y desde lo múltiple: somos 180 personas tomando decisiones al mismo tiempo. Nuestra consigna, “Mi gráfica termina donde empieza la tuya” es la clave para pensar este gran work in progress continuo, que se nutre de la amplificación. Desde el pensamiento proyectual la idea es generar tramas en todo sentido, que habiliten el diálogo entre los integrantes.

¿En qué consiste la propuesta gráfica de los biomas argentinos?

La propuesta de intervención parte de esta tarea comunal intensiva, que no se puede definir ni como street art ni como muralismo. A partir de la investigación sobre la flora y fauna de la Argentina, en la escuela de Villa Crespo se trabajó sobre 320 m2 del patio, los animales y la vegetación típica de cada una de las regiones, Cuyo, Patagonia, Pampeana, NEA y NOA fueron plasmados en las paredes del patio. Para llegar a esta definición, se desarrollaron programas cromáticos y comportamientos modulares. La sinergia fue clave. La gráfica colaborativa fue el puente para profundizar la cuestión del encuentro entre lo urbano y lo visual, de lo personal y lo social. Una oportunidad para la creación de identidad.

¿Cómo evaluás el impacto del diseño durante esta pandemia?

El análisis surge desde distintos vectores. Por un lado están los objetos y los espacios, un área donde se destacaron las acciones de la cultura maker, que puso en marcha la fabricación de máscaras protectoras y revitalizó el concepto del DIY (do it yourself, “hazlo tu mismo”). Además, lo hizo a partir del código abierto, y en formato colaborativo. En cuanto a los objetos, se abrió el juego. Vemos nuevos dispositivos para abrir las puertas con las muñecas, que pusieron en jaque cuestiones universales como el picaporte. También surgieron campanas protectoras para ir a un restaurante, lonas que delimitan espacios públicos o lo intervienen. El diseño se convierte en ritual y en signo, comunica la distancia y se pone en evidencia. Acerca operaciones para los usuarios de transporte público e indica las nuevas reglas. Así, los problemas se transforman en nuevos signos, nuevas relaciones culturales. Por otro lado, asistimos a una explosión de la visualización de la información.

¿Algún caso específico que quieras destacar?

La tapa del New York Times del 23 de mayo, con los nombres de mil de los cien mil muertos que provocó el coronavirus en Estados Unidos. Esa portada trajo a escena las historias de esas personas. Además, retoma el paisaje visual de los periódicos del siglo XIX, donde abundaban los textos y no había imágenes. En cambio, la versión digital de esa producción potencia la capacidad de poner en escena toda esa información. La acción tipográfica de la versión impresa y la resolución online reflejaron la potencialidad de los dos lenguajes.