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El cine y la moda: dos profesiones enhebradas

Hay películas biográficas sobre modistos y modistas; películas que tratan sobre diseñadores o diseñadoras de ficción; películas documentales sobre empresas importantes de confección; películas dirigidas por gurúes del textil; películas con diseños de vestuario de símbolos indiscutibles de la profesión y hasta películas de terror protagonizadas por vestidos asesinos. El cine le abre las puertas a cualquier cosa y la moda está vinculada a él -casi- desde sus primeros días.

Por Nicolás Mancini

24.09.2021

Diseñadores VIP

La estrecha relación entre el cine y la confección se empezó a forjar en el área de arte. El diseño de vestuario, pata fundamental del oficio, fue quien enhebró el hilo que une a ambos trabajos. La profesión del modisto tal y como la conocemos hoy y el cine no nacieron juntas por unos pocos años, pero cuando se fusionaron hicieron desastres.

El primer gran apellido que llegó al séptimo arte fue Poiret. Paul es uno de los artífices de la vestimenta del art déco y de la belle époque. El francés empezó a hacer sastrería fina a comienzos del siglo XIX como dibujante ayudando a Jacques Doucet, otro experto en la materia. Trabajó en la casa de moda Worth -donde no le llevaban el apunte- y cuando se independizó, en 1903, empezó a hacerse conocido en el mundillo de las buenas ropas. Creó la famosa “vagué”, eliminó el corsé y avaló cuando nadie lo hacía los sostenes flexibles, las medias de mujer transparentes y los portaligas. Su labor como diseñador de vestuario de películas tuvo varios hitos, entre ellos los elegantísimos looks de Sarah Bernhardt en La dama de las camelias (La Dame aux Camélias) y en Queen Elizabeth.

El irreverente y excéntrico Erté es el segundo. Todo figurín de los looks de las primeras décadas del siglo XX y del art déco no huye de Poiret y Erté. El ruso Romain de Tirtoff, cuyo nombre real casi nadie conoció, fue el responsable de los vestuarios más ostentosos de la época. Los más El gran Gatsby. Se inspiraba en el arte de la Mesopotamia, Egipto, Asia y de los bizantinos y comenzó trabajando en la casa de Poiret, en París. Participó de las vanguardias estéticas de comienzos de siglo e hizo destacar durante años las portadas de la mítica revista Harper’s Bazaar. Su conexión con el cine comenzó con Ben-Hur, donde vistió exquisitamente a Ramón Novarro.

Cuenta la leyenda que Erté vaticinó el trágico final del actor mexicano, quien murió asesinado por dos jóvenes que habían ido a pasar una “agradable” velada junto a él a su casa. En 1931, Novarro y compañía grabaron un melodrama sobre la figura de Mata Hari y Erté, al enterarse, terminó invocando a los astros, arrojando maldiciones y estallando en predicciones: “La Luna está en el signo de Virgo, fuera del elemento tierra, y Júpiter en el fuego de la casa de Poseidón. Muerte sin resurrección”, exclamó durante alguna de sus noches de furia. Se rumoreaba que estaba enojado porque después de Ben-Hur no lo habían tenido en cuenta para Mata Hari y que para hacer los vestuarios de la película habían copiado viejas fotografías de sus diseños sobre el personaje. Entre una de sus frases, Erté vaticinó que Novarro moriría “asesinado por los dioses”. Paul y Tom Ferguson, extras en la película Jasón y los argonautas, de Don Chaffey, que estaba plagada de dioses y monstruos de plástico manipulados con stop motion, fueron quienes lo asesinaron. Cuando el modisto se retiró del mundo del cine dijo que Hollywood y los ambientes cinematográficos eran “basurales de Urano, calderos hirvientes de Arpías, Cronos y Plutón”.

Madeleine Vionnet, otra referente de la profesión, trabajó sin acreditar en The Bachelor Father, de 1931. Vistió a Marion Davies y lo hizo junto a otros colegas que no salieron en los créditos: John Redfern, Edward Molyneux y Gilbert Adrian. Su contribución con la moda tuvo que ver con la popularización del corte al bies y con liberar a la mujer de las ataduras de los vestidos.

La relación de Coco Chanel con el cine fue bastante más allá que las de los otros. La referente femenina de la belle époque, rupturista, dueña de una de las casas de moda más famosas de la historia y creadora del traje sastre tweed, fue quien estuvo más cerca de Hollywood cuando la industria estaba en su esplendor. En 1931, mientras vivía en Monte Carlo, conoció a Samuel Goldwyn a través del primo del zar de Rusia Nicolas II. El productor y creador de uno de los estudios más poderosos de la industria (Metro Goldwyn Mayer) le ofreció una propuesta de un millón de dólares para diseñar el vestuario para las estrellas de MGM dos veces al año. Aceptó la oferta y viajó a Estados Unidos, donde empezó a confeccionar para figuras de la talla de Gloria Swanson, Ina Claire, Greta Garbo y Marlene Dietrich. Las dos últimas quedaron obnubiladas por la labor de Chanel y se convirtieron en sus clientes personales.

Su experiencia en Hollywood terminó más o menos como la de Erté. Coco se retiró de la industria con aversión hacia las producciones de cine y la cultura de Hollywood. Las consideraba “infantiles” y “vulgares”. Sobre su salida, The New Yorker se animó a publicar una causa que podría ser muy acertada: “Sus vestidos no eran lo suficientemente sensacionales. Ella hizo que una dama se vea como una dama. Hollywood quiere una dama que se vea como dos damas”. Pero así como salió de un mundo ingresó en otro. Como si hubiera sido el traspaso de Lionel Messi al PSG, ahora el francés podía jactarse de tener entre sus filas a Chanel, la mejor de su profesión. En su país natal diseñó el vestuario de Las reglas del juego, de Jean Renoir, y hasta se animó a presentarle al cineasta a un joven actor llamado Luchino Visconti.

Jeanne Lanvin, visionaria y creadora de la casa de modas más antigua de la actualidad, hizo el vestuario de Raquel Meller en Carmen y La venenosa y de Joan Bennett en Cómicos en París. Como la y los anteriores, Lanvin develó mitos sobre el vestuario femenino. Se destacó por haber hecho que las mismas prendas las puedan compartir adultas y niñas y hasta inventó un color: el azul lanvin. En 2001, el diseñador israelí Alber Elbaz, mano derecha de Yves Saint Laurent, se unió como director creativo de la marca.

Derecha: Gloria Swanson con vestido de Chanel. Izquierda: Paul Poiret. Getty Images.

La moda en la diégesis

Y hablando de Saint Laurent, una de las últimas películas sobre modistos estrenadas en las grandes y pequeñas pantallas fue la biopic sobre Yves. Sin salirse demasiado de la norma, este pequeño film francés se centra, como su título lo indica, en la historia de Saint Laurent y Pierre Bergé, creadores de la famosa casa de moda. Tuvo como valor agregado que el segundo se vio involucrado en la producción. Bergé envió modelos a la pasarela para una reconstrucción de la famosa colección Opéra Ballets Russes de 1976, que fue filmada en el sitio en donde se realizó el desfile de modas original, el hotel Westin. La fundación del modisto fallecido en 2018 proporcionó archivos de la indumentaria de 1977 y permitió que el cineasta filmara algunas escenas en su sede de la Avenida Marceau en París. Al verla, Bergé dijo: “Hay detalles que no me gustan, pero eso de ninguna manera es importante. Tienes que tomar la película como es, como un todo”.

Chanel también tiene su película. Anne Fontaine la estrenó en 2009 y Catherine Leterrier, la diseñadora de vestuario, fue nominada al Oscar (no lo ganó). El film cuenta los inicios de la modista en los negocios de la moda francesa. Empieza desde que sale del orfanato en el que vivió y sigue muy de cerca su historia de amor con Boy Capel.

Y en este recorrido no pueden faltar las películas con tramas sobre el mundo de la moda, fuente de inspiración de incontables guionistas y cineastas. En los últimos años tuvimos la suerte de que llegaran a los cines promesas de clásicos, así que veamos dos polos opuestos… con un bonus track.

Por el lado de lo cómico, es inevitable hablar de The Devil Wears Prada (El diablo viste a la moda), que se estrenó en 2006 y cada año se afianza más como producto de la cultura pop. Una infalible sátira del mundo de la moda protagonizada por Meryl Streep y Anne Hathaway que no deja afuera a nadie. Abarca desde vestidos diseñados por gente importante hasta apariciones estelares como la de Valentino Garavani. Hathaway es Andy Sachs, una desalineada aspirante a periodista que consigue el trabajo soñado en la revista Runway. Streep es Miranda Priestly, la jefa de la revista. La joven hace de ayudante de la otra, pero las dos son bien diferentes: Andy está en otra sintonía y Miranda es la encarnación de la rectitud.

The Devil Wears Prada tiene varias peculiaridades que la convierten en el film sobre moda símbolo del siglo XX. Por un lado, está basada en una novela homónima escrita por la periodista Lauren Weisberger, quien vivió una experiencia similar a la de Sachs con Anna Wintour, editora de la prestigiosa Vogue. Como siempre se supo implícitamente desde un comienzo que Miranda representa a Wintour, muchos baluartes de la industria se negaron a colaborar con el film para no quedar mal con Anna -igual, Wintour vio la película y dijo que le gustó-. También se puede mencionar que es el film con diseño de vestuario más caro de la historia: gastaron un millón de dólares, cuando a priori esperaban volcar cien mil. Unas cien marcas diferentes contribuyeron con el heterogéneo ejército de prendas. Patricia Field, encargada de organizar las vestimentas de los personajes, estuvo nominada al Oscar pero no lo ganó.

Para ver a la Wintour real, y tomándonos una licencia en este apartado, existe el documental In Vogue: the editor's eye, que sigue un poco la influencia de la revista. Y así como éste hay varios más. Valentino: The Last Emperor, uno sobre el mítico diseñador, es uno de los últimos que fueron estrenados. También existe una versión alternativa e inversamente proporcional de la película de Hathaway y Streep llamada Pasante de moda. Ahora es Anne quien hace de jefa sin escrúpulos y Robert De Niro de ayudante novato. Una comedia más liviana, con más clichés y menos cómica, pero con mensajes igual de agradables.

Por el lado de lo dramático es inevitable no referir a The Phantom Thread (El hilo fantasma). En 2017 y comienzos de 2018, el film se adueñó de toda lista de mejores películas del año y algunos críticos se animaron a mencionarla como la mejor del siglo. La truculenta historia de amor hitchcockiana situada en los cincuenta entre un modisto y su musa atrapó los corazones de quienes pedían a viva voz una producción que contuviera aunque sea un pequeño porcentaje del espíritu de aquellas que hicieron dorada a Hollywood. Con Alfred Hitchock como guía espiritual, el cineasta Paul Thomas Anderson ofreció con El hilo fantasma un cocktail inefable de suspenso y amor.

Anderson se empezó a interesar en el mundo de la moda por Cristobal Balenciaga. Más precisamente por su vida monástica y por cómo trabajaba consumido por su oficio. Después llegó Hardy Amies, y luego Norman Hartnell, Michael Sherard, Digby Morton, Edward Molyneux, Victor Stiebel y por último John Cavanagh. Daniel Day-Lewis, protagonista del relato, diría a W Magazine que él y el director compartieron todas las experiencias de estos profesionales.

En un comienzo se dijo que Anderson, también guionista, se había basado libremente en la vida de Charles James para crear a su Reynolds Woodcock. "Ser vestido por James se estaba convirtiendo rápidamente en una forma de ser reconocido como una persona de sustancia, originalidad y elegancia", señala Michèle Gerber Klein, autora de un libro sobre el diseñador. Se dijo que Woodcock representaba a James por su excelencia y modo de trabajo estricto, pero Day-Lewis desestimó esta idea revelando que no era la vida de él la que querían explorar y que investigaron no solo a uno sino a varios diseñadores.

Lewis se implicó de más en el personaje y eso lo llevó literalmente a retirarse de la actuación. Anderson diría que el actor ya lo venía pensando, pero dejó en evidencia que sin dudas que Woodcock fue un condicionante. El actor, para involucrarse en el personaje, aprendió a coser practicando bajo el estricto control del departamento de vestuario del Ballet de Nueva York e incluso imitó un vestido de tubo Balenciaga usando a su esposa como modelo.

La mayor parte de El hilo fantasma tiene lugar dentro de la ficticia House of Woodcock, la casa y estudio de diseño de Reynolds ubicado en un hogar georgiano en Londres. Para hacer que las cosas funcionaran mejor, Anderson trasladó a la producción a una de las casas adosadas georgianas reales y los rodajes fueron un completo caos por cómo era la estructura del lugar. Estaban todos muy apretados y subían constantemente equipos muy pesados por escaleras muy empinadas.

El bonus track llega en forma de vestido asesino. Los últimos años también presentaron ante el mundo In Fabric, una extrañísima película de terror de Peter Strickland que tiene como premisa inicial una idea que puede ahuyentar a las mentes más clásicas. El film, estrenado en Argentina en el festival de Mar del Plata y de paso por plataformas, se pregunta qué pasaría si varias personas desearan un vestido rojo y este, debido a su fantasmagórica condición, les echara una suerte de hechizo a todas ellas.

Tom Ford, un párrafo aparte

Existe un referente del mundo de la moda que no solo destaca en lo suyo, sino también haciendo películas. Tom Ford es la conjunción perfecta de las dos artes. De momento dirigió dos excelentes largometrajes, A Single Man y Nocturnal Animals, y los dos estuvieron en la cita que organiza año a año la Academia de Hollywood, entre otras decenas de premiaciones.

Tom estudió arquitectura y diseño de interiores, pero siempre quiso ser actor. La vida lo llevó a ponerse al frente de la casa Gucci (que también tendrá su película) y de Yves Saint Laurent. Vogue lo definió como el hombre que revolucionó el modo de entender la moda en estos tiempos.

Su primer acercamiento con el cine fue en una película que tranquilamente podría haber estado desarrollada en esta nota en vez de The Devil Wears Prada: Zoolander. Allí apareció haciendo de él mismo. Continuó acercándose al séptimo arte creando una colección conmemorativa de Spectre, film de la saga más elegante del cine, con artículos como trajes, corbatas, gabardinas y hasta lentes de sol para que Daniel Craig luciera implacable en sus misiones.

Teniendo en cuenta que los argumentos de sus dos películas no tienen una relación tan cercana con el mundo de la moda, la idea de enhebramiento el cine y la confección probablemente podrá llegar hasta su punto álgido, a su fusión por excelencia, cuando Ford encare alguna historia sobre el mundo de los vestidos, los trajes y los buenos peinados.

Foto de portada. The Phantom Thread, de Paul Thomas Anderson.