Design frontiers

Lissa Carmona: "La belleza es fundamental pero no es suficiente"

Al frente de Etel Design, su objetivo es convocar a la nueva generación de diseñadores para que innoven y busquen materiales sustentables y modelos de colaboración para la producción de piezas de mobiliario.

Por Juliana Nogueira Passos

03.03.2021

El deseo de abrir caminos y hacer llegar el diseño brasilero al mundo fue lo que hizo que Lissa Carmona abandonara una exitosa carrera en el mercado financiero y asumiera la dirección de la empresa que lleva el nombre de su madre, la diseñadora Etel Carmona. En 1994, Etel y Claudia Moreira Salles, también diseñadora, participaron por primera vez en un evento internacional, la ICFF (feria de diseño contemporáneo en Nueva York), por lo que le pidió a Lissa, quien contaba con estudios superiores en administración de empresas, que colaborara con su proyecto. Lo que iba a ser una situación puntual se transformó en una oportunidad de negocios que ellas ni siquiera habían imaginado: “Llegamos allá y vimos el entusiasmo que generaba nuestro trabajo. Una pieza de Claudia (Moreira Salles) llegó a estar en la tapa del New York Times. Llevamos 70 catálogos, y se agotaron a las dos horas. Las piezas tenían una frescura que hizo que el mundo redescubriera el diseño brasilero”, recuerda Lissa. Em aquella época, la palabra diseño sonaba rara en Brasil y exportar muebles al mundo parecía un operativo de guerra, pero recorrer ese camino era una oportunidad que Lissa no iba a dejar pasar.

El primer paso fue tratar de entender la historia y, para eso, Carmona hizo una profunda investigación sobre el diseño en Brasil. Se sorprendió por la falta de bibliografía sobre el tema. Llegó hasta los años 50, cuando se destacaban Oscar Niemeyer, responsable de la construcción de Brasilia, y los extranjeros radicados en el país Joaquim Tenreiro, Lina Bo Bardi y Jorge Zalszupin. Hasta que conoció a Branco e Preto, un grupo de arquitectos que diseñaban muebles modernos en madera. En 1994, la empresa Etel Design publicó el primer libro de Maria Cecília Loschiavo, Móvel Moderno, para tratar de rescatar un poco de esa historia. Después llegaron otros, que ayudaron a dirigir la mirada del público hacia las maderas brasileñas. “Nos pasamos la década del 80 importando fórmica, plástico, vidrio roto. Nadie le daba bolilla a la sucupira”, dice. La falta de información era tan grande que las revistas especializadas publicaban fotos de muebles, con el crédito a un “autor desconocido”, aunque en realidad, se trataba del trabajo de diseñadores hoy consagrados.

Mientras desarrollaba su investigación, Lissa profundizó en el valor de la artesanía en madera. El preciosismo del trabajo de encastre entre piezas sin clavos en madera maciza se hizo visible para los herederos de Branco e Preto, que le pidieron a Etel la reedición de las piezas icónicas de la marca. “Me gusta la falta de compromiso que tenía el diseño de esa época con la industria. Los diseñadores eran libres de hacer muebles como si fueran esculturas”, afirma. A principios de los años 2000, lanzó la colección Branco e Preto. Después vendrían otras reediciones de piezas consagradas del diseño brasilero, todas ellas haciendo constar su ADN: nombre del diseñador, año de creación, autoría y fecha de producción. Para Carmona, esa es una manera de volver a contar la historia y también de crear un valor para el futuro. “¿Por qué lanzar una silla de lata de Lina Bo Bardi, que ya en su época era considerada poco confortable? Porque es parte de la historia y es importante para que podamos entender cómo llegamos hasta acá. Es más que una pieza funcional”, sostiene. Hasta hoy, esa silla sigue siendo un best-seller en la colección de la marca.

Lissa considera que al mundo le interesan las particularidades locales de Brasil. “En su época, los grandes diseñadores estaban muy relacionados con las bellas artes, como la música, la literatura: Zanine era amigo de Vinícius de Moraes, Sergio Rodrigues era el sobrino de Nelson Rodrigues y eso hacía que el trabajo de ellos fuera increíble”, recuerda. Otro elemento distintivo de la escuela brasilera es el equilibrio entre la cultura tropical y la influencia europea, ya que buena parte de los diseñadores que se destacaron eran europeos que habían venido al país en la posguerra. “Brasil era considerado el país del futuro. En 1943, llegó a ocupar un piso entero del MoMA (con la muestra Brazil builds : architecture new and old, 1652-1942)”, cuenta. La sede del Ministerio de Educación y Salud (MES) en Río de Janeiro, creado en 1936 por Lucio Costa y Le Corbusier, era el símbolo del movimiento modernista en el país. “Estábamos a la vanguardia del diseño y la arquitectura, pero con la dictadura todo eso se perdió”, afirma.

En 2019, Lissa lideró un Talk para 200 personas en el London Design Museum. Para ayudarla a contar esa historia, la acompañó un curador del Metropolitan, de Nueva York, y un bisnieto de Oscar Niemeyer. “Estoy segura de que la escuela de diseño brasilero no le debe nada a las demás escuelas del mundo”, sostiene Lissa, quien a través de Etel, hizo llegar el arte brasilero a todo el mundo, de Vancouver a Tokio.

Poltrona Paulistana (derecha) y Poltrona Dinamarquesa (izquierda): diseñadas por Jorge Zalszupin y revisitadas por Etel. PH: Ruy Teixeira/Gentileza Etel.

El futuro del diseño

Si bien hubo un rescate del pasado, el futuro todavía está en construcción. La compañía Etel Design hace una serie de experimentos con nuevos artistas, entre ellos los hermanos que lideran la compañía Alva, Marcelo Alvarenga y Suzana Bastos. “Ellos representan muy bien la práctica modernista de arte y diseño con una mirada muy contemporánea”, asegura. También le gusta el trabajo de la nueva generación, formada por los hijos de los diseñadores ya consagrados, como Zanine de la empresa Zanine y Rodrigo Othake, y la dupla Domingos Pascali y Sarkis Semerdijan, del estudio Pascali Semerdijan: “Ellos trabajan muy bien los materiales, las formas, sin apegarse tanto al pasado”. Pero Lissa siente que entre los nuevos diseñadores todavía falta esa osadía. Cada vez que hay una oportunidad, les dice que hace falta arriesgarse más, principalmente buscando materiales sustentables, que es el gran desafío en la actualidad.

En 2019, al encargarle una colección a la diseñadora española Patricia Urquiola, Carmona salió a buscar la materia prima para crear una resina hecha de la viruta de la madera y el bagazo de la caña de azúcar. El nuevo material se utilizó en tapas de mesas y consolas, lo que le valió a Etel un premio de Elle Decor, en la India, como una de las cinco marcas más innovadoras del movimiento #ZeroWaste. “Si bien la belleza es fundamental, no es suficiente. Necesitar, no necesitamos nada, lo que hace falta es tener buenas historias y compromiso con la marca que dejamos en el medio ambiente”, afirma Lissa, que ya había hecho otros trabajos con el diseñador de Rio Grande do Sul Carlos Vergara, reutilizando el aserrín de la madera y residuos de lana. Además de la sustentabilidad en sí, la posibilidad de conectar a una diseñadora española radicada en Milán, con la materia prima de una comunidad del estado de Pará y ser premiada en la India muestra que el diseño va mucho más allá de la estética. No es por casualidad que uno de los libros de cabecera de Lissa es el best-seller Design as an Attitude, de Alice Rawsthorn. Si bien el libro se lanzó en 2018, Lissa hace mucho tiempo que toma ese consejo al pie de la letra.

Foto de portada. Espacio Etel. PH: Ruy Teixeira/Gentileza Etel.

Foto miniatura. Lissa Carmona. PH: Andrés Otero/Gentileza Etel.