«Jaulagrande. Nadie quiere ir. A qué, piensa Boris y mira el cielo de aspecto enfermizo como si el sol estuviera dando los últimos rayos que le quedan. El camino está vacío. La línea por la que van corta la mitad o lo que a él le parece la mitad de ese paisaje sin color. Desde el asiento de atrás puede ver las nubes moverse lento, grandes hongos de humo copando el cielo. Tienen que doblar a la derecha y seguir por ripio hasta dar con la puerta principal de la base. Hay partes de pasto seco hasta donde llega la vista: poco crece en un lugar así. Lo único que se diferencia del tono monocorde del paisaje son los troncos negros, sin follaje. La hilera combada que se extiende sobre el final y que irradia brillo. Una luminiscencia suave que le da forma al bosque»
Jaulagrande es una base militar en la que el sol se apaga, los gansos rejuvenecen al comer basura y cada quien encuentra su destino, aun si ese destino no es más que un punto final. Lo que sucede allí escapa a los convencionalismos, pero está atado a leyes tácitas que con extrema destreza Guadalupe Faraj logra establecer como otra lógica posible. De atmósfera espesa y un ritmo al que no le sobra ni le falta nada, Jaulagrande es una novela aguda, tierna, exacta y, sobre todo, penetrante.
Guadalupe Faraj nació en Argentina en 1976. Formada en filosofía, es escritora y fotógrafa. Su primera novela, Namura, ganó el premio de novela corta Concejo de Siero, otorgado en España, en 2011, y fue publicada en Argentina en 2018.