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Cartoon Saloon: sofisticación animada celta

Se trata del estudio ubicado en Irlanda que recupera personajes de su folclore. La orfandad, la tragedia, la magia ancestral y la dicotomía civilización-naturaleza son algunas de las temáticas recurrentes en películas como Wolfwalkers, La canción del mar y El secreto de Kells.

Por Tomás Eliaschev

02.02.2021

El cine de animación inspirado en la creatividad como premisa fundamental tiene una nueva Meca. No queda ni en la bahía de San Francisco, sede de Pixar, ni en las afueras de Tokio, donde está el mítico Studio Ghibli. Se trata de un estudio independiente ubicado en la ciudad medieval de Kilkenny, en el corazón de Irlanda: Cartoon Saloon. Con cada una de sus obras, notables por su calidad pictórica, el estudio gana adeptos más allá de los círculos de iniciados.

Su último lanzamiento es Wolfwalkers (traducida como Espíritu de lobo), con la que completaron su trilogía de películas animadas a mano e inspiradas en leyendas celtas. Como sus antecesoras, El secreto de Kells (2009) y La canción del mar (2014), fue nominada al Oscar y ya ganó reconocimiento en distintos festivales. Las dos anteriores fueron dirigidas por Tomm Moore, la primera junto a Nora Twomey. Para esta tercera se sumó Ross Stewart. Fue estrenada en diciembre pasado en Apple TV.

Wolfwalkers transcurre en el año 1650, en Kilkenny, durante la ocupación inglesa. Narra una amistad, en principio imposible, entre Robyn la “citadina”, inglesa e hija de un cazador de lobos a quien quiere imitar, y Mebh la “salvaje”, quien vive con su madre y una manada de lobos. Son wolfwalkers: se convierten en lobas cuando se duermen. Pronto, Robyn se transformará en una de ellas. Se enfrentan a Lord Protector, que quiere aplastar toda rebelión, quemar el bosque y terminar definitivamente con los lobos. Es una historia real: Lord Protector fue Oliver Cromwell, quien como encargado de doblegar a los rebeldes irlandeses llevó adelante el exterminio de los lobos. Cromwell trajo cazadores desde Inglaterra, a quienes les ofrecía dinero por cada animal eliminado.

Wolfwalkers. Gentileza Cartoon Saloon.

Impacta el contraste que muestra la película entre la ciudad fortificada, llena de guardias, rejas y límites -y también de pequeñas rebeliones- y el bosque otoñal, lugar de misterio, belleza y libertad, con fondos expresionistas acuarelados, líneas difuminadas y múltiples detalles que no se descubren a primera vista. La paleta y la combinación de los colores se potencian con la bella y penetrante música de Bruno Couilas, Kila y Aurora. Los juegos de luz generan ambientes enigmáticos.

A diferencia de la búsqueda obsesiva por hacer notar las tres dimensiones que se ve en la tendencia dominante de la animación generada por computadora (CGI), en las películas de la trilogía de Cartoon Saloon muchas de las imágenes no tienen perspectiva, emulando el estilo medieval. Su prioridad no es vender juguetes ni merchandising, sino contar buenas historias con la mejor calidad artística posible.

El cultivo de la animación tradicional no implica que en Cartoon Saloon se nieguen a recurrir a las computadoras. Se utilizan pero de forma orgánica junto al resto de la obra. En las escenas hechas desde el punto de vista de las niñas convertidas en lobas, éstas ven olores y sonidos. Al observar la escena en la que corren bajo la luna, musicalizada con la canción “Running with the wolfs”, de Aurora, se siente una verdadera montaña rusa de emociones y sentidos. Los trazos parecen dibujados a mano.

La recuperación de personajes del folclore y la historia celta es el marco para algunas temáticas recurrentes en la trilogía, como la orfandad y la tragedia, la dicotomía civilización-naturaleza y un mensaje antiautoritario, empático con todos los seres vivos. Las tres películas transcurren en medio de situaciones angustiantes pero que abren camino a la ensoñación, a la magia ancestral y a la belleza más excelsa, con rienda suelta para la experimentación. Sus personajes son queribles y sus relatos combinan aventura y emociones profundas. Prevalece lo luminoso, aunque haya momentos de miedo y oscuridad. No subestiman a las infancias y tampoco las abruman. A la vez, abren espacio a reflexiones políticas y filosóficas.

El secreto de Kells se basa en uno de los libros que sobrevivió a la Edad Media: “El Libro de Kells” es un manuscrito ilustrado por monjes celtas en la Abadía de Kells en el siglo IX. Trazaron miniaturas mucho antes de la aparición de lentes que permiten apreciarlas. Los detalles son asombrosos. Dibujaron líneas entrelazadas al infinito y laberintos microscópicos; y muchas figuras humanas y zoomorfas. El protagonista es un niño que vive tras los muros de la abadía con su tío y los monjes, atemorizados por la inminencia de una invasión vikinga. Del otro lado está el bosque, donde crecen las bayas necesarias para hacer tinta con la que habrán de pintar el manuscrito. Allí habitan personajes provenientes de las tradiciones pre cristianas.

La canción del mar transcurre a principio de la década del 80’. Aquí los protagonistas son dos hermanos que viven en un faro y perdieron a su madre cuando nació la menor. La pequeña puede transformarse en foca: es una selkie. En pleno Dublín, a donde se los lleva la abuela, justo en un día de Halloween, se conectan con muchas otras criaturas provenientes de las leyendas.

No todo es folclore celta: los amantes de los dibujos animados descubrirán en Wolfwalkers guiños inesperados. La forma en la que las chicas convertidas en lobas ven los olores se pensó a partir de Pepe Le Pew, el zorrillo de la Warner. La geometría y la vestimenta de Lord Protector remiten a Batman, la serie animada.

La más obvia referencia es La princesa Mononoke (1997), de Hayao Miyazaki, que también cuenta una historia de una niña que vive con lobos. En cuanto a lo estilístico, una de las referencias de los animadores irlandeses es otra película de Ghibli: El cuento de la princesa Kaguya (2013), por la libertad del dibujo y el uso de acuarelas. También se referencian en 101 dálmatas (1961), la película de Disney donde más se nota el trazo del artista; en El ladrón y el zapatero (1993), una obra inconclusa del británico-canadiense Richard Williams, donde se lleva a la perfección el dibujo; y en Fehérlófia (1981), una película húngara totalmente vanguardista que consideran el cenit de la animación hecha a mano. Hay otras inspiraciones más contemporáneas, como la “locura” de Spider-Man: Into the Spider-Verse (2018). Aquí reside una de las claves de Cartoon Saloon: el pasado y el folclore celta no son sólo motivo de nostalgia y añoranza. Son parte de un presente donde se derriban barreras en la búsqueda de un futuro donde reine el respeto por todos los seres vivos.

Foto de portada: gentileza Cartoon Saloon.