Leandro Allochis recomienda Imagen y culto, de Hans Belting

Le pedimos a Leandro Allochis, docente, artista  y curador, que nos recomiende algún libro, disco, película, serie o lo que más le gustase. Su respuesta fue Imagen y Culto de Hans Belting.

¿Han visto la nueva colaboración entre Gucci y North Face? El gigante logotipo de ambas marcas fusionadas ocupa toda la prenda para no dejar dudas que algo del prestigio de esas empresas se ha transferido a su portador, quien además es evidente poseedor de los U$S 5.000 que cuesta este buzo de frisa de algodón.

El uso cultural de la imagen como símbolo de poder no es algo nuevo y su tecnología para comunicar jerarquía se remonta al principio de las civilizaciones. Y es que esa cualidad significante de la imagen para emular la abstracta idea del poder se nutre del primitivo deseo humano de trascender y crear recuerdos de un paso glorioso por la vida.

 

Foto gentileza Julio Sánchez

De esta función metafísica de la imagen habla el historiador de arte Hans Belting en su libro Imagen y Culto. En un tono ameno y con lenguaje accesible, Belting nos lleva al pasado y al uso que especialmente la religión católica activó sobre las imágenes, como doble mágico de presencia divina a partir del Velo de la Verónica; aquel paño-fotografía en el que Cristo enjugara su sudor y sangre en su camino a la cruz y que dejaría en la tela impreso su rostro. Así, la iglesia superó el rechazo hacia las imágenes que le imponía su herencia, para convertir a lo icónico en su más fructífero aliado a la hora de propagarse por toda la Europa medieval.

Pero incluso yendo más atrás en el tiempo, Belting nos recuerda lo cerca que ha estado el arte del poder: En el antiguo Egipto como propaganda mural de las proezas del faraón, en la Edad Media como escudo de armas que representa un linaje o en el Renacimiento mediante el retrato individual que da cuenta del poder económico de los nuevos mercaderes y banqueros europeos.

El arte ha sido hermano del poder, funcional a gobiernos, imperios y religiones, pero las referencias no terminan en la cronología que propone Belting. Porque el arte ha cambiado con el paso de los siglos, pero no su función que testimoniar prestigio, continuada en el siglo XX con la consolidación de los grandes museos y finalmente con el nacimiento del mercado del arte y el coleccionismo burgués. Incluso el arte de las vanguardias históricas que parecía anárquico y autónomo de toda regulación institucional, quedó finalmente abducido por el mercado convirtiendo obras otrora políticas en mercancía de subasta. La práctica de poseer una obra de arte (Arte con mayúsculas, ese arte que tiene la apostilla del circuito) y hacer saber de tal posesión, parece no decaer en nuestros tiempos, con constantes ejemplos coronados por la instalación de un propio Museo del Louvre en el millonario
oasis de Dubái.

El libro Imagen y Culto nos aproxima a una arqueología de esta relación entre arte y poder, confirmando que el arte en sus múltiples expresiones resulta un talismán brillante que atrae a los poderosos y a la vez irradia poder, ya sea en los pasillos del Louvre, en una subasta de Sotheby´s o cuando usamos un buzo de Gucci-Adidas.