Nuevos paradigmas

Daniel Wolkowicz: "El proyecto de la editorial es una decisión ética"

Fundó su propia editorial, Wolkowicz Editores, dedicada al arte y el diseño. Desde ella, desafía la estructura clásica del negocio del libro y piensa de qué manera se pueden incorporar las nuevas tecnologías a la profesión.

Por Yamila Garab

05.06.2023

Daniel Wolkowicz se graduó como arquitecto, pero dedicó su vida al diseño gráfico y a la docencia. Además, desde hace más de una década publica libros desde la editorial que él mismo fundó, especializada en arte, diseño y comunicación: Wolkowicz Editores. También es un observador lúcido de la realidad que lo rodea, capaz de analizar desde su propio quehacer las tendencias que atraviesan el presente y se vislumbran para el futuro, en especial las nuevas tecnologías y sus desafíos. Alguien a quien, además, le gusta hablar de estos temas y demuestra estar actualizado: gajes del oficio.

Empecemos desde el principio: ¿cómo llegaste, siendo arquitecto, al diseño gráfico y la industria editorial?

Cuando estudiaba arquitectura, en los años '70, no existían las carreras de diseño, pero yo cursé una materia electiva de diseño gráfico e industrial que dictaba Julio Colmenero. Me di cuenta de que el tema me interesaba y, después de cursarla, trabajé en el estudio de uno de los docentes, Jorge Sarudiansky, escenógrafo y director de arte. A los pocos años me ofrecieron sumarme a esa cátedra, y cuando a mediados de los ’80 se lanzaron las carreras de diseño di clases también en Diseño Gráfico, e incluso tuve mi propia cátedra hasta 2022. Así que pertenezco a la generación que vivió en tiempo real el pasaje del diseño analógico al digital. En 2010 decidí fundar mi propia editorial especializada en diseño porque me interesa dejar memoria activa de la disciplina, pero también porque me gusta ayudar a personas talentosas que difícilmente vayan a poder publicar en una editorial convencional que se maneje con criterios puramente comerciales.

¿A qué diseñadores publicaste?

Empecé por algunos de mis ex alumnos más talentosos, que se formaron en la carrera de Diseño Gráfico y hoy son titulares de cátedra, como María Ledesma o Carlos Carpintero, que además son pensadores interesantes, originales, generadores de teoría propia y conocimiento. También publiqué libros como Activismo gráfico, con entrevistas a los grupos que hacen intervenciones urbanas, muchos de ellos artistas y diseñadores.

¿Las ventas de libros recompensan bien tus esfuerzos?

Sí, muchas veces ocurre, y me enorgullece que los libros se vendan bien pura y exclusivamente por su altísima calidad. Pasó con Regalitos semanales, de la ilustradora Vero Gatti, con 52 ilustraciones: una para cada semana del año. Ella pensaba publicarlo por su cuenta y yo, que ni siquiera lo había visto pero le tenía fe, le propuse hacerlo con mi editorial. Nos fue muy bien: se agotaron dos ediciones. Lo mismo pasó con un libro de Guillermo Brea sobre branding, del que también se vendieron dos ediciones de 500 ejemplares. Otro libro maravilloso fue Pócimas y brebajes para un corazón azul, sobre amor y erotismo, hecho íntegramente por ilustradoras mujeres a partir de frases del Kama Sutra y con un prólogo de Rosa Montero, un libro-objeto lujosísimo, de esos que se hacen por placer, pero igual vendimos completa la primera edición.

Al entrar a la web de Wolkowicz se ven muchos libros que no son de diseño ni de artes visuales…

Así es. Esto se debe en buena parte a que, durante la pandemia, muchísima gente quiso publicar lo que tenía escrito, así que decidí ampliar las colecciones y empecé a publicar rubros nuevos como poesía, de mis varios amigos poetas, o testimonios de vida. También edité un libro autobiográfico de Mónica Dawidowicz, sobreviviente del Holocausto que nació en un gueto durante la guerra, y otro de Marion Kaufman, periodista nacida en Alemania que llegó a Argentina de chica, pero después anduvo por todo el mundo y entrevistó a celebridades como Patricia Highsmith y a varios personajes increíbles, como el carcelero de Mandela en Sudáfrica, y también escribió crónicas de sus viajes a lugares como el desierto de Kalahari.

Además de la satisfacción personal, ¿un emprendimiento editorial como el tuyo puede ser también un medio de vida?

Más que una oportunidad de negocio, el proyecto de la editorial es una decisión ética, porque cuando uno entra en el circuito de las distribuidoras, librerías y demás, le queda apenas el diez por ciento del precio de tapa. Por eso le pongo muchas fichas a formas alternativas de financiar los libros, como las preventas colaborativas o el crowdfunding. Dejé todo ese circuito habitual de comercialización por una plataforma digital en la que tenemos toda la colección a la venta, más algún canal virtual y mucho manejo de redes sociales. Un dato interesante es que el 70 por ciento de las ventas consisten en pedidos del interior del país y los enviamos por correo, incluso hasta Ushuaia. También nos compran desde el exterior, pero en PDF porque los costos de envío lo hacen inviable.

Izquierda: La marca-país en América Latina, tapa diseñada por Alejandro Ros. Centro: retrato de Daniel Wolkowicz por Santiago Tenembaum. Derecha: Activismo gráfico, tapa diseñada por María Laura Nieto. Gentileza Wolcowicz Editores.

¿El diseño de los libros y de la tapa siempre es tuyo?

No, eso depende de cada caso. En algunos hago yo el diseño integral y en otros no porque los mismos autores son diseñadores o tienen sus amigos que lo son, así que lo hacen por su cuenta.

Los libros predominantemente visuales, de diseño o arte, ¿tienen una larga vida por delante o están condenados a ser reemplazados por formatos más tecnológicos?

Hasta ahora ambos mundos pueden convivir, pero quizás el futuro esté en las narrativas mixtas que combinen distintas experiencias. Por ejemplo, ya existen libros físicos que vienen con una aplicación para el celular y entonces, por ejemplo, se escanea una imagen y surgen contenidos multimedia como animaciones de realidad aumentada. Eso es aprovechar lo mejor de cada medio, porque hoy ya no alcanza sólo con el libro en papel. Incluso sería deseable que se aplique también en la educación, en lugar de los manuales aburridos.

En ese caso, ¿el diseño gráfico de libros va a tener que adaptarse e incorporar a todas estas nuevas posibilidades?

Yo diría más bien que el diseño dejó de ser fraccionado y no existen más compartimentos estancos. Hoy ya no es gráfico, industrial o arquitectónico sino diseño a secas, un gran combo multidisciplinar donde participan un sinnúmero de especialidades: una construcción colectiva, aunque también con una perspectiva a corto plazo que nos llena de incertidumbre. Por ejemplo, hoy hablamos de la inteligencia artificial, que casi recién nos enteramos de que existe, pero ya sabemos que pronto nos va a tocar trabajar con ella. Personalmente, creo que no nos vamos a quedar sin trabajo, no nos van a reemplazar, pero seguramente sí vamos a tener que sumarlas a nuestro quehacer.

Sin embargo, ya se dice cada vez más que las IA pueden escribir libros solas, sin ayuda humana.

Es algo que ya vengo investigando, porque como editor no me resulta indiferente. De hecho, hace poco le dije al ChatGPT “Dame la estructura de una teórica de diseño editorial” y la hizo bastante bien. Después le dije “Ahora, desarrollá cada uno de los puntos”, y otra vez lo hizo muy bien. Según dicen, así se podría escribir un libro en solo tres horas, pero yo creo –y supongo que muchos más también– que todavía persisten ciertos valores como la ironía, la retórica o el humor, que siguen siendo 100 por ciento humanos y siempre vamos a poder capitalizarlos como valor diferencial.

¿Cómo pensás que van a repercutir todas estas herramientas en la enseñanza del diseño?

Creo firmemente que las universidades tal como las conocemos van a dejar de existir. Por un lado, ya están instaladas definitivamente las estructuras de educación a distancia, que no se abandonaron después de la pandemia. Por otra parte, dentro de muy poco los alumnos van a poder moldear su formación a medida, porque hoy ya no quieren materias que no les interesen cuando pueden hacer cursos virtuales de lo que sí quieren aprender. Además, hoy un estudiante acostumbrado a hacer todo con su celular no puede prestar más de 20 minutos de atención en una clase, eso es un hecho y ya está moldeando la forma de enseñar.

¿Qué va a pasar con el diseño gráfico y su enseñanza?

Vamos a tener que aprender a diseñar la experiencia y la interfaz de usuario (UX y UI), el diseño de aplicaciones y otros rubros digitales. El desafío es que el algoritmo para todo eso no sea construido por informáticos sino por diseñadores con más formación intelectual y profesionales que puedan analizar la realidad social, el contexto, las dificultades y la locura en que estamos metidos entre la catástrofe ecológica y la guerra. En este sentido, en mi cátedra jamás se habló de la creatividad como una epifanía sino más bien, citando a Einstein, como algo que ocurre cuando la inteligencia se divierte.

¿Creés que hoy, con todos estos cambios que comentás, la vieja idea de que el diseño mejora la vida va a adquirir un nuevo significado?

Nadie puede decir que el diseño va a salvar al mundo ni que los diseñadores tenemos el poder de cambiar las cosas, porque somos un engranaje más dentro de una construcción social muy compleja. Lo que sí podemos es hacer valer nuestro aporte en el diagnóstico del presente y en la prefiguración de un futuro posible. Estas tareas son las que me movilizan hoy. Por eso sigo sintiendo pasión por el diseño. Lo digo yo, que empecé haciendo trabajos de identidad corporativa que se reducían a un logo en el papel carta o en una tarjeta personal, y hoy tengo que pensar en una multiplataforma transmedia e interactiva.

¿Todo esto te genera incertidumbre?

Sí, claro, pero no me desespero porque me gusta mucho más la incertidumbre que la comodidad.

Foto de portada. Visiones sobre el rol social del Diseño: tapa diseñada por Mariana Pittaluga en base a un afiche de Coco Cerella. Diseñando un museo abierto: tapa diseñada por Daniel Wolkowicz. Espacio social y espacio simbólico, territorios del diseño: tapa diseñada por Daniel Vidable. Gentileza Wolkowicz Editores.