Los tonos mayores nace del interés -que ya había explorado en mis cortometrajes- de hacer irrumpir un elemento fantástico en un verosímil más o menos realista. Hay, entonces, una pequeña contradicción: el deseo de filmar una ciudad en particular (Buenos Aires) y trabajar con su geografía, y el deseo de desplegar en ella un enigma extraño, casi sobrenatural. En ese sentido, me atraía además que aquí la conexión con lo fantástico fuera a través del cuerpo. El brazo de una niña como la antena, como el vínculo con un misterio invisible.
No quería pensar un mundo alternativo de magos, brujas o vampiros, un mundo con reglas completamente distintas a éste, sino hacer que en lo cotidiano irrumpiera un elemento extraño. Más allá de la trama principal, a lo largo del film se narran pequeños relatos de este orden: un edificio protegido por lo que parece ser un libro mágico, gente que escucha la radio a través de una muela, un código cifrado en las arenas de Marte. Me gustaba que entonces la travesía de la niña la invitara a descubrir que el mundo, o la ciudad, están plagados de misterios. Deseaba que ésta fuera una película de aventuras: una aventura urbana, enigmática y luminosa.
Muchos de los puntos geográficos que aparecen formaron parte del entusiasmo de verlos filmados, y otros fueron elegidos por -al menos en mi opinión- parecer salidos de una fábula o de un clásico relato de aventuras. Fue así que se construyó el recorrido que haría Ana, la protagonista.
Por otro lado, me gustaba que Ana viviera en el Conurbano, en las afueras de la ciudad (tal como viví yo mi infancia y adolescencia), y que fuera el deseo por descifrar el enigma lo que la convocara a viajar constantemente hacia capital, a estar todo el tiempo desplazándose arriba de un colectivo o de un tren. A esto se suma la decisión de que Ana tuviera catorce años, esa edad en la que no se es del todo niño ni tampoco adulto y la independencia o la autonomía son todavía algo a descubrir: uno vive con poca plata en el bolsillo, poca batería en el celular, poca capacidad de previsión. Me interesaba esa precariedad del movimiento adolescente. Deambular por una ciudad que uno está empezando a conocer, lejos de casa, inconsciente del peligro.
Por último, la música es esencial para esta película. No solamente por una cuestión estética o rítmica, sino sobre todo por su importancia narrativa. Es la clave para luego poder descifrar el misterio. Esto fue posible gracias al músico Gabriel Chwojnik, quien compuso La Canción del Latido (el leitmotiv del film) y quien verdaderamente tuvo que partir de un código cifrado para luego construir una melodía.
LOS TONOS MAYORES
Un filme de Ingrid Pokropek
Ficción / Argentina-España /2023 /101 min./ Color
Premiere Internacional Berlinale Generation
Grand Prize Competencia Internacional Jeonju IFF
Mejor Película Iberoamericana y Mejor Actriz (Sofía Clausen) Festival de Málaga
Mención Especial del Jurado Seattle FF
Competencia Argentina Festival de Cine de Mar del Plata
FUNCIONES
Estreno: jueves 19 de septiembre en salas del país
El sábado 21 de septiembre en Cine Arte Cacodelphia