Con más de treinta años de profesión, el pasado 2022 fue distinguido por la Fundación Konex como uno de los diseñadores gráficos más destacados. Tiene motivos de sobra: además de su talento y trayectoria, el camino recorrido es también el de la curaduría editorial. Después de “Muchos días felices” (2022), en estos días se presenta “Diseño gráfico argentino 2000-2020”, su segundo libro. Este extraordinario compendio, disfrutable desde la primera página, da cuenta de una historia gráfica hasta su punto límite, cuando la pandemia dividió el tiempo y el porvenir para el arte de diseñar.
03.08.2023
La creatividad de Fabián Muggeri, al servicio de las más variadas propuestas, lo llevó a convertirse en uno de los diseñadores destacados dentro del ámbito nacional. Durante ocho años forjó para el Malba una identidad estética vigente todavía, y sembró las primeras semillas gráficas del CCK, allá por el 2015, cuando esta institución recién abría sus puertas. Con más de treinta años de ejercicio profesional, fue distinguido por la Fundación Konex con un diploma al mérito por considerarlo uno de los cinco profesionales más distinguidos en las artes visuales argentinas. Tiene motivos de sobra: además de su talento y trayectoria, el camino que trazó en este tiempo es también el de una original curaduría editorial. Muchos días felices fue su primera antología (publicada por Salta el pez), allí se dio el gusto de reunir verdaderas estampas de dicha, un memorial de alegres recuerdos a modo de poesía, relatos y expresiones gráficas. Este compendio artístico nacional se fue haciendo a lo largo de once primaveras, desde 2011 hasta 2022. Según el mismo Muggeri, aquél trabajo conforma un antecedente celebratorio del actual libro “Diseño Gráfico Argentino 2000-2020”, en cuyas páginas, obras memorables del diseño y una cincuentena de nombres relevantes (entre ellos, Alejandro Ros, Juan Pablo Cambariere, Ezequiel Cafaro, Martín Gorricho, Laura Escobar, Lara Melamet) dan cuenta de veinte años de historia en el rubro. Este libro, además, concentra los testimonios de Juana Molina, Roberto Jacoby, Narda Lepes y Alejandro Tantanian (clientes de estos diseñadores), la inclusión del bonus track de los trabajos de Juan Gatti para Fangoria y la compañía de textos de Eduardo Stupía, Carlos Venancio y del mismo autor.
¿Cómo surgió la idea de esta antología?
La idea de un libro con trabajos de Diseño gráfico argentino ronda mi cabeza desde los 90, cuando para ver diseño, quienes estábamos terminando la carrera, visitábamos religiosamente librerías especializadas en donde nunca encontrabas libros de DGA. En los primeros 2000 aparecieron algunas compilaciones en donde había dos o tres argentinos, casi siempre los mismos. Por eso en 2018 me propuse hacer este libro, comenzando a armar la dinámica para poder lograrlo: empecé con los que más familiarizada tenía la mirada y luego ampliando horizontes.
¿Qué criterio usaste en particular para la selección de los diseñadores y de los diseños que elegiste de cada uno de ellos?
Soy muy observador del diseño en general, pero sigo bastante lo que hacen mis colegas, hay muchos a quienes respeto y admiro por la forma en la que encaran nuestro trabajo. Por este motivo, tenía muy presente lo que habían realizado varios de mis “admirados” a lo largo de este período, así que ese fue un primer norte: buenos diseños que hayan marcado un diferencial en el área en el que fueron realizados. Nunca quise hacer un “catálogo de diseño” a modo “guía” o que haya un representante de cada provincia o cosas de ese estilo.
¿Qué implica la división del tiempo que instaló el 2020 en cuanto a las tecnologías de diseño? Entiendo que se usa mucho menos papel...
En la presentación del libro en el Festival de diseño de Córdoba, llegamos a la conclusión de que la pandemia marcó en 2020 un antes y un después en muchos ítems, y el diseño no es ajeno. La crisis económica, el cierre de muchas empresas y el aumento de costos de impresión, así mismo el crecimiento de la comunicación digital, hacen que muy probablemente para un futuro libro que reúna contenidos desde 2020 a 2040, por ejemplo, el soporte no debería ser en papel. El cambio de siglo en nuestro imaginario significaba muchas cosas -que la realidad bajó a tierra-. Me parecía bueno también una compilación que de cuenta de lo que se produjo en nuestro doloroso comienzo de siglo, luego con el renacer del 2004, 2005, y los cambios que se fueron produciendo hacia el 2020.
¿Hay variación en cuanto a los contenidos después de la pandemia, es decir, las respuestas que tiene que dar el diseño hoy variaron respecto a las que solía dar antes?
Post pandemia, se acentuaron las comunicaciones digitales exponencialmente, Instagram, webs, comunicaciones interactivas, realidad aumentada, inteligencia artificial… Esto nos propone a les diseñadores el desafío de usar nuevas herramientas y de trabajar en equipo con quienes las programan o utilizan con mayor facilidad. Los contenidos van modificándose porque también se modifica el tiempo que le dedicamos a los estímulos que nos ofrecen o comunican diversos temas desde las diversas plataformas. Se modificó no solo para les diseñadores sino también para quienes generan contenido.
Juana Molina comenta sobre Alejandro Ros en la antología, que de algún modo él se amalgama frente al cliente o al artista con el cual trabaja. Dice frente a alguien inseguro, se vuelve inseguro, frente a alguien maduro, él es maduro. Y vos decís en un documental en el que participás que tu tarea es un poco ser invisible. ¿Es esta siempre la condición del diseño o es una característica en la que coinciden ustedes dos?
Alejandro es uno de los diseñadores que admiro, no solo por lo que produce sino por la forma que encara sus trabajos o por cómo se para frente al diseño, en eso coincidimos mucho. El valor agregado que como diseñadores debemos ponerle a un trabajo es ese distintivo que no hace reaccionar al que lo ve con qué buena la gráfica de Ale sino con qué buena la comunicación gráfica de Juana. Quizás que te estimule a buscar información de quién lo hizo, pero me resultan muy poco profesionales les diseñadores que repiten ciertos latiguillos para tratar de ponerle determinada impronta a sus trabajos y quien comunica pasa a un segundo plano. De ahí venía mi idea de ser invisibles.
Hablemos de Muchos días felices ¿Qué significó para vos ese proyecto y luego el libro publicado? ¿En qué momento surgió?
Hace poco pensaba que este segundo libro tiene bastantes puntos de contacto con el de MDF (Muchos días felices), ya que los trabajos seleccionados en éste para les diseñadores ocupan un lugar de alegría en sus portfolios, ya que casi todos significaron un hito en sus carreras. Ese proyecto significó para mí la posibilidad de editar un proyecto corriéndome un poco de mi lugar de diseñador gráfico, acercándome más a la gestión, tarea en la que me siento muy cómodo y que me genera mucho placer y adrenalina. Aquel libro -gracias a la editorial Salta el Pez- fue la posibilidad de hacer realidad y darle un cierre de lujo al proyecto (hasta nuevo aviso). Ahora, gracias a Mecenazgo de la Ciudad y Akian impresores, pude realizar este segundo libro que sin duda me da mucha felicidad a mí y a mis colegas que generosamente me acompañaron, ya que es un logro colectivo.
Pensaba en tu trabajo en el Malba o en el CCK, y en la aceptación de una condición básica como diseñador: tu creatividad pasa a ser el sello de otro. ¿Cómo se vive esto?
En mis ocho años de trabajo frente al área de diseño en el Malba no solo aprendí mucho del trabajo en equipo con las distintas áreas del museo sino también con les artistas con quienes compartí -y sigo compartiendo hoy- trabajos y amistad; mi creatividad puesta al servicio de elles y de la institución que hablaba, una doble tarea, que hable el Malba y el artista desde ese lugar también. Esa parte del trabajo la disfruté muchísimo, además Malba es uno de los lugares privados más profesionales en el rubro que existen en el país, trabajar con Marcelo E. Pacheco, Inés Katzenstein, Cintia Mezza o Lupe Requena, sin duda fue una experiencia enriquecedora. La experiencia CCK fue muy distinta por las circunstancias temporales y de estructura -estatal- que multiplica la cantidad de personas involucradas, a pesar de eso, el resultado alcanzado en ambos casos fue muy bueno y profesional. Creo que lo que sucede hoy en Malba no sería posible sin ese antecedente, y lamento que el CCK no haya retomado lo que hicimos en 2015 -para lo que teníamos pensado un desarrollo muy interesante-, ignorado por el macrismo y no retomado por la gestión actual que decidió implementar lo que vemos hoy. Celebro haber sido protagonista del diseño de las dos instituciones culturales -privada y pública- más importantes del país.
¿Qué diferencias hay para vos entre el trabajo del diseñador y el del artista?
El artista se representa a sí mismo, el diseñador siempre está intermediando entre un emisor y un receptor. En el libro está -diferenciado espacialmente- el trabajo de diseñadores que se especializan en afiches (Coco Cerella, Nazza, Prensa La Libertad, Colectivo Onaire y San Spiga), o el trabajo realizado por el Colectivo Doma en distintos museos, allí los diseñadores toman la palabra y expresan en forma personal tal o cual postura frente a diversos temas, o exponen su trabajo comunicacional de una forma más artística.
Así como el diseño tiene que ser representativo del contenido, ¿vos cómo diseñador necesitas sentir afinidad con el cliente para poder responder a su demanda, para poder crear a partir de su necesidad?
Sin duda, hay trabajos con los que me siento más afín que con otros, o mundos con los que tengo más frecuencia, pero a lo largo de mi carrera hice buenos trabajos para una AFJP, el Mundial de fútbol, una empresa de destapacañerías o la memoria y balance de un banco. Y todos esos casos están muy lejos de las cosas que me interesan. Una de las cosas que disfruto mucho del trabajo es el meterme en mundos desconocidos, estudiar temas que si no fuera por el trabajo no les hubiera prestado atención y por unos meses pasan a ser el cotidiano y te permiten abordar el trabajo exitosamente.