Portrait

Nik Bärtsch: "Para mí lo experimental no es necesariamente lo abstracto o vanguardista"

Conversamos con el músico suizo que divide el tiempo entre sus grupos Ronin y Mobile y las presentaciones en Exil, un club de música experimental.

Por Laura Novoa

27.09.2022

Nik Bärtsch es pianista, compositor y productor. Nació en Zúrich en 1971, estudió piano en la Universidad de las Artes de su ciudad natal, y luego filosofía, lingüística y musicología. Logró fusionar el jazz, funk y el minimalismo de manera muy personal, basado fundamentalmente en el sonido universal de las ciudades. Toca con su grupo Mobile, en formato acústico, con su carácter de música ritual actúan principalmente como parte de instalaciones, y con su cuarteto zen-funk Ronin llevan diez años presentándose todos los lunes en Exil, un club de música experimental cofundado por Bärtsch, y han salido de gira por Asia, Europa, América del Norte y África. Con más de una docena de discos grabados, Bärtsch también fundó su propio sello, Ronin Rhythm Records, para apoyar la producción musical independiente, orientada hacia la nueva música minimal, el funk y el ritual groove.

¿Encontraste muy pronto tu propio estilo? ¿Cómo fue tu búsqueda?

Fue un largo camino. Comencé a componer cuando tenía 10 o 12 años. Mi profesor de piano me alentó a componer y comencé a trabajar con ritmos y métricas antiguas. Seguí desarrollando mis composiciones, inspirado por todos los estilos que me gustaban. Luego aprendí más y más música clásica, pero también toqué mucha música contemporánea clásica, como Morton Feldman, Györg Ligeti. También world music, música latina, y música tradicional japonesa, que es muy percusiva y de algún modo abstracta. Traté de encontrar mi propio destilado y que encaje también en mi comunidad. Y todo eso me permitió finalmente trabajar entre la música escrita y la improvisada.

¿Cómo trabajás entre lo determinado y lo indeterminado?

Para mí siempre hubo una manera de combinar composición e improvisación, también la interpretación. Porque, como sabemos, los compositores célebres que conocemos hoy, como Bach, Mozart, Villa- Lobos, o quien sea, eran también buenos improvisadores. Ellos jugaban con su material, como Chopin o Debussy, y también en la música antigua. Quiero hacer énfasis en que tenemos fuentes comunes, que todas vienen de la misma fuente musical y podemos volver a esa maestría sin separar mucho interpretación, composición e improvisación.

Los conciertos épicos con Mobile, que duran un día y medio, me recuerdan a Morton Feldman con sus cuartetos de cuatro horas y sus búsquedas por lograr una intersección entre música y pintura, trabajando el tiempo en música como si fuese un lienzo. También sus planteos filosófico-estéticos en Rothko Chapel. ¿Encontraste también en las artes visuales ideas para desarrollar tu música?

Sí. Leí muchos ensayos de Feldman y, por supuesto, la idea de Rothko Chapel, con esa manera meditativa de crear música en una comunidad y en un espacio. Toda la idea de un pensamiento musical espacial, respetando la música como un arte espacial y no necesariamente solo como un arte narrativo, por supuesto que está muy inspirado por la pintura. Por otro lado, mis padres vienen de las artes visuales: mi madre del diseño de modas y mi padre del diseño gráfico. Desde que nací vi cada exhibición de arte en Zürich. A cierta edad paré con todo eso, pero luego volví. También el dibujo artístico fue muy importante para mí, no solo de artistas como Paul Klee o Dalí; me refiero a las narrativas del cómic, las maneras de contar historias a través de una organización visual.

¿De qué manera te sirvió para componer?

Fue muy importante para mi modo de pensar la composición dramatúrgicamente, cómo organizar la información en un determinado segmento de duración. Escribí un libro durante la pendemia, se llama Listening: Music - Movement - Mind. En este libro hay muchos textos influenciados por las artes visuales en general. Entre las cuestiones que abordo, hay una muy importante y es que las artes visuales no necesariamente están vinculadas con lo espacial, también hay una relación con el movimiento y elementos narrativos. Eso es muy importante para mi música. Y, por supuesto, eso me conectó con la música de personas que piensan de manera similar, como Feldman o incluso Igor Stravinski. Él pensó la música como movimiento, los procesos como un desarrollo rítmico. Stravinski escribió mucha música para ballet y esa música suena incluso diferente porque él tuvo una aproximación distinta de cómo se tocaba la música. Encontramos también música popular con todas estas conexiones.

¿A través de qué elementos?

Del movimiento groove, la energía. Y, por otro lado, lo espacial y lo abstracto. Incluso la energía meditativa es muy característica en mi música, también presente en mi vida a través de la meditación, las artes marciales y la conexión con el arte visual.

La dimensión espacial y su conexión con la plástica es menos evidente en la música que hacés con Ronin porque el formato de duración es más convencional y la cuestión rítmica o dramatúrgica vinculada con el eje temporal está más presente. Con Mobile, en cambio, la música funciona más como una instalación.

Sí, Ronin es más una banda de ataque, para festivales, clubs, configuraciones donde el groove impacta directamente. Mobile es para espacios más grandes, vinculado con la música de cámara y, de alguna manera, más orientado al arte clásico. Claro que en ambas bandas tenemos este mismo concepto reducido de groove, pero el sonido y los instrumentos son muy diferentes y, como mencionaste, el concepto también es muy diferente.

¿Podrías ampliar un poco más?

En Mobile en general creamos settings, incluso acompañados con diseños visuales. Los conciertos son de muy larga duración, 36 horas, y trabajamos el concepto de cómo la dramaturgia se desarrolla durante cierto tiempo. Ronin, por el contrario, es más directo, tal vez más cercano al jazz, y al tratamiento del material en la improvisación. Aunque no hay solos, tenemos conceptos de improvisación colectiva dentro de las piezas estructuradas que compuse.

Son dos universos bien distintos, ¿Convivís bien entre ambos o cuesta encontrar un balance?

Es muy interesante lo que sucede. Tengo dos bandas porque amo la música de cámara, la delicadeza de la combinación sonora cuando tocás acústico. Por otro lado, amo el carácter de la banda que toca en shows más cortos. Una está amplificada, la otra es principalmente acústica. A través de los años, este balance me permitió mostrar aspectos distintos con la misma música, incluso introducir e invitar a la gente más interesada en la música clásica, que vayan del otro lado y visiten los clubs, festivales de jazz, y empiecen a escuchar distinto. Es una gran invitación, un ofrecimiento de diferentes escenas que lleve a pensar más la totalidad de nuestra escena musical.

Además de las cuestiones musicales, cuidás y te interesa lo que pasa alrededor de la música, me refiero a la experiencia ritual en tus conciertos, algo que en la sociedad occidental parece haberse extinguido. ¿Qué te interesa que se experimente en ese sentido en tus presentaciones?

Cuando todo empezó, estaba un poco agotado de tocar y tocar, todo tenía que ser rápido y eficiente. A nadie le importaba el desarrollo de las cosas, no había tiempo ni dinero. Y todas estas cosas iban en contra del desarrollo musical cuando querés ir realmente profundo. Pero no quería solo quejarme, así que esa es la razón por la que desarrollé estos largos rituales con Mobile. La idea no era shockear al público con vanguardismos sino ofrecer e invitarlos a nuevos settings, que en realidad son básicos y muy antiguos.

Hay que ir preparado, ¿no? 36 horas de concierto no son para cualquiera.

Tenés que tomar tu tiempo cuando venís a estos conciertos, necesitás venir preparado. Te vas a encontrar con una muy buena atmosfera. Desde el grupo, el resultado está más orientado a lo colectivo, lo mancomunado, es mucho más estimulante, incluso más profundo. De alguna manera, hoy medimos todo en la vida por su rentabilidad, qué se recibe a cambio. Por eso mi idea siempre fue este espíritu artesanal, aunque recuperes las cosas diez, veinte o treinta años más adelante, pero te dedicaste con gran devoción a algo. En vez de quejarme porque perdimos calidad, pensé en renovar y encontré gente interesada.

Difícil en este mundo moderno con tantas disrupciones, como la interacción de los celulares.

Por el tipo de música que hacemos, la distracción es mortal, desconecta a la gente, a la audiencia. Pero cada persona es responsable por el concierto, no solo los artistas. Lo hacemos todos juntos. Lograr una experiencia de alta calidad nos inspira a salir y disfrutar nuestras vidas, encontrar la energía para cambiar algo y sostener lo que te interesa. Pero hay que hacerlo de una manera inteligente. Como decís, estamos en un mundo moderno y no podemos tener una organización tribal en una ciudad como esta. Pero podemos crear desde el arte esta invitación y dejarla como un modelo a seguir, que muchas personas, en especial los jóvenes, se permitan confiar en esto y vuelvan.

Buscaste ofrecer alternativas en distintos frentes. ¿Qué te impulsó a fundar tu propio espacio Exil?

El deseo de presentar lo que nos gusta. Sabemos que mucha gente en todo el mundo tiene que irse porque dadas ciertas circunstancias necesitan un exilio. Por eso lo llamamos Exil, un espacio en nuestro propia ciudad, sin necesidad de irte, donde sientas el flujo constante de calidad, respeto y alegría de disfrutar la música. Tenemos 52 conciertos por año y tocamos con Ronin cada lunes. De alguna manera, mucha gente disfruta un espacio sagrado muy pragmático, donde pueden concentrarse en la música y aprender algo sobre la concentración en general.

En una oportunidad dijiste que Exil era un lugar para crear música experimental. ¿Cuál es el sentido de lo experimental hoy?

Es una muy buena pregunta. Para mí lo experimental no es necesariamente lo abstracto o vanguardista, que excluye a muchas personas, sino encontrar un equilibrio adecuado de códigos comunes. Se trata de nuevos ofrecimientos que muestren cómo nosotros vemos el mundo y cómo nos gustaría cambiarlo, pero no excluyendo personas; más bien, invitándolos a seguir la curiosidad. Experimental quiere decir que hacemos muchos espectáculos que también tienen un background artístico social. Por ejemplo, hacemos muchas fiestas los fines de semana. También tenemos fiestas para jóvenes, muchas veces no me gusta la música que pasan porque se desarrolla en los extremos de lo dance, pero me parece importante que ese aspecto sociocultural de la ciudad esté presente. Ese es el sentido para nosotros de lo experimental: la mezcla y permitir la flexibilidad, estar al frente de los desarrollos musicales de nuestra sociedad.

Fotos gentileza de Nik Bärtsch.