Nuevos paradigmas

Una Escuela Sustentable: el programa que acciona en la educación pública

La organización uruguaya Tagma tiene un objetivo: construir una red de colegios públicos sustentables en Latinoamérica. Martín Espósito es el creador de este proyecto y director de la ONG, que fue creada con el fin de llevar a cabo dicho programa.

Por Federico Ferrari Sánchez

03.05.2020

La primera escuela sustentable se hizo en Jaureguiberry, Uruguay, en el año 2016; la segunda, en la localidad bonaerense de Mar Chiquita, en 2018; este año se levantó la tercera en Valparaíso, Chile. Botellas, latas, restos y neumáticos fueron algunos de los descartes que utilizaron para edificar los establecimientos que se caracterizan por ser autosuficientes, es decir, pueden sobrevivir por sí solos, más allá de suministros y recursos disponibles.

La escuela rural 294 (Uruguay), la  N°12 (Argentina) y Lo Zárate (Chile) fueron las elegidas para recibir el nuevo edificio. Cada uno se construyó en un período de 45 días con materiales reciclables y tradicionales. Se trata de estructuras capaces de reutilizar el agua de la lluvia, calefaccionarse de manera natural,  utilizar energías renovables  y producir alimentos. Este es el sistema creado por el arquitecto norteamericano especializado en viviendas autosustentables, Micheal Reynolds, quien formó parte de la construcción de las dos primeras con su compañía Earthship Biotecture. Contaron con la financiación de capitales privados y aportes  del sector público, además de la participación de estudiantes de distintas partes del mundo, que asistieron a un taller teórico-práctico a la par que construían los edificios.

Martín Espósito es el creador de Una Escuela Sustentable y el director de Tagma, la ONG que creó para llevar a cabo el programa. Además, esta organización tiene otras dos líneas de trabajo: la construcción de aulas para la educación ambiental, que son espacios de usos múltiples utilizados por diferentes instituciones; y la confección de un programa educativo que problematice la currícula a partir de esta perspectiva. Hablamos con él sobre el proyecto que desde hace ocho años busca imponer un nuevo paradigma.

Martín Espósito, fundador de Una Escuela Sustentable. Gentileza.

Terminaron la construcción en Chile en pleno brote del Coronavirus en la región, ¿cómo fue finalizar en ese contexto?

Fue un poco frustrante para el equipo y la comunidad porque no pudimos tener un momento de entrega, de decir acá terminamos y abrazarnos. Los padres, vecinos y docentes venían todos los días a la mañana a darnos un desayuno a la obra, y a la tarde una colación. Con los días fuimos despidiéndonos, teniendo encuentros, charlas. Pero fue súper duro no poder tener una despedida correcta, porque pasamos dos meses juntos, y se generan vínculos fuertes.

¿Por qué lo eligieron como el tercer país para construir?

Fue la continuación de los que nos pasaba con Argentina: una afinidad cultural, una cercanía geográfica; también una conexión con organizaciones de allá. En 2019, además, iba a ser la sede de la COP 25 (Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU): estaba la sustentabilidad en el foco de todo.  Después cambió la realidad, y empezó a ser aún más importante lo que íbamos hacer en ese contexto. Las personas valoraron que estuviéramos construyendo en medio de todas las demandas sociales.

Interior del Aula de Educación Ambiental en Canelones, Uruguay. Gentileza.

En las dos primeras ediciones construyeron los edificios junto a  Michael Reynolds y su equipo, ¿por qué decidieron hacerlo sin él en esta última?

Lo que nos pasaba es que Reynolds construye un modelo predeterminado y nosotros lo que queremos es construir según necesidades locales. No queríamos que aterrice el edificio, sino que se compusiera con los materiales, lógicas y necesidades que hay ahí. También a nivel costos trabajar con él era muy caro, como el uso de ciertos materiales. Entonces para nosotros fue una evolución aprender y seguir adelante.

¿Cómo lo llevaron a cabo sin él? 

Generamos un equipo propio. El edificio lo diseñamos con Al Borde, una plataforma de arquitectos ecuatoriana especializada en diseño participativo. Lo que hicimos fue delinearlo en conjunto con la comunidad educativa de Lo Zárate. Se partió del que ellos ya tenían, y se hizo un rediseño total del espacio: se desmontó la estructura que existía, se dejó la estructura de hierro y se recubrió todo con materiales naturales; se sumaron energías renovables y sistemas de agua. Además construimos 250 metros nuevos.

Interior del Aula de Educación Ambiental en Canelones, Uruguay. Gentileza.

¿Qué cambios hubo respecto a la construcción en Uruguay y Argentina?

La disposición del edificio, porque se aprovechó lo que ya existía. También con el uso de materiales: usamos muy poco cemento y mucho barro, adobe y materiales de reciclaje locales. Hay reminiscencias a los anteriores estéticamente, como la presencia del invernadero frontal, que es importante en la aclimatación. Además, hicimos  un llamado de selección de escuelas, en vez de elegir una, y sumamos una residencia artística. La desarrollamos junto a la galería SOA de Uruguay y con el artista Luis Camnitzer y su equipo. Se convocó a artistas que vinieron desde distintas partes del mundo, que trabajaron en conjunto con los docentes en el diseño de dispositivos educativos y artísticos.

Ustedes continúan trabajando con la escuela 294 y la N°12, ¿cómo ha sido la experiencia de ambas?

La de Jaureguiberry viene sistematizando la forma en que usan el edificio como una herramienta pedagógica. Esto lo llevaron a un manual que la idea es editarlo juntos este año. El equipo educativo fijo tiene una línea de trabajo increíble y  una defensa hacia el proyecto alucinante que transmiten a los niños. El proyecto atrajo familias nuevas que están alineadas al concepto y eso transformó la comisión de padres y la forma en que trabajan. En Mar Chiquita tiene una comunidad más estable, con menos problemas estructurales que la de Jaureguiberry, que posee mayor cantidad de situaciones sociales críticas. Eso hizo que esté mejor acompañada. Ahora estamos tratando de vincular a las dos, y a la de Chile, para  que empiecen a funcionar en red las tres y puedan tener una planificación anual en conjunto, de a poco, dentro de su funcionamiento interno.

Domo donde funciona el Aula de Educación Ambiental de Uruguay. Gentileza.

¿La creación de la nueva escuela consolida más el espíritu de la comunidad? 

Se crea y se busca. Le ponemos mucho foco a lo que consideramos nosotros como la sustentabilidad humana, que son las relaciones sostén de estos procesos. Si no están, si las personas no existen, no hay edificio que se sostenga. Esto que hacemos construye nuevos vínculos. Que tenga otro futuro la escuela y los niños: tiene que ver con eso; el resto son herramientas.

¿Cuáles son los próximos pasos del programa?

Estamos en proceso de cierre del proyecto en Colombia. La idea es en junio, julio del año que viene construir. Teníamos en mayo la construcción de la segunda aula de educación ambiental en el norte de Uruguay, que se paso para agosto, y tenemos una en Entre Ríos para octubre, para la que aún seguimos buscando lugar Después, estamos entrando en conversaciones en Ecuador y tenemos algunos proyectos posibles en Brasil, Bolivia y España.