Procesos creativos

María Fernanda Cartagena: sobre la potencia política, espiritual y sanadora de las plantas

La curadora de la exposición Plantas de Poder, realizada en el Centro Cultural Metropolitano de Quito, nos comparte su entendimiento sobre la relación entre vegetación nativa y lucha social.

Por Martín Bonadeo

10.04.2024

Todo empezó con un posteo sobre una muestra llamada Plantas de Poder. El título me atrajo mucho. Cuando vi que la curaduría era de mi amiga María Fernanda Cartagena, dije: tengo que ir a verla. Pero era en Quito y yo estaba en Barcelona. En esos días me confirmaron una muestra en Bogotá. Y, como el salto de Colombia a Ecuador era mucho más chico, decidí darlo, y no me arrepentí. Llegué, y al rato estábamos junto a María Fernanda en el Centro Cultural Metropolitano charlando en el poderoso jardín de plantas nativas y maestras donde comienza la exposición.

Para los que no la conocen, María Fernanda es una investigadora y curadora independiente que luego de formarse en los Estados Unidos y el Reino Unido, es candidata al doctorado en el Departamento de Antropología de la Universidad McGill, Canadá, donde explora la relación entre artes contemporáneas y ontologías andinas. Ha realizado un trabajo sostenido de gestión e investigación sobre prácticas artísticas en la esfera pública, arte comunitario, y pedagogías críticas en contextos sociales. En esta charla nos enfocamos en su última curaduría, realizada para Plantas de poder (octubre 2023 - enero 2024). Conversamos sobre la potencia sanadora, espiritual y política en el arte contemporáneo, las luchas sociales y las prácticas comunitarias.

María Fernanda Cartagena es curadora independiente e investigadora. En la actualidad, explora la relación entre artes contemporáneas y ontologías andinas. PH: Alexander Alcocer C./Gentileza.

¿Cómo llegaste a hacer una muestra en la que las protagonistas son las plantas?

Esta es una de esas muestras que se van cocinando a lo largo de muchos años. Por un lado, hay una parte más personal. Yo vivo en un valle un poquito alejado de Quito. Mi casa tiene un jardín central en el que mi papá sembró plantas y cuidó sus árboles muy apasionadamente. El jardín es el lugar más hermoso de la casa y lo suficientemente grande para tener ahí un Aguacate y un Arupo en el medio. El Arupo fue el regalo que mi papá le dio a mi mamá cuando se conocieron y cuando mi papá construyó esta casa (él era arquitecto) lo sembraron ahí. Mi papá falleció hace unos años y el Arupo se transformó en su presencia, sigue ahí para embellecer la casa y para conectarnos con su memoria y con su espíritu. Alrededor de ese árbol todos los años brotan orquídeas que lo abrazan y sé que son regalos de mi papá. Entonces, siempre he tenido la certeza de que esos espíritus están en las plantas, que las habitan y que nos tocan. Mi experiencia con el cacto maestro de San Pedro también es un referente importante, me ha ayudado mucho a integrar el corazón y la razón.

Ahora que estoy realizando mi doctorado en Antropología en McGill, una universidad canadiense, me interesó mucho abordar las relaciones entre lo humano y lo no humano desde el arte: esas fuerzas, esas energías, esos espíritus, esa conversación con los muertos, con las montañas sagradas y con las plantas que son propias de las ontologías andinas, amazónicas y que brotan desde los bordes de la modernidad.

En el contexto de Plantas de Poder, Pilar Flores estuvo a cargo de diseñar el jardín del Centro Cultural Metropolitano de Quito. PH: Alexander Alocer C./Gentileza.

Tal vez lo que más me impacta es que el arte suele representar y esta exhibición temporaria empieza en un jardín colonial español con la presentación de plantas sagradas que van a quedar ahí más allá de la muestra. Más allá de las obras contemporáneas y de las ceremonias que registra la exposición.

En el mundo del arte el peso de la representación aún es muy fuerte y no necesariamente todo pasa por re-presentar. Hay muchas cosas que van más allá, me interesa cuestionar el actual anclaje predominantemente discursivo en el arte. Empecé a conversar con varios artistas como Angélica Alomoto y José Luis Macas (que son parte de la exhibición) y me di cuenta de la relación tan íntima que tenían con las plantas sagradas. Angélica con la hoja de guayusa y José Luis con la hoja de coca. En sus obras ellos abren el espacio para la presencia de estas plantas. También varios Taitas y Mamas andinas me han reforzado cada vez más el respeto y el cariño que le tengo a las plantas. Para todos quienes participamos entonces fue muy natural una exhibición dedicada a las plantas de poder. Era imposible que no estén ellas presentes y tuvimos la suerte de tener la apertura de Francois Coco Laso, el director del Centro Cultural Metropolitano que se entusiasmó con la idea de poder resembrar un jardín que tenía césped y que estaba descuidado, trayendo estos seres vivientes nativos. El diseño del jardín estuvo a cargo de Pilar Flores, artista que viene creando con la naturaleza y haciendo jardines urbanos nativos desde hace muchos años. Ese gesto mínimo de traer plantas de poder al jardín en poco tiempo ha cambiado la energía de la pesada historia colonial de ese espacio.

Me imagino que la gente que trabaja en el Centro cultural debe estar muy contenta con este cambio.

Si, varias personas que trabajan cerca del jardín coinciden en que la energía se renovó. Hace algunas décadas, se trasladó a este patio colonial una antigua picota de piedra o columna de ajusticiamiento. Las plantas nativas ahora intervienen en esa memoria violenta. Pilar concibió al jardín como un espacio de lo diverso, del lento crecimiento y del cuidado amoroso.

"El mundo kichwa reconoce dualidades complementarias: la obscuridad y la luz. A las plantas se les pide permiso, se les agradece, y se atiende lo que piden, se les hace ofrendas. Ellas tienen sus propias lógicas y sus personalidades entonces me interesaba, en la medida de lo posible, visibilizar estas relaciones a través de las obras de los artistas y de la documentación de prácticas activistas y comunitarias", explica Cartagena sobre la exposición Plantas de Poder. PH: Alexander Alocer C./Gentileza.

¿Por qué elegiste el título Plantas de poder?

La palabra poder es una categoría cargada de tanta teoría que la exposición tiene un subtítulo: "Una exhibición sobre la potencia política, espiritual y sanadora de las plantas". Entonces yo concibo a ese poder como potencia, como agencia, como esta habilidad que tienen las plantas para hacer cosas más allá de lo que nosotros queremos. Las plantas tienen esa vida propia, esa sensibilidad, esa sabiduría, esa personalidad y esa capacidad también de llegar a nosotros cuando menos lo imaginamos, como en los sueños, y de empujarnos hacia la sanación y también a la protesta.

Mientras estaba concibiendo Plantas de poder, me sirvió mucho conversar con mama Avelina Rogel, ella es una de las fotografiadas en la sala dedicada a las Plantas y luchas sociales. Es portadora de la medicina milenaria de los Andes y es una de las principales autoridades espirituales de los pueblos indígenas del Ecuador. Ella es muy clara en que las plantas son familia, convocan y hasta nos presionan para actuar.

Sé por mi director de doctorado (Eduardo Kohn, autor de Cómo piensan los bosques), que jampi en idioma kichwa de la Amazonía ecuatoriana hace referencia tanto al veneno como al remedio curativo. El mundo kichwa reconoce dualidades complementarias: la obscuridad y la luz. A las plantas se les pide permiso, se les agradece, y se atiende lo que piden, se les hace ofrendas. Ellas tienen sus propias lógicas y sus personalidades entonces me interesaba, en la medida de lo posible, visibilizar estas relaciones a través de las obras de los artistas y de la documentación de prácticas activistas y comunitarias.

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La muestra que incluye documentación de trabajos realizados por mamas y taytas, grupos de mujeres activistas y obras contemporáneas que girán en torno del conocimiento de estas plantas sagradas, cerró en medio de una dolorosa ola de violencia sin precedentes en Ecuador. Mi intención de reproducir este diálogo en esta nota es difundirla para lograr que este conocimiento y esta exhibición puedan circular en otros lugares más allá de Quito.

Artistas y colectivos presentes en la exhibición: Marcelo Aguirre, Angélica Alomoto, Fernando Derks, Manai Kowii, Yana Lema, José Luis Macas, Elías Mamallacta, Christian Proaño, Colectivo Intersticios (Pilar Flores y Roberto Vega, Tayta Roqui Ochoa y la Asociación Intercultural Yachaks Pumapungo, Fabiola Cedillo, Karen Toro, Paulina Leon, David Sur, Colectiva Cholas Valientes, Colectiva Generxs Diversxs, Colectivo Yama, Colectivo Warmi Muyu.