Portrait

Konstantin Grcic: "Prefiero diseñar a dirigir negocios"

El alemán conocido como "el hombre de las sillas" explica qué significa para él tener una vida dedicada al diseño industrial, cómo fue volcarse a la indumentaria y qué le depara a la profesión en un futuro signado por la pandemia.

Por Vivian Urfeig

18.06.2021

Hijo de un inmigrante yugoslavo y una mamá alemana, Konstantin Grcic creció en Wuppertal, una ciudad signada por el avance de la industria textil. Mientras el señor Grcic coleccionaba dibujos del siglo XVIII la mamá salía a conquistar las calles como marchand de arte. Bocetos de otros tiempos, visitas a ateliers de artistas y mobiliario italiano de plástico que adoraba su mamá moldearon la formación estética de Konstantin, un diseñador que entiende los procesos a partir de su ubicación en el tiempo. Mirar hacia atrás y proyectar hacia el futuro es la constante de uno de los protagonistas del escenario internacional del diseño industrial.

Grcic empezó su carrera restaurando muebles antiguos, tenía marcado el destino en el ADN. Al tiempo viajó a Inglaterra para profundizar este legado. En la ciudad de Wood se inscribió en la Escuela de Artesanos John Makepeace. Los libros de Marcel Breuer y Achille Castiglione lo empujaron a inscribirse en la carrera de Diseño del Royal Collage of Art de Londres. De maestro tuvo, entre otros, a Jasper Morrison. Viajó a Madrid, se impregnó de una cultura desconocida. Y se mudó a Munich, donde abrió su primer estudio.

Nómade, curioso, perfeccionista, Grcic arrancó a diseñar productos de uso doméstico, en plástico inyectado. De ahí en más todo lo que proyectó tuvo una impronta especial. Las grandes compañías no dudaron en contratar los servicios del “hombre de las sillas”, un apodo que se ganó por el catálogo serial de su producción. Driade, Flos, Capellini, Cassina, Laufen y Magis, entre otras. “Prefiero diseñar a dirigir negocios”, dice Grcic desde Berlín, ciudad en la que reside actualmente y en la que montó una oficina minimalista, con menos de 10 empleados.

Bell Chair. Gentileza Konstantin Grcic.

Este año se cumplen 20 años de su primer premio Compasso D’Oro por la luminaria Mayday, para Flos, un dispositivo de polipropileno cónico de impronta industrial. Y 10 del galardón por la silla Myto, para Plank, que integra la colección de diseño del MoMA. De corte único y formato angular, Myto es la pieza en plástico inyectado cuyo proceso constructivo se inspiró en la industria automotriz. Otra de las sillas hito es la última, Bell Chair, producto de una investigación exhaustiva sobre el uso de plástico reciclado. “Se generó un debate interesante con la firma Magis acerca de la postura de la marca respecto de la sostenibilidad. Y el proyecto se convirtió en el arquetipo de estrategias”, comenta el diseñador. Entre los detalles del proceso, valora que partieron de la base de su precio: sólo 65 euros, una cifra que “condicionó absolutamente todo, desde la tecnología, a la cantidad de material, la huella logística y detalles del ciclo”.

El ida y vuelta entre el diseñador y los ingenieros de Magis fue dinámico y requirió ajustes y cambios diarios. Pero Grcic siempre tuvo claro el horizonte: “El desafío fue asegurarme de que la silla no se convirtiera en el sueño de un ingeniero y, al mismo tiempo, perdiera su intención original. Cumplimos el objetivo de desarrollar una silla de alta calidad con el mínimo de material. Fue importante por razones ecológicas, pero también tuvo un fuerte impacto económico en el proyecto. Queríamos que Bell fuera asequible”.

Colección Magis. Gentileza Konstantin Grcic.

Grcic define la función de cada producto en términos humanos, piezas que combinan el rigor formal con una considerable agudeza mental y una cuota de humor. Su pasión por la tecnología y los materiales y su inclinación histórica hacia la arquitectura y el arte lo empujan a “diseñar productos imprescindibles, que formen parte de nuestro día a día de forma que no se interrumpa el inconsciente”. Esta premisa, cuenta, fue precisamente lo que guió uno de sus últimos diseños: el panel de descarga de inodoro para la firma Laufen, la firma suiza de productos sanitarios de alta gama, para la que además proyectó un showroom industrial en Berlín.

Del panel de descarga que no deja marcas de huellas dactilares en la superficie al prêt-à-porter: Grcic se mueve en distintas plataformas y aporta a cada comitente su espíritu detallista. Hugo Boss, la firma de indumentaria alemana, lo invitó a diseñar una colección cápsula para su temporada otoño/invierno 2019. “No se trataba de diseñar ropa completamente nueva, sino de hacer ciertas adaptaciones a tipologías existentes, como la chaqueta de hombre. Me concentré en encontrar un equilibrio entre funcionalidad y elegancia. Quería realizar prendas hermosas y a la vez cómodas. El hallazgo fue colocar el bolsillo del tamaño adecuado en el lugar correcto”, explica. La colección incluyó una chaqueta y un impermeable para hombre, además de un conjunto de camisetas con estampados inspirados en las ciudades de Milán, Nueva York y Shanghai. “Las ilustraciones se basan en mi propia creación de dibujos animados Dirty Old”, aclara. Estos dibujos de líneas simples, la mayoría en blanco y negro, tienen como protagonista a un hombrecito con impermeable y sombrero.

La incertidumbre que copó a la economía global no le es ajena al diseñador. Para Grcic este estancamiento productivo es “incómodo, aunque haya oportunidades para los diseñadores de agudizar el ingenio para lidiar con la realidad, que es nuestro modo de vivir”. Sobre el futuro, Grcic afirma: “En este punto, nadie sabe realmente qué va a pasar y qué tipo de productos necesitará el mercado. Estamos por entrar en una fase más prolongada en cuanto a creación de prototipos, averiguando qué funciona y qué no, preguntándonos qué recursos estarán disponibles y cómo repensar las cadenas de suministro, por más que el mundo pos pandemia siga funcionando en una economía global”.