A sus 75 años, este compositor, teórico, musicólogo y artista sonoro español está exhibiendo en simultáneo en los dos espacios institucionales más poderosos de la escena de Valencia: El Centro del Carmen Cultura Contemporánea (CCCC) y el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM).
Por Martín Bonadeo
31.05.2024
Luego de muchos años de circular muy exitosamente por los márgenes de los espacios académicos de la música y del arte, este año se alinearon finalmente los planetas para Llorenç Barber. A sus 75 años, este compositor, teórico, musicólogo y artista sonoro español expone y expuso en los dos espacios institucionales más poderosos de la escena de Valencia: El Centro del Carmen Cultura Contemporánea (CCCC) y el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). En ambos espacios lo acompaña desde la curaduría Lorenzo Sandoval, quien trabajó junto a Barber durante los últimos 5 años en una selección muy exquisita de cientos de sus piezas, partituras e instrumentos para la muestra titulada La construcción de un nosotros múltiple. Ambos trabajaron junto a Montserrat Palacios, compañera y colaboradora de Barber en la presentación de Llorenç Barber. Archivo de escuchas en el IVAM, con una sala llena de carpetas con documentos, partituras, libros, fotos, videos y discos puestos generosamente a disposición de los visitantes. Un viaje por una historia en la que Barber aparece como una parte viva del movimiento Fluxus, que es mucho más amplia que los conciertos de campanas en ciudades por los que es conocido.
¿Qué lugar ocupan simbólicamente las campanas en tu vida?
Así como cada persona tiene su historia, cada campana también. Pero la mayoría de la gente no se entera de eso, no sabe que ese bronce antes fue otra campana y un cañón, porque casi nadie lo explica. Solamente un curioso lo verá. Sólo lo sabemos los que nos hemos acercado atentos. En México, la primera vez que fui a tocar campanas me empezaron a decir: “¿Qué hace un español aquí tocando las campanas? Un español de los que trajeron la religión para matar indios”. A lo que yo le respondía: Oye tú tampoco eres hijo directo de originarios y como descendientes de europeos todos cargamos con el con el peso de la historia. Como individuo yo haré todo lo que pueda para que no haya colonialismo en mi discurso, ni en mi realidad. Pero vosotros también tenéis que hacer otro esfuerzo para ver con qué intención vengo. Tienes que aprender a distinguir si hay un artista frente a ti o si viene un capitalista que sabe muy bien cómo vender. Tu enemigo es el capitalismo que es ahora el cañón y no la pobre campana que es que es hija de una vicisitud. De hecho, las campanas son bautizadas y como tales son responsables para el bien cuando cumplen su objetivo que es sonar. Pero también hay historias malas en una campana si se rompe, si cae al suelo, se cae el badajo o se cae el bronce y lastima a alguien. En esos casos, se les hacía un juicio porque eran consideradas un ser vivo e incluso había una sentencia: si has hecho muy poquito mal; un susto y una heridita, pues estarás un tiempo sin sonar. Pero cuando eran castigadas por matar, la cosa se ponía brava. Muchas de ellas fueron enviadas lejos, a un lugar en el que nadie las conociera. Entonces las ponían en un barco rumbo a América con la intención de que allí se porten mejor.
¿Cómo se bautiza una campana?
Bueno, cuando las bautizaban, se las cubría con una tela blanca porque representaba el alma de Dios. El sonido de la campana era considerado vox dei (la voz de Dios). De hecho, cuando Dios muere en Semana Santa, no se puede tocar. Entonces en algunos campanarios, los sábados por la noche se toca una matraca para hacer ruido durante dos días. Al tercer día ya resucita y se olvida la matraca hasta el año siguiente porque vuelve a sonar el bronce que es la guía.
¿Qué dice la gente que cree que son la voz de Dios cuando "juegas" (estoy pensando en la palabra inglesa Play) con las campanas?
Lo normal: que a las cosas de la intimidad uno las llora solo, o las llora con su gente y las campanas recuerdan que "papá murió hace muy poquito". Si, en cambio, el toque está dentro de un discurso como el mío, donde soy yo el que lo organiza: esto sonará en determinado momento. Hay una posibilidad entonces de reflexión, que podría ser una meditación en medio de una sinfonía que se repite. Esa parte de la sinfonía, lo que está diciendo es: "somos muchos, el espacio es nuestro, el sonido es nuestro, la calle es nuestra y nosotros no queremos que nos maltrate un motor de reloj ni un señor que no sabe tocar más que ese tipo de cosas monótonas. No quiero más mierda sónica. Quiero que las campanas acompañen una fiesta plural, la fiesta en la que todos entramos: los no católicos también. Entonces lo que hago yo es decir "somos comunidad" y esta campana es un bien comunitario y nada de pedir la llave al sacristán. La llave es nuestra porque las campanas son nuestras y sabemos qué hacer con ellas.
Y cuando haces tus propios instrumentos, ¿también los bautizas? ¿Haces algún rito?
No se me ocurre. Se me ocurre tocar en una fiesta con ellas. Tengo mis campanas para cuando voy a una ciudad y hay una torre preciosa pero vacía porque las hicieron cañón y no las han repuesto o se rompieron y no puedo evitar ponerles algo. Para eso las compré. Cuando mis amigos se casan, también me roban una campana de souvenir. Son de bronce muy bueno. Las encargué, las pagué, las cuidé y las tengo, pero mis campanas no tienen nombre más que el del fundidor: las fundieron los Rivera, una familia que lleva haciendo este trabajo desde hace ya un siglo, y viven en Montehermoso de Cáceres, bien cerca de la frontera con Portugal. No les ponemos nombre a las campanas, me refiero a ellas como la más gorda, la menos gorda, el diámetro tal, etc.
Más allá de la cuestión religiosa, me interesa pensar en el alma de las campanas. Hace poco pregunté a un campanero cómo sería un toque por la paz y me respondió que las campanas son la paz.
Digamos que para mí la paz está, primero que nada en salvar un bronce para que pueda ser usado y que pueda ser admitido en una vida ordinaria. La gente de la cultura, a veces considera que conservar una tradición es más importante que la propia campana. Yo pienso ¿qué más puedo hacer con una campana? Soy músico y, como músico, tengo deseos de comunidad con todo. Yo sé lo que la campana puede saber, si yo se lo doy y ella me admite. Con lo cual yo no toco solo con badajo, toco también con varillas pequeñitas con las que voy buscando los armónicos. Poco a poco empecé a utilizar la voz junto con mi compañera Montserrat Palacios. Su trabajo y su compañía son y han sido fundamentales en cantidad de detalles. La campana puede traer paz como tu dices, pero es muy versátil. Si bien, escucharlas en el siglo XIV era otra cosa, la campana tiene un lenguaje que entendemos los vecinos que vemos la televisión y que vemos lo que está pasando en Gaza y por asociación llegamos a algo que se parece a lo que entendemos por paz.
Foto de portada: Vista de las salas de la exposición “La construcción de un nosotros múltiple” en el CCCC. Llorenç Barber con varios de los instrumentos que construyó a lo largo de su carrera. Gentileza CCCC