En exclusiva, conversamos con la paisajista francesa al frente de Mosbach Paysagistes, quien estuvo a cargo del entorno del Louvre de Lens y del Parque Phase Shift de Taiwán.
Por Vivian Urfeig
02.12.2022
Catherine Mosbasch siempre supo qué era lo que no quería: estar encerrada en una oficina. Prefería trabajar afuera, en la naturaleza. Por eso se anotó en la Escuela Nacional Superior de Paisaje de Versalles y también en Biología, Física y Química. Mosbach, reconocida paisajista francesa, define su trabajo desde lo holístico. Una perspectiva que intuía le calzaría justa desde su época de estudiante en bachillerato con orientación en Ciencias. Aún vivía en el campo familiar -padre y madre artesanos-, al este de Francia, y su patio de juegos había sido una inmensa pradera donde compartía juegos infantiles con los otros niños. Soñaba con convertirse en ingeniera hidráulica y forestal, para evitar trabajos técnicos y administrativos. Pero para ingresar a la tecnicatura debía rendir diversos exámenes. Entre otros, de pintura: “Salí última”, cuenta Mosbach. El tiempo acomodó las cosas y en 2012 su propuesta quedó al tope del podio del concurso del Louvre de Lens, un museo que descentraliza el acceso de las colecciones francesas y las pone a disposición de todos los ciudadanos. Mosbach también es la autora del Parque Phase Shift de Taiwán y profesora de la escuela de Diseño de la Universidad de Harvard y Filadelfia.
En exclusiva para The Praxis Journal, Mosbach repasa uno de los hitos de su estudio Mosbach Paysagistes: el entorno paisajístico del Louvre de Lens, que en diciembre cumple 10 años y se transformó en el faro cultural de la ciudad minera, ubicada a 200 kilómetros al norte de París. A distancia, enviando dibujos por mail y con más de 8 horas de diferencia horaria, la paisajista se las ingenió para trabajar a la par con el prestigioso estudio SANAA, de los arquitectos Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa, ganadores del premio Pritzker en 2010. El proyecto fue diseñado en tiempo récord para alojar más de 200 piezas destacadas del Museo del Louvre. “Pero 15 días antes de entregar el proyecto los arquitectos cambiaron de idea para que el edificio funcionara con la propuesta de paisaje que les habíamos enviado”, señala la editora de la revista Pages Paysages, que logró imprimir su propia huella en la parcela de una antigua mina de carbón.
Resignificar el patrimonio urbano, recuperar los espacios públicos y rescatar la simbología del carbón como fuente de riqueza natural fue el punto de partida Mosbach, que recibió la Orden Nacional de la Legión de Honor de Francia en 2019. Asumir este desafío fue también una manera de validar su dinámica holística en este terreno plagado de abedules donde se implantó el edificio que flota en el campo francés. “La memoria emotiva del lugar fue clave para trabajar la imagen de los trenes que transportaban carbón. Desarrollamos un travelling temporal entre el espacio y el objeto arquitectónico, una caja transparente y horizontal. En un solo nivel, la estructura principal abraza la ligera pendiente del terreno sin exceder nunca los seis metros de altura, revelando las copas de los árboles en algunos lugares. Así, la arquitectura se integra a su barrio de forma sutil y respetuosa, sin abrumarlo con su presencia. Transparente y no dominante. La fachada de aluminio propone un edificio que también es paisaje. Inicia distintos diálogos con la luz, según las horas del día y las estaciones del año. Es, a su modo, otra obra de arte para descubrir desde afuera”, destaca.
El exhaustivo relevamiento del terreno, llevó al estudio a tomar la decisión de preservar la biodiversidad del sitio minero de carbón que fue recolonizado por la naturaleza después de su cierre en 1960. Así, las líneas de los antiguos ferrocarriles se ven representadas en senderos y caminos que invitan a pasear entre prados de flores, explanadas y espejos de agua que conviven en armonía con el diseño sutil, sencillo y contundente del estudio SANAA. “Inseparable de la identidad del museo, el parque contribuye a hacer de la visita al Louvre-Lens una experiencia ecológica y sensorial que pone en valor la dimensión cultural, económica y social de Lens, imbricada con su pasado”, agrega Mosbach. Entre las singularidades del proyecto, se tuvo en cuenta la reducción del impacto de la construcción en cuanto al medioambiente. De esta manera, se desarrollaron áreas específicas para preservar especies vegetales notables, como el astrágalo de hojas de regaliz, una planta protegida muy rara del norte de Francia. “En el pasado, los límites del predio mantenían alejados a quienes no trabajaban en la mina. Mi trabajo fue crear el efecto contrario: el parque debe abrir los brazos al exterior”, afirma.
Con respecto al parque Phase Shift de Taiwán, Mosbach también dedicó mucho tiempo para desarrollar el programa de tal manera de resolver características técnicas al tiempo de respetar la identidad cultural del sitio. Aquí, la combinación entre la naturaleza y la tecnología proponen un refugio a las altas temperaturas a la vez reducen el impacto de la contaminación ambiental. Otra vez, Mosbach trabajó sobre un terreno que había cumplido otra función anterior: la de ser sede del antiguo aeropuerto de Taichung. Con superficies onduladas que canalizan el agua de lluvia, áreas de juego al aire libre e instalaciones deportivas, el diseño está conectado por senderos sinuosos. El estudio Mosbach Paysagistes trabajó en colaboración con Philippe Rahm Architectes y Ricky Liu & Associates Architects + Planners para el parque que también es conocido como Jade Eco Park. “Como el clima es subtropical húmedo, calentado por la corriente oceánica, optamos por desarrollar bolsones de aire fresco y limpio de Kuroshio. El parque está diseñado para crear situaciones que promuevan aire más fresco y limpio a través del paisajismo y la tecnología”, destaca. Mosbach aplicó tecnologías de enfriamiento a partir de mecanismos similares a los nebulizadores: se liberan nubes de vapor y agua para intercambiar por el calor subterráneo. Así, los visitantes reciben bocanadas de aire fresco mientras recorren los senderos.
Otra innovación está representada por el desarrollo de dispositivos que emiten ultrasonido para repeler la presencia de mosquitos. “El sonido es lo suficientemente alto para que detectar por oídos humanos, en realidad, se trata de imitar la frecuencia de las alas de una libélula que ahuyentan a los molestos insectos. Para todo este desarrollo utilizamos paneles solares en las 70 hectáreas del parque”, señala. En cuanto a la vegetación, el estudió seleccionó árboles con hojas anchas y flores blancas que ofrecen sombra o bien, reflejan la luz del sol. Además, brindan protección contra las lluvias y absorben parte de la humedad del aire a través de las raíces aéreas, lo que reduce la humedad. Tecnología y naturaleza, una sociedad perfecta que contribuye a generar paisaje para el disfrute de todas las generaciones: “De esto se trata mi trabajo, de diseñar espacios que admitan distintos tipos de apropiación, accesibles a todas las especies sin distinciones ni categorizaciones”, concluye Mosbach.
Foto de portada. Project museum park Louvre Lens. Gentileza @mosbach paysagistes-sanaa / Visual 211016 @catherine mosbach / Temporary installation Bernar Venet.