Portrait

Patricio Pron: "No me interesan tanto las vidas individuales de los autores"

El ganador del Premio Alfaguara de Novela en 2019 por su último libro Mañana tendremos otros nombres nos invita a reflexionar sobre la figura del autor y las tradiciones literarias argentinas.

Por Gabriel Palumbo

23.09.2020

Se puede calificar a Patricio Pron como una persona endiabladamente inteligente. Puedo dar fe de que es un tipo raro y su rareza reside en su enorme, casi infinita, vocación por conversar. El escritor rosarino de 44 años nunca cierra un argumento sin dejar ese resquicio necesario para que el otro complete el diálogo, contraponga una idea o termine la frase. Escucharlo hablar también es extraño: un dejo argentino al fondo se mezcla con cierta rudeza, cortesía de los años que pasó en Alemania, y una cadencia española actual.

En casi todas tus intervenciones públicas, y en muchos de tus textos, hay una constante reflexión sobre la idea del autor. En estos tiempos en donde esa figura se juega en tantos planos que se hace casi inasible, ¿cómo te imaginas la idea de autoría en los próximos tiempos? ¿Cuál es el papel de la literatura en la conversación pública?

Me interesa pensar la figura del autor porque en ella convergen todas las preguntas habituales en torno a qué es la literatura: por qué se la escribe; qué lleva a que alguien decida comenzar a escribir y qué es lo que tiene en mente cuando piensa en “convertirse en escritor”; qué relación existe entre un autor y su texto, qué criterios uniforman y ordenan esos textos; cuáles son las ideas preconcebidas en torno a un autor que condicionan y determinan el acceso del lector a los libros; por qué razón la nacionalidad de un autor, que éste no ha elegido, sirve a algunos para imaginar una literatura “nacional”, qué rasgos tendría esa literatura, etcétera.

No me interesan tanto las vidas individuales de los autores o lo que éstos tienen para decir sobre su trabajo como lo que podríamos llamar la función autoral, que se inscribe en el interior de los textos. Aunque uno escribe para olvidarse de algo que le ronda por la cabeza, no he podido dejar de pensar en el asunto hasta ahora. Quizás porque el concepto de “autor” ha experimentado en los últimos años unos cambios enormes, resultado de la doble condición de “autor” y “lector” y “recomendador” o “relector” que impulsan las redes sociales, el franquiciamiento de los productos culturales exitosos. Hay una creciente dependencia del texto con la figura de su autor y con su historia personal que se inscribe en el narcisismo del selfie, en la adhesión a algún asunto de “interés social” o en la fantasía del “descubrimiento de la identidad”

Hablabas en alguna entrevista de las tradiciones literarias argentinas. ¿Te sentís parte de esa tradición? Más allá de las obviedades, ¿creés que sos un autor distinto al que hubieras sido si no te hubieras ido de la Argentina o si hubieses vuelta a vivir aquí?

Por supuesto, en ambos casos. Por una parte, nunca he dejado de considerarme un escritor argentino, en el sentido de que mis libros pueden arrojar resultados más satisfactorios y ser mejor comprendidos si su lector conoce la tradición literaria argentina. Por otra parte, estoy absolutamente convencido de que mis libros, al ser argentinos de alguna manera, serían muy distintos si no los hubiera escrito en su mayoría fuera del país, sometido a estímulos distintos y en el marco de conversaciones al menos parcialmente diferentes a las que han tenido y tienen lugar en la Argentina.

Sé que esto que digo puede ser percibido como una contradicción, y que el lenguaje de mis libros, que es mi propio lenguaje después de veinte años viviendo fuera del país, puede generar la impresión superficial de que mis libros no pertenecen a la “literatura argentina”. Pero la verdad es que casi todo lo que me interesa de la “literatura argentina” o bien fue escrito fuera de ella, como consecuencia de la larga y desafortunada historia de expulsiones y exilios que caracteriza la cultura argentina, o bien problematiza las ideas de “nación”, “lengua, “territorio”, “Estado” e “institución literaria” y las instancias de legitimación que pretenden establecer quién está “dentro” y quién está “fuera” de la “literatura argentina”.

Viniendo de fuera de Buenos Aires, como en mi caso, todas esas ideas e instituciones resultan sospechosas de parcialidad y de un provincianismo sólo ligeramente disimulado por el hecho de que provienen de la capital del país. Y, en realidad, al menos en lo que hace a las instancias de legitimación de la “literatura argentina”, todas las cuales, como digo, se encuentran en la “cabeza de Goliat”, no hay mucha diferencia entre vivir fuera de Buenos Aires y hacerlo fuera del país.

Quizás, viviendo en el país, hubiera tenido que adecuar mis libros a la “agenda” de esas instancias para que fueran publicados, así que serían muy distintos de lo que finalmente son. Pero viniendo de Rosario, que tiene una relación compleja con la Capital, habiendo vivido diez años en Alemania, que sería la periferia de la periferia de la literatura en español, que sería España, y viviendo ahora en este último país, las cosas han sido distintas. Y, en cualquier caso, estoy muy satisfecho y agradecido de que mis libros hayan encontrado lectores en la Argentina pese a todo.

Por último, en algunos pasajes de tu obra hay referencias a las artes visuales, ¿que papel juega la imagen en tu obra?

Me interesa mucho el arte, en especial el de las vanguardias históricas y el contemporáneo, aunque estoy lejos de ser un especialista. Precisamente porque no soy un experto, y respeto mucho a quienes lo son, durante mucho tiempo preferí no hablar públicamente de este interés. Pero una estancia en una residencia para artistas en el centro de Italia y la generosidad de muchos amigos artistas y curadores que me abrieron sus talleres, aceptaron hablar conmigo de su trabajo y compartieron sus intereses conmigo, fueron poco a poco minando esa resistencia. Así que hablo cada vez más a menudo sobre el tema y tengo varios proyectos en marcha relacionados con él, incluyendo curatorías.

No creo ser en esto, tampoco, ninguna excepción en el contexto de la literatura argentina, donde hay autores que tienen un interés muy importante por las artes visuales y numerosos artistas que incursionan en la literatura. La frontera entre los dos ámbitos es sutil. Pero, a la vez, es un sitio muy interesante desde el cual pensar ideas que, en el interior de unas prácticas que a veces tienden a la displicencia, no tienen lugar. Yo nunca dejo de hablar de literatura, es decir de política, incluso cuando hablo de artes visuales, como se ve en mis libros. Y esto, que tal vez constituya una especie de patología, es algo a lo que hace tiempo que terminé resignándome. Para mí, en algún sentido, todo es literatura. Excepto la pandemia, que no es literatura: no hay nada que hacer con este tiempo fuera del tiempo, excepto, si acaso, mala literatura, y esta vez no voy a ser yo quien la escriba.

¿Que más leer de Patricio Pron? Tiene publicados 17 libros, entre relatos, cuentos, novelas y ensayos. Voy a detenerme, sin demasiada justificación, en El libro tachado, un texto fascinante y erudito que deleitará a los que gustan del ensayo. Quienes prefieran los cuentos y los relatos, sugiero tres: El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, La vida interior de las plantas de interior y Lo que está y no se usa nos fulminará. Que cada lector haga su camino.

Todas las fotografías son gentileza de Patricio Pron.
PH foto de portada: Giorgia Fanelli
PH foto miniatura: Jaime Villanueva