Procesos creativos

Camila Fabbri, la referente millennial de la novela que enfrenta la “asfixiante” realidad de hacer arte en Argentina: “¿En qué lugares nos vamos a colocar los que nos vamos quedando sin nada?”

A sus 34 años, la escritora y directora de cine lanzó la atrapante novela “La reina del baile” tras ser finalista del prestigioso Premio Herralde de Novela 2023 que entrega la editorial Anagrama. Conversamos con ella sobre su más reciente creación y la actualidad del mundo del arte en Argentina tras la llegada al Gobierno del presidente Javier Milei.

Por Nicolás Mancini

26.01.2024

La perfecta armonía de Agnetha y Frida en el estribillo de “Dancing Queen” no es precisamente homologable a la armonía vital de Paulina, más allá de que este sea un personaje que integra una novela que fue titulada como el hit de ABBA. La protagonista de La reina del baile es una treintañera que afronta como puede las inclemencias del amor, la idea de maternar, la amistad, el trabajo, el machismo. Pero a esas vicisitudes se enfrenta la Paulina terrenal, la que camina entre nosotros, la del pasado. Porque después está la otra, la que yace inmóvil tras un accidente automovilístico. Gracias a la incesante verba de la conciencia de un personaje convaleciente, el lector tiene el privilegio de adentrarse en los pensamientos que podría tener alguien en el limbo. Un monólogo extraño e hipnótico sobre la vida y la muerte desde un purgatorio de asfalto.

La reina del baile, de Camila Fabbri, cuenta yendo y viniendo en el tiempo un momento en particular en la vida de una treintañera. Es breve y goza de una exclusividad que ostenta la minoría de los textos narrativos: es una novela moderna, de prestigio, que además puede ser leída desde la playa en un reposerazo vespertino. La historia empieza con Paulina despertándose tras un accidente y continúa alternando capítulos entre el pasado y presente. Una estrategia narrativa interesante, pero utilizada cada vez más en novelas y series como fría fórmula matemática. Sin embargo, en La reina del baile el lector quiere saber cómo el personaje llegó allí y el camino hasta la respuesta no es vacuo: está repleto de sustancia.

A Fabbri, el reconocimiento en el Premio Herralde de Novela 2023 le cayó de sorpresa en un momento ideal. Justo tenía pensado viajar a España para hacer una residencia en Madrid. Había aplicado al concurso de Anagrama con un seudónimo y se había olvidado del mismo cuando recibió la noticia de que había salido finalista. Todo cerró. Al volver al país le concedió a The Praxis Journal una amena entrevista sobre su nuevo libro y la realidad que enfrenta su país.

Empecemos con La reina del baile. ¿Qué vino primero? ¿El tema, la historia o la forma?

No estoy segura. En el proceso no hubo una toma de decisión respecto de eso. Quizás ahora, en un intento de desgranar, creo que las tres se fueron amalgamando. Lo que sí tengo en claro es que escribí la novela a partir del primer capítulo. No es que fui haciendo un montaje de escenas. Fue como vos la leíste. Originariamente era un relato más corto en el que esta mujer se despierta en un accidente; tenía esa imagen, pero todo lo demás no existía. De hecho no había tantos personajes. Era ella sola.

Y desde ahí fuiste para atrás…

Claro. Empecé desde ese momento, que me parecía que era una especie de final/principio, y lo partí en pedazos.

¿Cómo trabajaste los capítulos sin título, los del accidente? ¿Los pensaste como relatos autoconclusivos?

No sé si son autoconclusivos. Hay una elipsis en el medio. No es que sea un capítulo cortado con tijera. Realmente lo escribí como se lee porque fui del presente al pasado en ese orden. Creo que si hubiera escrito de corrido el presente en el que se va desarmando el accidente quizás hubiera cometido más errores tratando de cuidar esa cronología. Y también fue una decisión, más sobre el final, porque la edición llegó de manera prematura. Si bien es una novela cuyo grueso escribí en 2019, durante los años que siguieron la seguí trabajando, corrigiendo, abandoné, retomé. No sabía si era una novela, si era un libro… Por momentos pensaba que no lo era. Pero bueno, tenía algo ahí. Y la publicación fue muy prematura en el sentido de cuándo me enteré que la novela había quedado finalista. Sabía que el libro se publicaría, pero pensé que había un tiempo y no, fue bastante ahí nomás. Entonces tuve que tomar decisiones que en ese momento no había tomado respecto de los capítulos del pasado, que iban con título, y los del presente, que eran todos del mismo evento.

Pero el primero de los capítulos del accidente tiene título y los otros cinco no…

Sí. Fue una discusión también. Si todos los capítulos del presente no tienen título, ¿por qué el primero lo tiene? Pero no se podía empezar el libro sin nada. Entonces bueno, ahí hubo como un desliz.

¿Cómo trabajaste el narrador? Siento que el personaje afectado por el accidente y el del pasado tienen el mismo nivel de consciencia.

No sé si me puse tan quirúrgica en esas decisiones, yo creo que me di muchas libertades respecto de esa consciencia que está muy lúcida. Incluso hay algo del cuerpo dañado y del cuerpo más sano que, es cierto, ella acaba de chocar, su cuerpo está como un poco golpeado, pero aún así tiene la cabeza a un volumen altísimo. La verdad es que yo no sé muy bien cómo uno se siente en esas situaciones. Cómo se siente un cuerpo humano en esa situación. Ella tiene esa consciencia lúcida permanentemente, cuando está chocada y cuando no lo está. Entonces me parece que quizás lo único que va cambiando en el personaje es el contexto. Tiene esa especie de palabrerío permanente, pase lo que pase, hasta que muera. Entonces, sí, en ese sentido quizás no fui calculando tanto cuánta consciencia podía tener ella, ya sea sintiéndose mal o bien.

Hay momentos en donde el narrador se refiere a elementos pop de Argentina, pero sin nombrarlos. Habla de un cartel con un futbolista promocionando lácteos, de un “hombre” que se tiró por la ventana a una pileta y más. Uno, al leer esos elementos, puede completar la historia con su conocimiento. ¿Hay ahí una intención de dialogar con una generación?

Sí, hay varios (de esos ejemplos). Pero no quería hacer un anuario de personajes argentinos. No quería poner los nombres. Me parecía innecesario. Fue una decisión más de no hacer un catálogo. Incluso también con el perro Gallardo, que es Marcelo Gallardo, pero en ningún momento digo Marcelo Gallardo. Y yo creo que quizás lo generacional por ahí responde obviamente a algo personal, que es mi generación, y creo que también ayuda a poner en contexto el momento en el que está escrita la novela. Que haya algo necesariamente contemporáneo en el momento de la vida en el que están la protagonista y su amiga. Yo creo que siempre traigo estos elementos en lo que escribo, que se desprenden bastante de la televisión, de las redes, de esas cosas que están todo el tiempo cruzándose con la vida personal. Porque la vida personal también es eso: Messi con Galeno. Todo eso es un signo de época. No es algo necesariamente externo, también entra en la vida personal.

También dirigiste cine. ¿Tus procedimientos en ese arte y en la literatura son similares?

No, son procesos bastante distintos. De hecho, Clara se pierde en el bosque, que es la primera película que dirigí, fue un proceso bastante amable y cómodo en el sentido de que no tuve que estar, por ejemplo, muchos años recolectando fondos para poder filmarla. Porque es una película que se hizo solo con el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales). Entonces, mi deseo de dirigir estuvo más propulsado por el deseo de producir una película. En ese sentido creo que fue el mejor de los escenarios. No podría encontrar necesariamente similitudes entre eso y escribir un libro, pero por ahí lo que destaco del trabajo de dirigir tanto teatro como cine es que es un trabajo grupal y te saca un poco de la cueva en la que estás hablando solo.

¿Y vas a seguir dirigiendo?

No, por ahora no lo tengo pensado. Pero bueno, creo que el trabajo logró eso. Para mí hacer una película en este momento simboliza escribir el guión y dirigir a los actores. Pienso que dirigir ahora mismo es eso.

¿Qué te pasa frente al posible desfinanciamiento del Instituto de Cine (INCAA) y el Fondo Nacional de las Artes y la posible derogación de la Ley del libro?

La sensación es... Bueno, incertidumbre es una palabra que ya está muy gastada, pero va bastante por ahí. El INCAA no va a desaparecer, pero va a ser como una cáscara porque va a estar la puerta pero no va a haber nada dentro. Estoy bastante azorada porque no solamente son la Ley de cine y la Ley del libro. Día a día me voy enterando de colegas y compañeros y amigos que se están quedando sin trabajo en distintos ámbitos de la cultura, tanto estatal como privada, permanentemente. Y no sé de qué van a vivir. No es que desaparecen ciertos espacios y aparecen otros: no aparece nada. La sensación es esa: ¿en qué lugares nos vamos a colocar los que vamos quedando sin nada? Y es como una especie de monotema, ¿no? Como cuando en la pandemia era todo el tiempo hablar de a qué distancia habías estado de tal persona y cuánto te podías haber contagiado, ahora el diálogo es “no sé qué voy a hacer mañana, no sé de qué voy a vivir”. Ingresar en la pequeña industria no necesariamente es un trabajo redituable. El trabajo redituable es otra cosa, no tiene que ver con escribir libros. Entonces es un estado permanente de peligro. La alternativa es defender lo que es de uno y salir a la calle y demás, pero tampoco se puede salir tanto porque hay todo tipo de protocolos que te ponen en riesgo. La situación es como de asfixia.

Como artista, ¿la situación actual en Argentina, más allá de que en un futuro -más bien lejano- cambie para bien o para peor, te quita energía? ¿Te incentiva a volver con una nueva obra?

No, lo dudo muchísimo. Nunca fue para bien ningún gobierno neoliberal. Nunca. Yo creo que es algo que probablemente va a ir cambiando. No, en este momento no me genera deseos de... no creo que tenga las herramientas para poder hacer algo. Esa es la sensación. Creo que hay una desmotivación enorme, letal en general, tanto en el ámbito artístico como en el no artístico. Lo único que por momentos da cierto respiro es escuchar hablar a gente que todavía tiene como cierta inteligencia respecto de algo que se puede hacer. No sé. Juan Grabois, Ofelia Fernández, gente que todavía tiene un poco de vitalidad respecto de leer el escenario. Pero bueno, quizás es como entrar un poco en ese estado de derrota un rato y poder sacar la cabeza en algún momento. Un bajón.
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Fabbri, además de escribir La reina del baile, que ya está disponible en todas las librerías, publicó previamente dos libros de relatos, Los accidentes (2015 con reedición en 2017) y Estamos a salvo (2022); una novela de no ficción, El día que apagaron la luz (2021); cinco obras teatrales -las cuales también dirigió- y artículos en diversos medios culturales y literarios. En 2023 estrenó en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián su primera película como directora, Clara se pierde en el bosque.

Grandes apellidos del cánon literario no dejan duda de que hoy en día es Fabbri una de las referentes de su generación. Así como su protagonista es la monarca del baile, ella bien podría ser la “Dancing Queen” de la narrativa de habla hispana. Anagrama muestra cómo Leila Guerriero, Alejandro Zambra y Rodrigo Fresán destacan de ella, entre otras virtudes, su prosa, “que parece llegada del espacio exterior" (Guerriero); “su observación minuciosa y para nada pasiva” (Zambra); su capacidad de asombrar: “No salgo de mi asombro. No quiero salir. Ahora, atrévanse a entrar ustedes” (Fresán).