Junto con su contemporánea Mariana Enríquez, el escritor cordobés Luciano Lamberti es uno de los autores indispensables del starter pack del terror argentino del siglo XXI. Nicolás Mancini habló con él sobre su último trabajo, Para hechizar a un cazador, que ganó el Premio Clarín Novela 2023 con un blend de terror elevado e historia argentina. De postre, un repaso por los libros y películas que lo inspiraron a crear su propia mitología.
Por Nicolás Mancini
01.07.2024
Hitchcock ya reveló cómo se hace para cachar a un ladrón. Szifrón también hizo su parte, pero con un asesino. Y ahora Luciano Lamberti se anota un poroto al proponer un amarre distinto: el de un Cazador. Si bien el título remite al clásico de Alfred, el autor no utiliza la palabra cachar: usa hechizar. Cualquiera que intente explicar de qué trata Para hechizar a un cazador, su última novela, se quedará corto al lado de lo que pueda llegar a decir él mismo sobre ella.
¿Cómo le contarías a alguien en dos líneas el argumento de Para hechizar a un cazador?
Empecé a imaginar hace rato cómo le contaría a mi hijo de nueve años las historias que escribo. Es mi prueba, ¿no? Porque yo pienso que las buenas historias se pueden resumir en una línea. El problema es que esta es una con sorpresas. Entonces no sé hasta dónde contar para no spoilear. Por lo pronto es la historia de una chica apropiada por los militares que es contactada por su verdadera abuela, le cuenta cuál es su verdadera identidad y le propone que la vaya a visitar para generar un vínculo. Y cuando ella la visita la abuela le cuenta determinadas cuestiones sobre…
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Hasta ahí.
Decir qué pasa en Para hechizar a un cazador más allá de la décima página ya es revelar demasiado. Conténtese con saber que la ganadora del Clarín Novela 2023 es un objeto tenebroso; una suerte de horrocrux de las pampas. Lamberti nutre las múltiples voces narrativas de la historia con lo que sea que salga de esa fuente maligna que es la última dictadura militar argentina, tema que en materia de horror se podría exprimir ad eternum.
El cordobés de 46 años es parte indispensable del starter pack del terror argentino del siglo XXI. Ese famoso paquete en el que además están la Enriquez, Muere monstruo muere, Rugna, alguna que otra remera de la marca de Calori, etc. Ganó merecidamente su lugar con la parte de su obra dedicada al género. En ella destacan, por ejemplo, La maestra rural (2016), La casa de los eucaliptus (2017) y La masacre de Kruguer (2019). Por eso, la conversación también halló lugar para las recomendaciones y repasar sus influencias a la hora de crear terror, ese género invencible que se refresca año tras año gracias a nuevas corrientes o lobos solitarios -como él- que osan hacer malabares con sus reglas.
Parte I: Para hechizar a un cazador
¿Cómo se estructura una novela como Para hechizar a un cazador?
Escribiendo 20.000 versiones. En principio esa es la respuesta, pero quería escribir una novela de terror. Me pregunté cuál es el cuento más aterrador que leí en mi vida, y es “La pata de mono”, de W. W. Jacobs, que dio lugar a Cementerio de animales, que es otra novela que no podés contar sin spoilear. Entonces escribí ese capítulo que está en segunda (persona), que son las instrucciones para que ellos revivan a su hijo. Ni siquiera estaba la dictadura, eran simplemente unos padres buscando revivir al hijo. Escribí otro capítulo, y así fue creciendo la novela. Julia apareció al final. En principio era la novela de los abuelos y de toda la imposibilidad de aceptar la muerte del hijo. Después se fue yendo para otra parte.
¿Cuánto tiempo dejás descansar los textos?
Más o menos un mes, dos meses. Me pongo a escribir otra cosa. Me gusta escribir todos los días. Escribo todos los días mal o bien porque me hace bien a la cabeza. Mientras descansa una cosa me pongo a escribir otra.
Cuando trabajás esta estructura tan cambiante, con diferentes narradores y múltiples personajes, ¿estás confiando en el lector?
No hay que menospreciar a los lectores. Vemos series con saltos en el tiempo, con diferentes puntos de vista, con juegos técnicos muy grandes. Yo creo que es lo que dice Chuck Palahniuk, que los lectores no son tontos y ya vienen formateados en su manera de consumir arte, cultura, historias. ¿Qué puede aportar uno al género, al terror? Una cuestión formal, me parece, porque las historias y los temas son siempre los mismos. Es la forma de contarla la que determina, entre grandes comillas, una innovación. Me encantaría escribir historias lineales que pueda entender mi tía, pero es lo que me sale, lo que me da placer. Yo también voy a buscar un poco contribuir a la historia cuando voy a leer. Siempre tiendo al rompecabezas en lo que escribo, a contar la historia de a partes y que el lector la pueda ir armando. Porque me parece que es lo propio de la novela. Además se cuentan otras cosas, no solamente la historia, sino que hay un proceso de digresión y de ramificación para pensar también en una generación. En cómo experimentan eso las diferentes clases sociales y hablar de otras cosas que no son la historia principal.
¿Cómo fue recurrir a la dictadura como recurso para el terror?
En principio, que ellos (los protagonistas) se opongan a la realidad. Es complicado escribir desde la dictadura porque ya está todo medio dicho. Para mí lo más terrible es cuando el lector pone la verdad. En el capítulo que se llama “Hotel La perla”, que piensa el centro de detención como un hotel donde tienen batas y pantuflas, lo que hice fue escribir ese delirio para que el lector contraste eso con la realidad. Yo creo que siempre es más efectivo lo que tenemos nosotros adentro, pensando en un lector que pueda llegar a saber lo que pasó en la dictadura, que, por los últimos hechos sociopolíticos, me di cuenta de que son cada vez menos. Yo creo que la forma es no explicar la dictadura, porque la dictadura, por lo menos para mi algoritmo, está clara.
¿Creés que en una época en la que se habla de negacionismo o se intenta acercar otra mirada de los hechos una novela como Para hechizar a un cazador ayuda a parar la pelota?
No. La crueldad, la complicidad civil, toda la versión que fue estatal en un momento de la dictadura, está en la novela. No es una novela negacionista. Es una novela que es provocadora o perturbadora o polémica en el sentido de que esta abuela de Plaza de Mayo no es una palomita. Está dispuesta a hacer muchas cosas para que su hijo siga vivo. Pero no hay nada disruptivo en ese sentido. Solamente quizás ese detalle que tiene que ver con los personajes. Los personajes no son platónicos. No es Estela de Carlotto la que va a matar gente.
Parte II: El terror
Noto que en el cine en los últimos años se puso de moda el que muchos llaman terror atmosférico. Robert Eggers, Ari Aster, David Lowery. Traspolando esta idea a la literatura, ¿te sentís alineado a una suerte de nueva ola del terror?
No tengo idea. Me gusta Ari Aster, La bruja… Hereditary tampoco es una película fácil, ahora que la estoy pensando. Tiene una historia B que va emergiendo en la película, pero que la empezás a cachar la segunda vez que la ves o ves los videos en YouTube que te lo explican y sin embargo te cagás en las patas. Me parece una de las grandes películas de los últimos años de terror. No sé por qué se diferencia esta película de las viejas películas.
Para mí está habiendo búsquedas que tienen que ver con crear determinadas atmósferas, climas, evitar los jumpscares.
Sí, eso sí. La sensación es de que algo se aproxima. Pero ves Halloween, de Carpenter, y la sensación es de que algo se aproxima. Carpenter filma barrios, casas urbanas, de día, lindas, con una música siniestra y eso te da miedo. Es como, ¿qué te da miedo? ¿La cámara te da miedo? ¿Dónde está la cámara? No sé qué te da miedo. Es un barrio suburbano con su jardín todo cuidado filmado de día. Todo lo contrario a lo que uno piensa que tendría que ser gótico, el castillo alejado, oscuro, murciélagos dando vueltas… Entonces no sé qué tan nuevo es. Pero hay un trabajo que es el trabajo que hace Tarantino con lo popular o con el género. Tarantino agarra el género pero no para burlarse sino para homenajearlo. No se para sobre la burla sino sobre el amor hacia el género. Y si ves una película de Ari Aster es amor, digamos. Una película de terror con una foto de la puta madre, con diálogos que no te parecen pelotudos: es como el mismo género, como los ochenta, pero bien filmado. Excepto por Carpenter que es un genio.
Pienso también en películas como por ejemplo El faro y La bruja también donde hay cierta intención como de recuperar leyendas, y eso me parece que también es una constante en estas nuevas producciones y que, si bien en el caso de Para hechizar a un cazador es una cuestión histórica no tan lejana, mi cabeza me unió a esta novela esa corriente.
Ojalá porque son películas que me encantan. Ojalá que se lea así, con esa estética. En mi caso es como unir la literatura más clásica con lo más barato, la clase B, que son cosas que me preocupan y son las herramientas que tengo, entonces las hago funcionar ahí. Porque yo leo novelas contemporáneas norteamericanas de terror y son unos ladrillazos de 500 páginas escritas de principio a fin como bastante tradicionales y me pego un embole interesante. No King, porque King es otra cosa, pero…
¿Y con cuáles no te pasa eso?
Con las novelas de Paul Tremblay que me parece una bestia, me gusta mucho. Tremblay escribió La cabaña del fin del mundo, que después la adaptó Shyamalan. Es una novela corta muy efectiva. Y Una cabeza llena de fantasmas, que es una novela de posesión alucinante.
Para ir cerrando me voy al terreno nacional. ¿Qué crees que está pasando acá, en Argentina, con el género?
Es la pregunta que todos me hacen que no sé responder. Porque se viene a hablar como en términos de generación. ¡Qué sé yo! Sospecho que es pendular por un lado, o sea que la gente escribe realismo, pero en el realismo el problema es que muchas veces -si no sos una bestia técnica- está acotado a una pareja tratando de recuperar su relación un fin de semana en el Tigre o un padre de familia que está hinchado las pelotas. El realismo es eso. En los noventa era más interesante, y ahora se va a poner más interesante porque con todos los pobres se va a poner más Pizza, birra, faso. Pienso que están un poco hinchados los huevos del realismo, entonces es pendular. Yo soy de la generación de la Enríquez y ella cuenta esto y me siento muy identificado: nos criamos consumiendo baja cultura. Tiburón, El exorcista, It, Cementerio de animales. Después incorporamos la cultura alta, pero no hay diferenciación en eso, entonces es como nuestra idea de diversión. Yo empecé escribiendo un libro de cuentos realistas que se llama El asesino de chanchos, pero después traté de recuperar las lecturas de mi infancia que son las que me hicieron empezar a escribir, Bradbury, Cortázar, King, y que son las que cada tanto vuelvo para recordar por qué lo hago. Yo igual escribo desde el 2012 género. Lo hago porque era un gesto disruptivo cuando empecé. Yo vivía en Córdoba, La Docta, donde había una literatura muy apegada a la academia.
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En esta parte de la entrevista, Lamberti se detiene para recomendarnos autores. Menciona los libros de cuentos del cordobés Martín Cristal, La música interior de los leones y El sueño del tsunami; La piel intrusa, de Yanina Rosenberg; y las obras de Fernanda Ampuero y Tomás Downey.
¿Cuál es tu novela preferida de King?
Mi novela favorita de Stephen King es Misery traducida por Aira. Él tradujo en los 90 un par de novelas de King y lo hizo espléndidamente. Es una bestialidad.
¿Es notablemente distinto a cualquier Misery traducida por otra persona?
Notablemente.
Para terminar, me quedó la duda de cómo fue ese pedido de libros satanistas a Mariana Enríquez para el desarrollo de Para hechizar a un cazador.
Sí, le pedí a Enríquez porque estaba empezando a pensar la novela. Quería saber si había algún pacto satánico para revivir ¿no? Entonces ella me mandó un montón de libros, viste ella cuando se entusiasma con algo… Tenía un montón. Me puse a leer sobre pactos satánicos e inventé un nombre propio: “El cazador”, que es una figura mitológica lambertiana. De ahí Enríquez me mandó a Federico Fahsbender, que tenía informes de reuniones satanistas. Tiene una idea muy interesante que es que en realidad el verdadero dios es el diablo. Es el rebelde, es el que quiere cambiar las cosas, el Prometeo. La idea occidental de Dios es una figura castradora. ¿Por qué Dios te va a prohibir el placer o el sexo? Es el diablo que te prohíbe el placer y el sexo, o sea que están invertidas las cosas, es genial la idea. Me invitó a ir a una de esas reuniones y dije ¡Ni en pedo me meto con eso! ¡Qué miedo!
¿Estás preparando algo nuevo que se pueda hablar?
Sí, estoy escribiendo a cuatro manos -cosa rara- una novela juvenil con el escritor cordobés Sergio Aguirre. Somos fans el uno del otro, amigos desde hace 20 años, y charlando se nos ocurrió a partir de un cuento de él una idea entonces empezamos a trabajar. Van y vienen los capítulos, yo corrijo, él corrige, yo escribo, él escribe. Encontramos un tono en común, que por ahí es más difícil de escribir a cuatro manos, que no es ni el mío ni el suyo. Como yo corrijo los de él y él corrige los míos son idas y vueltas. Es como muy cerebral el tema. Está bueno porque yo soy más de lanzarme a la aventura y escribir entero, después reescribir y repensar y él es como que me mete el freno. Estoy aprendiendo otra forma de concebir el asunto que es interesante.