Procesos creativos

Florencia Goldztein: la constructora de libros

Es expertise en dos oficios, pero antes fue flâneuse. Una paseante de ferias y anticuarios junto a un padre coleccionista. Entonces supo que en aquel vasto mundo había magia. Y, como si al abrir los libros hallados ella pudiera capitalizar su luz poderosa, se convirtió en maga.

Por Guadalupe Faraj

05.02.2024

Hizo un minucioso recorrido hasta llegar a ser una de las encuadernadoras y restauradoras de libros más importantes del país. Su trabajo requiere observación, creatividad, destreza técnica y paciencia obsecuente. Por eso, a la vez que restaura, construye; termina ella misma siendo parte del sutil entramado con cada decisión que toma frente a un libro.

“El libro es un objeto orgánico, que va a morir, pero si todo sale bien, nos sobrevivirá por mucho a los humanos”, el libro es un objeto infinito, dice. Florencia reúne cualidades que la favorecen, aunque es probable que desconozca algunas e igual las utilice a su favor, tiene ese tipo de inteligencia. Hablar con ella es sumergirse en una mente que se divierte yendo a las profundidades -así reflexiona acerca de lo que hace-; y tiene el mismo atributo que aquello que describe, algo que la conecta con la creación ilimitada de este objeto infinito.

Libro a restaurar, primera etapa, observación y evaluación del ejemplar.Ph: Xavier Martin

¿Cuándo podrías decir que comenzó tu amor por los libros?

Pienso que es un amor de toda la vida, que en todo caso fue tomando distintas formas. En mi infancia la lectura era algo cotidiano y mi relación con los libros era fluida. Además, mi papá es un coleccionista amateur de libros y publicaciones comerciales e industriales, y yo siempre tuve particular interés en ese mundo. Lo fui acompañando en sus recorridas por librerías anticuarias, ferias y demás lugares donde él conseguía sus tesoros. Me resultaban apasionantes esos lugares. La sensación de que algo podía aparecer era mágica.
Más tarde, cuando terminé la carrera de Bellas Artes, tuve un momento de crisis en relación a mi vocación. Fue en ese contexto que me anoté en un curso intensivo de encuadernación que me cambió la vida. Había encontrado el soporte desde el cual expresarme plásticamente. Y así, ese amor de lectora, ahora pasaba a ser, además, un amor como constructora de libros. Y toda esa magia que esconde un libro pasaba a ser algo de mi cotidiano. Para mi el libro es un objeto infinito y mi oficio es la manera de multiplicar sus posibilidades.

Podrías hacer un recorrido por tu formación como encuadernadora y como restauradora? ¿Cómo se fueron dando estos dos caminos?

En ese momento era difícil conseguir con quién estudiar. Como encuadernadora me fui formando desde ese primer curso y luego, como pude. Quien fue luego mi maestra no empezó a dar clases regulares hasta dos años después. Así que en ese tiempo hice muchas veces lo único que había aprendido, que era un libro en lomo: la construcción de un libro con lomo curvo. Lo repetí todas las veces que pude hasta entenderlo.Y un día finalmente me llamó mi maestra para avisarme que empezaría a dar taller. A partir de ese momento nunca detuve mi capacitación y perfeccionamiento, con ella y con todos los maestros que me interesaron tanto a nivel nacional como internacional.

La restauración vino unos años después, como una respuesta a la curiosidad de encontrarme con deterioros propios de los libros: hojas sueltas, papeles rotos, faltantes del lomo, de tapas, etc. Y por supuesto, requirió otra formación porque si bien son profesiones cercanas, son distintas y requieren capacitaciones particulares. Con la restauración descubrí otra arista: el libro como máquina del tiempo. Los libros de más de 200 años, guardan cosas en su papel, en su tinta, en sus marcas. En el modo en que están construidos. Nos transportan a un momento de su historia, de sus posibles propietarios, de los lugares que habitó. Es conmovedor.

Libro en proceso de encuadernación. Se pueden ver las cuerdas que sostienen las tapas. Ph: Xavier Martin

Decís que en la encuadernación hay una síntesis de la escultura, el diseño, la composición, el color y la plástica. ¿Podrías ampliar esta idea?

Pienso que el modo en el que me vinculo con esta profesión es desde ese primer giro que tomó mi vocación. Yo me formé como escultora, esa tridimensión pasó de la arcilla, el yeso, etc. a la tridimensionalidad del libro. Por supuesto hay muchísimas reglas distintas entre uno y otro mundo, pero hay una línea que en mi modo de pararme ante ambos, se sostiene y es ese volumen, ese objeto que habilita decisiones estéticas, plásticas. Donde la creatividad, la expresividad, el concepto de “obra” está presente. El libro, a diferencia de una escultura, tiene un contexto: el tema, el autor, su tamaño, el papel, el año, etc. y estos elementos condicionan las posibles decisiones estéticas a tomar. Ese rasgo vuelve aún más interesante mi trabajo: entender al libro para que mi mirada e interpretación le sume a la experiencia de lectura.

¿Qué es lo primero que hacés cuando te llega un libro para restaurar?

Lo primero es observarlo. Evaluar y entender qué le pasa, cómo ayudarlo. Hay una primera parte del trabajo de restauración que desde afuera se ve pasiva. No lo tocamos, no intervenimos. Pero estoy evaluando, manejando opciones, imaginando soluciones. Pensando. Este momento puede durar mucho o poco, según la complejidad del caso. Antes de tocar el libro tengo que tener un plan trazado. No hay margen de error una vez que intervengo. Y tengo que evitar por sobre todas las cosas, generarle un nuevo problema. Muchas veces hago maquetas para hacer pruebas sobre un material que no sea el libro, por si la idea no es buena. Y hago ensayos antes de tocar el libro. Cuando confirmo que la idea es buena y viable, entonces paso al libro.

Una vez, por ejemplo, me tocó restaurar un libro antiguo que estaba encuadernado con unas tapas en pergamino que no dejaban que el libro abriera cómodo. Tenía una apertura muy limitada. Se notaba, por algunos materiales como el cartón de las tapas, que no era la encuadernación original. El propietario del libro me había hecho un pedido: quería reutilizar el pergamino de las tapas. Yo estaba condicionada por dos necesidades: reutilizar ese material y darle un buen funcionamiento y apertura al libro. Ese trabajo requirió ensayos, bocetos y maquetas porque no tenía claro cómo iban a responder los materiales a mis ideas. Así que con materiales provisorios armé las tapas como las imaginaba y las conecté a un bloque en blanco que armé de las mismas dimensiones que el libro, para ver en funcionamiento mis ideas. Además, eso me permitió mostrarle al cliente mi propuesta. La idea funcionó, entonces avancé sobre el libro.

Prensa de fundición de hierro. Herramienta fundamental del taller, para prensar. Ph: Xavier Martin

¿Hay una búsqueda estética en el trabajo que hacés?

Si, absolutamente. La encuadernación es un oficio que tiene dos grandes ejes: la funcionalidad y la estética. Incluso en su arqueología, en su historia como ingeniería de funcionamiento, la encuadernación parte de la mecánica y automáticamente busca que eso sea bello. Todo el tiempo, en todos los procesos visibles, todas las decisiones son en función y belleza. Y dependiendo de qué trate el libro buscaré acompañar ese espíritu. No es lo mismo encuadernar un libro sobre la muerte que sobre la alegría o la infancia, por poner un ejemplo. En ese sentido, mi trabajo es estar atenta, permeable y disponible al libro. Para ser clara, no es un lienzo en blanco.

¿Qué es para vos la belleza o qué lugar tiene?

Pienso que la belleza es decidir cómo vincularse con el mundo. Todo el tiempo tenemos que elegir con qué objetos, con qué sonidos, con qué olores. Cada uno tendrá su propia definición, y lo importante es darle lugar a eso. Para mí la belleza es importantísima. Me gustan las cosas. Los objetos del día a día. Todo puede ser bello y no entiendo por qué pudiendo elegir, no elegiría la belleza. La belleza en el cotidiano puede cambiar tu relación con el mundo. Y en relación a mi trabajo creo que encontré el oficio a mi medida. Los materiales, los colores, la búsqueda de la perfección, el diseño, todo apunta a la armonía y eso me hace bien.

 

Diferentes dobladeras de hueso y teflón. Ph: Xavier Martin

¿Qué se intenta resguardar cuando se restaura un libro antiguo?

Hay varias cuestiones importantes a la hora de intervenir un libro. Si está en mi mesa de trabajo será porque algo de su mecánica colapsó. Entonces ahí evidentemente hay algo que atender en relación a su funcionamiento, por lo que quiero resguardar su buena conservación y posibilidad de consulta.

Un libro antiguo tiene carácter, tiene historia e identidad y es muy importante que un restaurador pueda ejercer su trabajo sin borrar eso. Es clave que en ese proceso la identidad de ese libro se resguarde.

Hay muchas escuelas, criterios de abordaje e incluso modas en relación al trabajo. Pero yo tengo clara mi posición. Para mi un libro debe poder contar su historia desde su materialidad, y si yo restauro “de más” es posible que pierda mucho de lo que nos podía contar ese libro. Esa delgada línea es la alarma de hasta dónde llegar. Un restaurador no hace magia, no vuelve el tiempo atrás, y algunas intervenciones pueden ser demasiado profundas, como el lavado del papel, el cambio de materiales de cubierta, etc, que se acercan a esa idea de volver el tiempo atrás que a mi modo de ver, es algo negativo y, por ende, lo que no tiene que ocurrir.

Por otro lado, las intervenciones que haga deben siempre tener una mirada de conservación a futuro, esto quiere decir que mi intervención debe contemplar la posibilidad de que en un futuro pueda ser removida. Entonces tengo que tener siempre en cuenta que todo lo que le agregue al libro sea con materiales y adhesivos nobles y que permitan esa remoción. El libro es un objeto orgánico, que va a morir, pero si todo sale bien nos sobrevivirá por mucho a los humanos. Entender que nosotros pasamos por el libro y no al revés es la clave para no dejar una huella irreversible sobre él a nuestro paso.

Los libros que llegan al taller de Florencia pasan por una primera etapa, el estudio minucioso del ejemplar para decidir el procedimiento. Ph: Xavier Martin

¿Qué buscas en cada trabajo nuevo que emprendes?

En primer lugar busco asistir a la necesidad tanto del libro como de su propietario. A veces esas necesidades coinciden, otras veces tengo que hacer una propuesta superadora que contemple ambas sin poner en riesgo nada del libro. En general, siempre llegamos a una buena síntesis entre ambas.

Luego, me pasa algo muy íntimo en relación a divertirme. Mi trabajo es un desafío enorme. Cada libro es una prueba de mi capacidad. Técnicamente es libro a libro que existe la posibilidad de mejorar como profesional. Y así lo vivo. Como una oportunidad. Es un nuevo comienzo. Es poder pulir lo que en el libro anterior sentí que necesitaba perfeccionar. Yo me siento muy privilegiada de dedicarme a esto todos los días de mi vida. Y cada nuevo libro es renovar esa gratitud.

A nivel diseño, siempre tengo ideas dando vueltas en mi cabeza y cada nuevo libro es esa oportunidad de llevar adelante esas ideas.

Podrías hablar de tu experiencia en Suiza, en el taller de encuadernaciones contemporáneas para el libro antiguo?

Los viajes a Suiza fueron dos y fueron sueños hechos realidad. La primera vez que viajé, fue en el año 2009.

A nivel técnico aprendí muchísimo, pero tuvo sobre todo una simbología particular. En Argentina no hay una carrera de grado que funcione como habilitante. Cuándo, cómo y hasta dónde empezar a tomar trabajos, depende de cada uno. Al tomarme tan en serio esta profesión, y pensar a largo plazo, para mí no fue fácil empezar a ofrecerme como profesional. A la vuelta de ese primer viaje pasaron dos cosas claves en mi carrera: mi maestra me tomó como asistente en su taller y yo abrí mi propio espacio. Eso funcionó como habilitante en términos profesionales.

Luego volví a Suiza en el año 2015 y ahí fue cuando me formé con tres encuadernadoras inglesas, fundadoras de un colectivo internacional que trabaja con el libro antiguo bajo una mirada contemporánea. Yo ya conocía su propuesta, y conocerlas a ellas y aprender fue un lujo, un punto de giro en mi formación. Para sintetizar, lo que proponen es pensar al libro antiguo como un objeto que debe ser abordado desde una mirada contemporánea, aprovechando todos los años de evolución tanto técnicos, cómo estéticos que ocurrieron en ese tiempo. Por qué tratar un libro del 1700 como si estuviéramos en el 1700 cuando tenemos 300 años de evolución y sabemos muchas cosas más que en ese año? Por supuesto es mucho más amplio y complejo que esto, pero sin dudas es una mirada disruptiva y honesta con la que comulgo enormemente.

Tejuelo de cuero con título grabado a mano sin color. Ph: Xavier Martin

¿Cómo fue tu experiencia en Italia, cuando viajaste a ordenar una biblioteca?

En el año 2017 viajé a Roma. Me convocaron de una casa religiosa, donde viven cinco monjas y tienen una biblioteca de consulta y guarda. Esta biblioteca tenía varios problemas de distinta gravedad. Ataques biológicos (hongos, bacterias), causados por la humedad en una de sus paredes. Desorden general, libros duplicados, y algunos libros con problemas estructurales que requerían una intervención física.

Estuve 15 días y armamos un equipo con las chicas, que yo dirigía. Fue una experiencia única. Muchísima predisposición pero especialmente ellas se vincularon con su biblioteca de una manera intensa que permitió que luego puedan cuidarla y mantenerla con mucha más profundidad, dado el vínculo que habían desarrollado.

Yo intervine libros puntuales, que eran importantes, que luego volvieron a la biblioteca en buen estado, permitiendo su buena consulta y conservación. Además, les hice una pequeña capacitación preventiva, para que luego de mi partida, puedan mantenerla, cuidarla e incluso estar atentas a posibles problemas que uno puede anticipar y por lo tanto prevenir.

La biblioteca quedó ordenada, limpia y estabilizada.

Corte de libro y capitel hecho en cuero. Ph: Xavier Martin

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Al abordar varias áreas de la encuadernación y la restauración, tengo épocas en donde estoy más entusiasmada con uno u otro mundo. Este último tiempo, estoy muy conectada con la encuadernación artística. El libro como obra. El encuadernador como artista. Hay una estructura que es la más compleja y sofisticada, que es la que suele usarse para este tipo de encuadernaciones. La encuadernación francesa, o encartonado. Es tan difícil de hacer bien, que es un desafío en sí misma. Sería como la “alta costura” de la encuadernación.

Se trabaja sobre libros editados con calidad de colección, ediciones de bibliófilo. Esto es, papeles de gran calidad, ilustraciones, numerados, firmados por el autor, etc. y es un mundo tan pequeño, especialmente en nuestro país, que uno de los modos de estar en actividad en este rubro es participar de concursos internacionales. Así que estoy entusiasmada con este tipo de proyectos.  Además, las cosas que van surgiendo en el día a día del taller que me sorprenden con cada pedido de cada cliente, y me hacen entrar en mundos diversos y únicos. Eso siempre es motivador.