Entrevistamos al arquitecto y diseñador quien hoy es un referente de la fusión de arte y diseño. Con sello propio apostó a presentar en Milán su trabajo de investigación sobre un material noble y austero como el cartón.
Por Vivian Urfeig
18.09.2024
La experiencia del arquitecto y diseñador Ignacio Ruiz de Galarreta en el Salón Internacional del Mueble de Milán fue atípica. Muy distinta a la del resto de los talentos sub 35 que sueñan con impulsar sus carreras a partir del SaloneSatellite, la plataforma de lanzamiento de las voces emergentes del mundo entero por las que pasan más de 360 mil visitantes. Ignacio, al frente de su propio estudio Adorable Formidable, apostó otras fichas a su participación internacional. Y fue justamente esa particularidad la que terminó de posicionarlo como un referente que fusiona arte y diseño con sello propio.
Ignacio, Nacho, llevó su exploración geométrica y espacial materializada en tubos de cartón reciclados a una de las vidrieras globales más relevantes del sector. Sin más pretensiones que medir su propio rebote en las grandes ligas, se tiró a esa pileta para comprobar si había agua. La respuesta: sí, había agua. Entre desarrollos que aplicaban tecnología 3D, impresoras láser, materiales novedosos y hallazgos morfológicos, las sillas y las máscaras llamaron la atención. No solo por el abordaje experimental desde un material de descarte, sino por la precisión y el desarrollo constructivo de una pieza de uso.
“Fue una apuesta total. Me sentí diferente, capaz el menos comercial de todos ya que no llevé producto, llevé investigación. Y sin marketing”, repasa el arquitecto graduado en la FADU UBA, con un posgrado en Diseño Conceptual por la UNTREF. Cuando le llegó el mail confirmándole que había quedado seleccionado tuvo solo cuatro meses para prepararse. Entonces, diseñó en función del espacio. “Es muy argentino lo que hice, todo fue pensado para que sea desarmable. Mucho volumen, poco peso y piezas versátiles capaces de ensamblar”, señala Ignacio, que embaló en dos cajas toda su producción.
Sin brillos, y con una puesta escenográfica mínima y austera, su stand logró captar la atención justamente por esa decisión: la de ubicar las sillas tubos de cartón crudo en el piso del pabellón donde compartió la experiencia del SaloneSatellite en los 25 años de aniversario de la iniciativa creada por Marva Griffin.
“Me apasiona la exploración del potencial constructivo y narrativo del tubo de cartón y su habilidad para desenvolver funcionalidad doméstica”, apunta Nacho, que combina procesos digitales y, sobre todo, artesanales para crear sistemas de vinculaciones entre los tubos. La silla 11, por ejemplo, está conformada por 11 piezas distintas que se encastran entre sí prescindiendo de elementos o materiales externos de unión.
“Mi sueño es dedicarme 100x100 al diseño”, dice Ruiz de Galarreta, cuya impronta arquitectónica y el uso del espacio están presentes en toda su búsqueda: pura conciencia espacial, juego de proporciones y escalas. Su interés por el cartón, especialmente por los tubos, fue azaroso. “Es un material que remite al trabajo, a los primeros tubos los encontraba en la calle. Ahora ya no. Los compro a medida, de 21 centímetros de diámetro”, señala y subraya que su misión es “poner en valor al cartón, subirle el precio a este material de la calle que no tiene prensa”.
Entre los ejes de intersección, las uniones y los encuentros que, entre recorte y recorte habilitan los encastres, el diseñador reformula el paradigma del gran objeto de diseño por excelencia: la silla. Con un sistema propio, autogestivo y que resume años de investigación proyectual, Nacho Ruiz de Galarreta entrenó la curiosidad y la observación para detectar belleza y potencialidad en este dispositivo de uso cotidiano, quizás el más icónico, el que cumple los rituales domésticos y del mundo laboral. Así, sus sillas de tubos de cartón reflejan la inquietud por experimentar con materiales no convencionales. “Tengo el hábito de jugar y construir a partir de objetos que tengo a mi alcance para aportar una perspectiva del diseño mediante la fusión con procesos artísticos”, desliza. Y recuerda que cuando era chiquito fue su tío quien le planteó el gran interrogante de su vida. “¿Cómo es para vos en un dibujo de la proyección de la sombra de un cilindro sobre un plano inclinado?” Desde esta pregunta, el cilindro fue su gran desafío geométrico. “El cilindro y el cono son las formas más sensuales. La proyección de la sombra, las intersecciones. Es muy interesante abordar la geometría desde las formas orgánicas”, señala.
Además de los tubos, Nacho también presentó en Milán una serie de máscaras realizadas con film polarizado en poliéster, un material que se suele utilizar en autos o en fachadas de edificios. En este caso, la investigación puso el foco en los rostros, los reflejos, la propia identidad. Con algunas referencias del cine futurista y con la pandemia aún fresca en la memoria, el arquitecto y diseñador sumó guiños conceptuales: Desde la virtualidad hasta el sistema de reconocimiento facial y la propia estética de los rostros guiaron el trabajo. “Mi primer tema de estudio de chiquito fue la figura humana representada en dibujo. Copiaba animés y entendía de a poco la anatomía del cuerpo. Después la seguí explorando en la escultura y en la pintura. Hoy es un eje temático que todavía conservo”, apunta Nacho, quien integró la muestra de diseño en el Centro Cultural General San Martín junto a los colegas argentinos que participaron en el SaloneSatellite de Milán.
La prueba y el error. La observación y la curiosidad. La obsesión casi serial por la geometría y las proporciones. La narrativa proyectual de Nacho Ruiz de Galarreta plantea nuevos interrogantes. Un soplo de aire fresco para despabilar el futuro.
Portada: Sillas realizadas con tubos de papel prensado. Gentileza Nacho Ruiz de Galarreta