Entrevistamos a la actriz, guionista y directora que el año pasado estrenó, en compañía de Benjamín Naishtat, una película que de alguna manera predijo la actualidad política en Argentina. El origen pandémico de Puan, su resignificación con el paso del tiempo y los próximos proyectos de una de las realizadoras latinoamericanas más prometedoras del presente.
Por Nicolás Mancini
16.04.2024
Imagínese a un extranjero preguntándole a un argentino: “¿Qué significa Puan?”. Ni el más erudito docente de esa facultad podría responder a esa pregunta con un 100% de certezas. A la palabra “Puan” se le atribuyen una veintena de significados, pero, así y todo, María Alché y Benjamín Naishtat se las arreglaron para transmitir en su película homónima su sentido más representativo. Cualquier persona ajena al mundo Puan puede ver su film y comprenderlo todo. Entenderá que “Puan” es, en esencia, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), pero también una calle, educación pública y gratuita, un pino en medio de un patio, diversas fotocopiadoras, un café llamado Sócrates, etc. El “Puan” que inspiró a los realizadores es el mismo que le robó popularidad a un partido de la Provincia de Buenos Aires, a una localidad, a la Fiesta de la Cebada Cervecera.
Uno puede deslizar que Puan -la película- funciona porque sus temas son universales. La ficción le suele escapar a los nichos. Kurt Vonnegut dice en su tesis de maestría que en las narraciones clásicas conviven solo seis tipos de historias. Ni más, ni menos. El film de Alché y Naishtat anula el prejuicio del “solo para entendidos” del mundo Puan por tratarse de una narración universal dirigida a la gran masa que, encima, no deja de lado detalles de puesta en escena que sí calientan en exclusiva el corazoncito de los puanners.
Puan, que llegará a Amazon Prime Video el 24 de abril, es la historia de un docente de la facultad, Marcelo, que ve amenazado su trabajo de toda la vida con la llegada al país de un colega mucho más “moderno” y cool que él, Rafael. Marcelo es su tocayo Subiotto, un actor que motivó a los directores a hacer la película, ya que querían que el país conociera su trabajo y tuviera, por fin, el protagónico que se merece. Rafael es Leonardo Sbaraglia, un actor del star system local que es capaz tanto de reírse de sí mismo como de poner la cara en las manifestaciones a favor del cine nacional en la puerta del Gaumont.
Alché, directora, actriz, escritora y docente, estudió Filosofía en Puan, así como Naishtat, el codirector, es hijo de un profesor de esa carrera en otra universidad. Ninguno es un outsider del mundo Puan, y María lo sabe bien: “Había una familiaridad grande respecto al mundo en que nos estábamos metiendo”.
¿Cómo hicieron para “universalizar” el concepto Puan?
Hay cosas que atraviesan a toda la sociedad argentina, como por ejemplo las relacionadas con el dinero. En la película hay muchos chistes con plata y ese es un tema muy argentino: las crisis económicas, la inflación, el desorden, los múltiples trabajos. El personaje además tiene un humor que excede el mundo de la facultad. En el cine, una persona que viene de afuera y que todos admiran simplemente porque vino de afuera es algo que puede ocurrir en cualquier universo. Porque somos esta ciudad puerto que mira siempre a Europa embelesada y muy poco al resto del país o al resto del continente. Son características que son Puan, pero también son Argentina o Buenos Aires.
¿Cómo fue dirigir de a dos?
Y, es difícil, porque en general a un director le gusta tomar todas las decisiones. Es muy personal dirigir, ¿no? Pero bueno, esta película tuvo características particulares. El guion salió tan rápido, tan bien, fue tan emocionante y nos gustaba tanto que fue como un imperativo decir ‘hay que filmarlo’. No fue tanto una decisión consciente, sino que el guión apareció muy rápido y con mucha fuerza. Entonces a partir de esa decisión les hicimos la propuesta a los productores -que nunca habían trabajado juntos porque eran los de Rojo y los de Familia Sumergida-, y ellos dijeron que sí.
-
Puan fue escrita en pandemia por dos artistas que venían de llamar la atención en festivales con sus trabajos previos como directores: Alché con Familia sumergida, su ópera prima y ganadora de un premio en San Sebastián; Naishtat con Rojo, que le mereció el reconocimiento a Mejor Director en el mencionado festival. Puan llegó en una época de incertidumbre como resultado de un “cadáver exquisito” que obligó a los guionistas a trabajar en pos del proyecto y a dejar de lado momentáneamente sus búsquedas personales: “Era un archivo que él (Naishtat) escribía 10 páginas y yo 20; él sumaba un poco más, modificaba algo que yo había escrito; yo volvía a leer todo y seguía escribiendo. Y de esa manera, un poco como un juego surrealista, la película se escribió muy rápido. Fluyó. Cuando terminamos ese guion nos gustaba mucho. Hubo como algo de inconsciencia, no fue que dijimos: ‘Ay, vos y yo que somos una pareja, vamos a dirigir’. Además está ese componente de que somos pareja, entonces no es un codirector que lo ves un ratito, es una persona que ves todo el tiempo de tu vida”, explica Alché.
¿Tuviste que resignar un poco de tu mirada?
Si, si vos pensás en mi película (Familia sumergida) y la que hizo Benjamín te vas a dar cuenta de que son mucho más formales estéticamente. Tienen una pretensión o una búsqueda visual y sonora mucho más específicas. Puan tenía otra energía, que era que los personajes nos lleven, que sea solar -no había mucha luz para enchufar, era todo el rebotado-, que sea cámara en mano. Había una actitud más punk y más sencilla para que los personajes lleven adelante esta comedia filosófica -como la dábamos en llamar para tratar de entender el tono que tenía para nosotros-. Era mucho más simple de planos, no tenía mucho tiempo para detenerse en ciertas cosas que capaz cada uno individualmente hubiera buscado.
Un poco lo pedía el proyecto, ¿no?
Lo pedía el proyecto, totalmente, y además teníamos ganas de que fuera una película deliberadamente abierta para el público. Reescribimos un montón las clases de filosofía. Hubo muchas reescrituras de guion para que encuentre un punto donde se mantenga algo del rigor filosófico y a su vez sea una clase abierta comprensible por cualquiera. Fue algo deliberado hacer eso.
-
Y el trabajo en conjunto, cuya parte más destacada, según Alché, fue “la energía que se le puso a la película”, dio sus frutos. Puan fue nominada al Goya, reconocida en el festival predilecto de la pareja, San Sebastián, y tuvo un importante impacto cultural. La directora recibe todos los días pedidos de “a lo largo y ancho del país” para proyectar Puan, “cosa insólita en este mundo de consumo”. Sobre este fenómeno, Alché dice: “Es tal la circulación que tiene esta película como una pieza que se ve con otras personas, que por supuesto que eso la resignifica y la vuelve un objeto particular. Nos enorgullece y nos da alegría que el cine argentino y nuestra película dialoguen con el presente. Que sea una herramienta para conversar y discutir. Un espacio de refugio, un encuentro”.
Puan, la película que la vio
Este artículo fue finalizado en la semana de clases públicas y jornadas de protesta de la Universidad de Buenos Aires en la que hubo reclamos por la recomposición del poder adquisitivo a través de paritarias libres y la aprobación de un presupuesto actualizado. Al igual que en Puan, los docentes terminaron dando clases en las calles.
La coyuntura política del país afecta constantemente la percepción de los espectadores de Puan. La hipótesis de la película se comprobó prácticamente al mismo tiempo de su estreno, época a su vez signada por una serie de políticas estatales que atentan contra la producción de films nacionales y de festivales como el de Mar del Plata, el único clase “A” de la región.
¿Cómo ves la resignificación de Puan con el paso del tiempo?
Por un lado, cuando escribimos la primera versión era mucho peor lo que pasaba en la película: los personajes tenían que irse del país y todas unas cosas que después fuimos atenuando. Realmente, cuando escribimos la película en 2020 si uno estaba atento a lo que estaba haciendo Trump en ese momento, a lo que estaba pasando con Bolsonaro, a lo que había pasado en el Capitolio con los fanáticos de Trump, uno veía dando vueltas señales de una derecha fascista en el mundo que perfectamente podían encarnarse en nuestra sociedad, que fue algo que finalmente ocurrió. Los indicios estaban ahí un poco. Luego, por supuesto, nos sorprendió la confluencia de estrenar la película justo con el contexto y creo que eso le dio una característica muy particular a cómo Puan es leída en la actualidad, que todos los días se renueva.
¿Cómo te cayeron las noticias sobre el posible desfinanciamiento del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA)?
Me parece que la avanzada que están haciendo sobre el INCAA es una muestra de ensañamiento contra una industria muy potente que motoriza la economía y trae inversiones. Es muy triste la destrucción de la cinematografía argentina como industria, que es lo que están haciendo. Por otro lado, también lo están usando como chivo expiatorio para acusarlo de todos los males del hambre del mundo y están dando un discurso muy erróneo, muy agresivo, porque el cine es un lazo social, es parte de la identidad e historia argentinas y como cultura es parte de educar y de formar a nuevas generaciones. Evidentemente algo les molesta mucho de la cultura que no ha sido favorable a estos gobiernos de derecha y el mecanismo es ‘destruyamos esto’. Me parece algo tristísimo.
-
Pero su mirada no se vio del todo empañada por las noticias pesimistas que llegan día a día sobre el tema. Alché reconoce que “el cine argentino es resiliente y está organizado”, más allá de que “es un dolor muy grande” todo lo que está pasando teniendo en cuenta que “tenemos una ley de cine virtuosa que nos permite mostrar al mundo nuestra cultura” y que fue un año de “buena cosecha de cine”, con películas argentinas como Argentina, 1985 o Los delincuentes que les dejaron ver al mundo “cosas importantes”.
María Alché directora
¿En qué estás ahora como directora y como actriz?
Trabajé en una película como actriz el año pasado de José Luis Torres Leiva, un director chileno que admiro mucho, que se llama Cuando las nubes esconden su sombra. Hace mucho que no actuaba así. Fue algo muy hermoso volver a hacer eso con un director tan talentoso como es José Luis. Se va a estrenar en Corea, en Jeonju. Después estoy escribiendo una película mía (que también va a dirigir) que se llama Te amo y hoy todo es hermoso, que es una película que transcurre en los años 50 y es por la cual estuve el año pasado en un programa del festival de San Sebastián.
¿Cuál será tu búsqueda en esa película?
Un poco a veces el proyecto te va pidiendo cosas. A mí este me está pidiendo muchas... Trato de que el proyecto me lleve y me diga un poco por dónde. Estoy investigando muchísimo de historia y me hago un montón de preguntas. ¿Cómo hacer una película de época sin hacer una película de época?’ Me lleva a ver películas de época hechas en distintas épocas sobre esa época. La arquitectura, el espacio, el lenguaje, las cartas. ¿Cómo era todo? Para escribir un diálogo investigo mucho con las palabras que se podía decir. Miro videos. Si uno se pierde en la internet profunda hay muchos archivos. Y también estoy yendo a archivos de distintos lugares. Así que por ahora es una investigación bastante fascinante. Y esa investigación me va marcando algunas ideas de lenguaje también, de cómo podría ser este universo.