Magui o Magda, son los hipocorísticos que Magdalena Boggiano acepta de su propio nombre, no se reconoce cuando escriben su nombre en inglés. Es oriunda del barrio de Flores y actualmente habita en Parque Chas. Es la menor de tres hermanos, y los dos mayores (María y Juan Pablo) son mellizos. Sus recuerdos familiares están atravesados por el arte, los museos, las exposiciones, las visitas al local de Churba, las charlas sobre arquitectura y decoración, la música, la escritura, el baile… Conversó con The Praxis Journal sobre su proceso creativo.
Por Daniela Quintana
26.11.2025
La rama materna está compuesta por una madre y una abuela artistas plásticas, mientras que la vía paterna está relacionada a la medicina, padre pediatra (los viejos médicos de familia) y abuela odontóloga. De todos modos la vida familiar giraba en torno al arte, así es como Magui de muy chica asistió a talleres de dibujo y cerámica. En una cena familiar el escultor Leo Vinci, amigo de su padre, ve los dibujos de la Magui adolescente y la invita a su taller; ahí aprende a hacer esculturas en gran formato. Ese mundo le copa y se suma también a los talleres de los artistas Juan Carlos Distéfano y Don Ramón Castejón.
Desde muy chica, transitó las artes plásticas en diversos soportes, disfrutó el trabajo manual y la posibilidad de materializar las ideas, ella cree que todas estas experiencias le permitieron desde meter mano tanto en arreglos domésticos hasta tener una mirada resolutiva frente a la vida. Al terminar el secundario, inició dos carreras en simultáneo, por un lado artes en la Prilidiano Pueyrredón y arquitectura en la FADU. Más tarde también recaló en Puán para estudiar la licenciatura en Artes y así complementar la formación teórica. Si bien no terminó ninguna, capitalizó muy bien esas experiencias.
Sus primeros trabajos en los '90 fueron como realizadora escenográfica, siendo parte del equipo del artista Juan Danna. Magui recuerda haber armado ambientaciones para discotecas y restaurantes, para publicidades, para el Tren de la Costa, para diferentes shopping; y otros trabajos “más” serios como la restauración de una iglesia.
¿Cómo te acercaste al trabajo con luz?
Lo primero que pasó fue que con una colega, alrededor del año '95, en un taller que alquilábamos de forma colectiva en la calle Godoy Cruz (cuando no era el barrio mainstream como lo es ahora) experimentamos haciendo una especie de cartapesta con papel crepé sobre un globo, cuando se secó, pinchamos el globo y le pusimos una lamparita. El resultado me maravilló e inmediatamente pensé que se podían realizar formas más interesantes para iluminar. Me encantaba el efecto de papel tensado que se producía al secarse el pegamento. Ahí arranqué haciendo más que nada peces como lámparas para cuartos infantiles.
“A partir de ahí, también trabajé en iluminación de boliches bailables, hice realizaciones loquísimas como un lagarto de casi 14 metros para el techo de una discoteca… Luego me fui unos meses a Suiza, ahí no solo desarrolle la técnica, sino que también descubrí lo que era un trabajo bien pagado. Lo cierto era que esas lámparas que hacía, llevaban mucho trabajo y necesitaba bajar el tiempo de producción de cada objeto”, recuerda Magui.
La inspiración para la transición la encontró revisando una revista Billiken, en donde mediante plegado (y luego soplado) armaban un cubo. Con eso en mente fue a la biblioteca de la embajada de Japón para aprender la técnica del origami y desarrollar formas que puedan contener una lamparita. Ahí surgieron una serie de lámparas de papel que contaban con instrucciones de armado, pero se montaban sobre una estructura de alambre. Ese camino la llevó a exponer, ya para los 2000, en la feria mayorista Regala y a formalizar el proyecto como Objetos Luminosos, dice risueña la diseñadora.

¿Qué te atrajo de trabajar con la luz o tener la posibilidad de iluminar un espacio?
Por esa época, los 2000, realicé un curso de iluminación en Osram, cuando la fábrica estaba por zona norte, ahí descubrí cómo la luz influye en los estados de ánimo, como los diferentes tipos de iluminación propician que las personas estén más activas o se dispongan para el descanso, o incluso como determinados tipos de luz fomentan compras impulsivas o permiten generar lazos con la cosa a adquirir. Me gusta pensar la luz como un bien inmaterial muy valioso para capitalizar.
¿Cómo descubris los diferentes materiales?
“El papel no me terminaba de convencer y de repente miro a mi alrededor y descubro el polipropileno de la carpeta en donde anotaba todo, me resultó una materia prima viable, incluso existían proveedores locales cosa que era fundamental para poder planificar una producción. Adapté y desarrollé herramientas para poder producir las lámparas. Con el tiempo logré escalar la producción mediante troquelados y la sustitución de importaciones que sucedió posterior al 2001 me abrió las puertas a las grandes tiendas como Morph.”
“Es parte de mi proceso creativo la experimentación material”, dice Magui, “así fue como llegué a la madera torneada que es un material súper noble y cálido, que me permite trabajar objetos de escalas muy diversas en donde algunos modelos alcanzan el metro ochenta de altura. Este material fue posible de utilizarse en este rubro cuando surgieron masivamente las luces led, que no levantan temperatura y vienen en formatos super planos.”
“Y ahora en la línea La Maja, volví un poco al origen porque trabajo con plegados y estructuras internas, pero con materiales con mucha más pregnancia”, explica Magui y añade, “mi proceso creativo es empírico, pruebo materiales, busco como transmitir sensaciones, siempre estoy probando cosas, y muchas veces son procesos muy largos hasta que le encuentro la vuelta.”

¿Qué es lo mejor que te pasó en estos primeros 25 años de Oblumo?
Este año pasó algo muy especial y es que nos juntamos regularmente unos 10 fabricantes de iluminación e intercambiamos desde inquietudes hasta miedos, y además hacemos planes para realizar colaboraciones. Esto me parece muy bueno porque, en general, la vida empresarial es más solitaria y generar comunidad es espectacular.
¿Qué le pedís al futuro?
Que no se me vaya el deseo y la pasión por lo que hago. Yo disfruto mucho mucho mi día a día, buscar materiales, buscar la forma de materializar las ideas, trabajar con luz.
¿Qué estás leyendo?
Tengo dos libros en la mesita de luz: La amiga estupenda de Elena Ferrante y Parque Chas, Cien años de Ximena Sinay y Damián Rovner.
Todas la imágenes que ilustran la nota son gentileza de Magdalena Boggiano - Oblumo
