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Adam Driver, el cabo que se convirtió en una extraña estrella de Hollywood

Desde hace años que todos los años son El año de Adam Driver. En 2021, el actor estadounidense apareció en el musical moderno Anette y actuó por partida doble bajo las órdenes de Ridley Scott en El último duelo y La casa Gucci. Está instalado que el galán de 38 años es el diferente por excelencia de Hollywood, ¿por qué?

Por Nicolás Mancini

15.12.2021

Puede ser un dios terrenal en el comercial de Burberry y un violador despreciable en la Francia del siglo XIV de Ridley Scott. Puede ser el villano de la saga más famosa de la historia del cine y un policía que estira palabras en la película de zombies más “indie” que existe. Puede ser el Dustin Hoffman de la década del diez en Historia de un matrimonio y un misionero silencioso en el film menos popular de Martin Scorsese en años. Puede ser quien quieran que sea, y por eso lo llaman los mejores.

O quizás sea por su rostro, su particular forma de moverse o de entonar oraciones. Adam Driver “es muy disciplinado”, dijo Terry Gilliam. Adam Driver “respeta el juego”, afirmó Spike Lee. Adam Driver “parece de otro universo”, soltó Steven Soderbergh.

I: Adam Driver y las luces

Las pantallas de cine y televisión que se encendieron desde el 2012 en adelante ofrecen cada vez más la inconfundible figura de un metro noventa del protagonista de esta nota. Cada año que pasa, la voz grave y el característico peinado de Driver son reconocidos por más personas. A su vez, mientras algunos y algunas lo señalan como galán setentero y lo comparan con Hoffman, Al Pacino y Robert De Niro, es un outsider del siglo XXI. A simple vista se diferencia, tanto física como artísticamente, de los Chris Pratt, Ryan Reynolds y Chris Evans.

Se puede entender fácilmente que Driver es una estrella diferente, pero no se sabe explicar por qué. Quizás es su talento, quizás es por la extraña fisonomía de su rostro, quizás son los proyectos -casi siempre adecuados- que elige para su carrera. Una filmografía que no solo incluye el séptimo arte, sino también el teatro.

Pequeños papeles en las obras Mrs. Warren’s Profession y Man and Boy y en las películas No conoces a Jack y J. Edgar lo depositaron en Girls, su primer gran éxito. En la serie de Lena Dunham producida por HBO de 2012 es Adam Sackler, personaje que dio inicio a su fobia a verse en sus propios trabajos. Inicialmente rechazó participar del casting de la serie, pero su agente lo convenció. Según The New Yorker, quienes le tomaron la prueba lo definieron como "un carpintero, increíblemente guapo, pero un poco apagado".

Driver es el estudiante ejemplar de los proyectos que ocupan las breves 24 horas de sus días. Al igual que los actores a los que hace acordar, ante cada nuevo desafío aprende algo nuevo: para Silencio perdió 50 libras, para Paterson aprendió a conducir colectivos, para Lincoln estudió Morse y para La estafa de los Logan aprendió a hacer Martinis con una sola mano.

Driver y su esposa Joanne Tucker intentaron lo más que pudieron ocultar a su pequeño hijo de los flashes porque una de las principales metas de Adam es saber llevar adelante su día a día delante y detrás de las luces. Su participación en Star Wars como Kylo Ren lo alejó de las calles como las conocía antes de interpretar al villano de la tercera trilogía.

Antes, cuando podía andar tranquilamente con sus amigos sin que nadie lo conociera, soñaba con ser actor.

Lena Dunham y Adam Driver en Girls.

II: Adam Driver y las calles

Adam, Noah y Aaron solían filmar películas detrás de un supermercado de su barrio. Adam las definió como “estafas de John Woo”. Los tres pintaban pistolas de juguete de negro y usaban trajes de gabardina. Eran todas de acción. Allí también crearon un club de lucha que solo tenía una regla: no valían los golpes bajos.

En su adolescencia, los tres vivían en Mishawaka, una ciudad obrera que había quedado en el olvido tras la desaparición de una fábrica. Escalaban torres de radio, prendían fuego cosas y se zambullían en grandes contenedores de basura.

También veían películas mientras bebían alcohol. Jim Jarmusch y Martin Scorsese eran sus preferidos. La que marcó a Driver fue, sin dudas, El club de la pelea. “Me hizo sentir muy extraño, pero la volví a ver de inmediato”, declaró Driver sobre la primera vez que vio el clásico de David Fincher.

Hasta los siete años, que fue cuando se divorciaron sus padres, Adam vivía junto a ellos en San Diego e iban todos los viernes a la playa a comer panchos. Joe, su padre, era consejero de jóvenes bautistas y Nancy, su madre, tocaba el piano en la iglesia.

Cuando Joe y Nancy se separaron, la vida de Adam cambió. Se mudó con su madre y su hermana mayor a Mishawaka, la ciudad en donde nació y en la que aún vivían sus abuelos. Allí atravesó una experiencia similar a la del niño de Historia de un matrimonio. “Algo en lo que pensé todo el tiempo fueron las cosas que mi papá no hizo y que este tipo hace en la película de Noah. La lucha por la custodia. Me conmovía. Mi papá no hizo nada de esto. No se resistió", dijo sobre su personaje en la película de Baumbach que lo llevó a ser nominado en los Oscar 2020.

En Mishawaka a Adam le empezó a picar poco a poco el bicho de la actuación. Como vivía sumido en el mundo de las iglesias, en sus primeras experiencias artísticas combinó lo eclesiástico con la interpretación. Por ejemplo, en la iglesia de su padre hizo de joven que le daba el agua a Poncio Pilato para que este se lavara las manos. En la secundaria, tras ser rechazado, fue abridor oficial de telón y más tarde se redimió consiguiendo un papel de una sola línea (decía “Check his heart”) y logrando ser protagonista de Arsenic and Old Lace.

Antes de audicionar para Julliard, la escuela de actuación neoyorquina que primero lo rebotaría y años después lo aceptaría, Driver hizo de todo: fue cortador de pasto, telemarketer para una empresa de impermeabilización de sótanos y vendedor de aspiradoras, pelotas antiestrés y videos de National Geographic sobre ballenas.

Adam Driver como Kylo Ren, villano de la última trilogía de Star Wars.

III: Adam Driver y el ejército

Mientras era un veinteañero que luchaba por conseguir lugar en obras de teatro y producciones cinematográficas y televisivas, Adam no tuvo mejor idea que unirse a los marines. “Fue justo después del 911 y siento que la mayoría de la gente de mi edad en ese momento quería hacer algo e involucrarse. Fue un poco de eso junto con que yo no tenía dirección. Había ido a California para ser actor, pero me derrumbé por completo y me quemé porque me quedé sin dinero casi tan pronto como llegué allí. Así que volví a Indiana para conseguir un trabajo y no tenía rumbo, así que me uní a la Infantería de Marina", le explicó a Forbes. Lo vieron tan poco propicio para sus tareas que en el ejército le preguntaron si estaba huyendo de la ley.

Su experiencia con los marines por suerte fue breve. Al principio se sentía sapo de otro pozo y le costaba decirle a sus compañeros cuál era su verdadera vocación. “En la superficie parecía muy opuesto, pero luego comencé a hacer la conexión de que el proceso es lo que hay que seguir”, sostuvo el actor en la mencionada entrevista. Atención a este trabalenguas: allí fue cabo de lanza de la Marina del primer Batallón del primer Regimiento de la Infantería de Marina de la Compañía de Armas del Pelotón 81.

Las experiencias que lo alejaron de las vivencias militares fueron algo traumáticas. Por un lado, un accidente de bicicleta lo marginó de cualquier tipo de entrenamiento de combate posible; por el otro, durante un escenario de batalla simulado un fósforo blanco explotó sobre él y sus compañeros y todos quedaron, literalmente, flasheados por los acontecimientos. No va más, pensó, y armó las valijas y se fue a seguir intentando triunfar como actor.

Pero dejó su legado en el grupo. Antes de retirarse de los marines fundó la organización sin fines de lucro Arts in the Armed Forces, que comenzó con él leyendo obras de teatro para los militares. Lo hizo para desmitificar el vínculo entre los soldados y el teatro y para demostrar que el arte de las tablas y las bambalinas puede estar en cualquier lado. Hasta hace poco, la organización ofrecía una subvención de 10,000 dólares a una persona en el ejército que haya escrito una obra de teatro o una película sobre lo que quiera, pero no sobre el ejército.

Después de que lo rechazaran por primera vez de Juilliard, viajó a Los Ángeles en un Lincoln Town Car de 1990 con una heladerita y un microondas. Según le comentó a The New Yorker, cuando llegó fue estafado por un agente de bienes raíces y regresó a su casa con los últimos 200 dólares que le quedaban. “Todo fue simplemente vergonzoso. Me sentí como un maldito perdedor", dijo sobre la semana en la que estuvo en Hollywood por primera vez.

Driver volvió a Indiana y allí asistió a una escuela de actuación local en la Universidad de Indianápolis, lo que le permitió hacer una nueva audición para Juilliard y, finalmente, ser aceptado. Llegaron Girls, Lincoln, Frances Ha, Star Wars, Paterson, El infiltrado del KKKlan, Historia de un matrimonio, El último duelo, Anette y, ahora, La casa Gucci; Jim Jarmusch (su ídolo), Ridley Scott, Leos Carax, Spike Lee, Terry Gilliam, Lena Dunham y Martin Scorsese; la copa Volpi en Venecia, los reconocimientos de los críticos de Toronto y Los Ángeles y dos nominaciones al Oscar. ¿Qué sigue? 65, un thriller de ciencia ficción de los directores de La casa del terror; White Noise, lo nuevo de Noah Baumbach y A24; una de Jeff Nichols sobre el Che Guevara titulada Yankee Comandante.