Design frontiers

Rodrigo Almeida: “No hay minimalismo que resista a una familia dentro de casa”

Autodidacta e incansable investigador, el diseñador Rodrigo Almeida se perfila como uno de los grandes nombres del arte contemporáneo de Brasil y espera un futuro en el que el diseño esté más presente en la vida de las personas

Por Juliana Nogueira Passos

22.07.2020

Despertar el interés por el objeto y permitir que el diseño sea parte de la vida de las personas es el gran desafío de Rodrigo Almeida. El diseñador paulista del interior del Estado llegó a la capital a principios de los años ‘90, período en el que la moda vivía un gran momento. En aquella época soñaba con convertirse en artista plástico, pero fue la producción de indumentaria la que le abrió las puertas del universo estético. “Con 16 años y un montón de amigos que hacen cosas maravillosas, uno también las quiere hacer”, recuerda Almeida. Los principales referentes de su trabajo están el la cultura afrobrasileña que, según él, tiene muchos aspectos a explorar, como el candomblé, las ropas y la música. Almeida cree que son códigos reales, que componen la atmósfera y ya están en la cabeza de las personas, posibilitando así una identidad inmediata. Y la proximidad con su propia historia también facilita el trabajo. “Soy mestizo de negro, indígena y portugués. Sería un trabajo enorme apostar a una influencia escandinava”, dice en broma.

 

Banco Trama, cuerda y estructura de aluminio, 2012. Pieza exclusiva para Nós Furniture de San Pablo. Gentileza.

Bautizada como la década perdida por culpa de la crisis económica que asoló toda América Latina en aquellos años, Almeida considera que los años ‘80 fueron tiempos riquísimos en términos culturales y tienen una influencia enorme en su trabajo. “Me encanta todo de esa época. Nosotros teníamos una idea de vanguardia que hoy ya no existe”, afirma. Todo lo que se presentaba entonces, según dice él, era distinto de lo que había en el mercado. Hoy las piezas son mucho más convencionales. “Todo es demasiado adecuado, falta innovación. Hoy solo se habla de design art, que es el diseño pensado para las galerías”, dice. La osadía de sus obras no deja dudas de que 40 años después, el aprecio por la libertad de creación sigue en el orden del día.

Almeida nunca intentó amoldarse a los cánones decorativos de la industria del diseño: la fórmula del living con sofá grande, mesa ratona enorme y dos poltronas nunca le llamó la atención. “La idea de que el futuro es clean viene de los años 60, cuando Stanley Kubrick filmó 2001: Odisea del Espacio. Es lindo, pero no es real”, asevera él, que trabaja en pro de un movimiento que haga que los ambientes sean más habitables. La cuarentena, cree Rodrigo, seguramente va a provocar cambios en ese sentido. “No hay minimalismo que resista a una familia dentro de la casa. Las personas quieren más tela, estampado, color”. Según dice él, además de dar más vida, son cosas fáciles de cambiar.

Sofá La Banquette, tapizado, 2012. Pieza exclusiva para Maison Christian Lacroix de París. Gentileza.

Ver como una pieza del mobiliario alcanza el estatus de objeto de deseo es un hecho para pocos. Hoy, el puesto ocupado por las sillas de Sergio Rodrigues y Jorge Zalszupin, en los años 80 eran la silla de Charles Eames o alguna de las piezas de Philip Stark. Al contrario de la moda, capaz de generar deseo instantáneo, el caso de los objetos es diferente, lleva más tiempo. “¿Quién sabe si en 20 años una pieza mía podrá formar parte de esa lista?”, se pregunta. Si dependiera del mercado internacional, tal vez no tarde tanto. Almeida ya expuso obras propias en galerías como FAT Galerie, en París, y Patricia Dorfmann, en Milán. También en Francia tiene piezas expuestas en el acervo permanente del Centre Georges Pompidou. En 2012, luego de tener una exposición patrocinada por la renombrada Maison Lacroix, del estilista francés Christian Lacroix, pasó a colaborar con las colecciones de la marca. El sofá La Banquette, creado por Rodrigo, forma parte de la línea de Lacroix y recientemente fue relanzado en nueva versión, con una nueva tela. Para este año había planeado una colección de vajillas, que por la pandemia quedó para el próximo año.

Silla de jacarandá reciclado, 2015. Pieza exclusiva para la galería Legado Arte de San Pablo. Gentileza.

Si hay algo que al mercado del diseño aún le falta aprender con el de la moda, según Rodrigo, es la capacidad de comunicación. “A las personas les parece que el diseño es simpático, cool, pero falta interés real. No conseguimos crear el mismo deseo que la moda es capaz de despertar”, afirma, y agrega que lo anterior no es una particularidad de su trabajo, sino del diseño en general. Él cree que aún hay un largo camino que distancia al público del diseño. Existe la idea de que es necesario ser un experto en el asunto para consumir. “En la moda, uno va a un desfile y entiende que aquello es un espectáculo, que si va a la tienda encontrará otras cosas y podrá comprar un jean”, argumenta. Sin embargo, vaticina que el aumento de personas que frecuentan las galerías de arte puede ser un indicador de un horizonte prometedor.

Otro aliado en este cambio es Instagram. Hoy, artistas que están empezando tienen la oportunidad de usar la red social como vidriera, sin depender tanto de las revistas especializadas, en las cuales solían mostrar sus trabajos. Rodrigo también cree que navegar por el portfolio de los artistas es una forma de educar los ojos. “Nuestra mirada se torna más aguda, ya que tenemos la oportunidad de ver no solo una obra, sino tres, diez, y así entender un poco el estilo, saber que es lo que nos agrada o no. Banaliza el arte pero de una buena manera”.