Portrait

Gabriela Golder: "Lo que me salva es la acción"

Conversamos con la codirectora de la Bienal de la Imagen en Movimiento sobre el estado del cine experimental y del video en la actualidad y de qué manera se desarrollará la próxima BIM en 2022 en un mundo que quedó signado por la virtualidad.

Por Nicolás Mancini

03.08.2021

Gabriela Golder es artista visual, docente, investigadora y curadora: una creadora de experiencias. Uno lo puede palpitar ni bien abre su sitio web, toda una anomalía minimalista de la internet. En tiempos donde la creación de películas se parece cada vez más a la producción de envases de leche se debe agradecer la habilidad Golder para estirar los límites de las cámaras (si es que estos existen). A veces, cuando los cortes acelerados de los comerciales, de los videos de TikTok o de las películas de los gigantes del streaming nos imponen un ritmo adrenalínico, videos como los de esta artista son una bocanada de aire puro.

Tiene trabajos audiovisuales de cine experimental, video y videoinstalaciones. Vacas -o el “hit”, que es como ella reconoce a este cortometraje que hizo en 2002-, se proyecta en las escuelas de cine para demostrar qué otras cosas se pueden hacer con el registro y la edición. Otros ejemplos son Bestias, Nocturna y Tierra quemada.

Desde 2012 creó junto a Andrés Denegri la Bienal de la Imagen en Movimiento (BIM) y actualmente la dirige junto a su colega. Lo hizo desde CONTINENTE, el Centro de investigación y desarrollo de proyectos vinculado a las artes audiovisuales de la UNTREF. Se da en Capital Federal, Buenos Aires, y se trata de un espacio presencial en donde convergen las miradas de diferentes artistas de todo el mundo, ya sea en charlas o exposiciones de trabajos sobre la imagen en movimiento. Un lugar gratuito dedicado a la exploración de límites. La última BIM se celebró en 2020 y fue virtual. Varios videos de lo ocurrido en ella se pueden ver en el canal de YouTube de la bienal. La próxima, adelantó Gabriela en la nota, se daría en un contexto de virtualidad y presencialidad.

Algunos de sus temas recurrentes son la memoria, el trabajo y los modos de ver. Escenas de trabajo, uno de sus últimos proyectos, aglomera desde lo temático y lo técnico un eje importante de su obra. Se trata de una videoinstalación de doce pantallas sincronizadas con escenas grabadas en cámara lenta inspiradas en una serie de litografías de Guillermo Hebequer.

En la siguiente conversación, algunas aproximaciones al proceso creativo de una de las cineastas experimentales y curadoras referentes de Argentina y Latinoamérica, a qué lugar el cine experimental y video sudamericanos en el mundo y qué modificaciones habrá en su trabajo debido al contexto actual.


¿Cómo viene la nueva bienal?

La BIM próxima es en 2022. Nosotros más o menos tenemos un año y medio previo de preproducción. Estamos empezando a prepararnos.

¿Cómo se trabaja una bienal en conjunto?

La creamos y la hacemos con Andrés Denegri. Hace mucho trabajamos juntos. Creamos CONTINENTE y somos profes de la UNTREF. La idea al hacer la bienal fue la de crear un lugar en donde quisiéramos estar, donde pudiéramos invitar a gente que admiramos, a referentes, amigues, etc. La creamos desde ahí, desde ese deseo. Eso es lo que nos mueve a hacerla. Cada año pensamos en ejes, si bien la bienal no es temática. Tiene un perfil latinoamericano potente. Traemos propuestas y las discutimos, es muy dialógica. No solo tiene que ver con el deseo sino también con las posibilidades económicas, con el dinero que tengamos para traer artistas o para hacer muestras más o menos grandes o hacer una edición virtual como la del año pasado. Hay mil variables.

¿Crees que la cuarentena y el contexto actual abrió nuevos caminos artísticos?

Nosotros hicimos una edición completamente virtual e hicimos un trabajo muy específico, una gran obra coral que es Mirarnos a los ojos (volver a). No quisimos conformarnos o sumarnos a compartir links y que la gente los mire desde su casa. Hicimos este gran proyecto. Es muy importante que les artistas vengan a la bienal, dialoguen, se armen intercambios. Me imagino que el 2022 en la medida de lo posible va a tener una parte importante presencial y otra parte virtual. No nos interesa mostrar obras virtualmente, salvo alguna específicamente creada para eso. Quizás lo que se puede hacer así son las conversaciones. Hay gente que no puede viajar, si bien a nosotros nos encantaría que viajaran, y por eso estamos abiertes ante la posibilidad de hacer eso virtual.

O sea, no tienen pensado seguir haciendo arte relacionado a lo virtual…

No creo que vuelva a ser completamente como antes. Si es que las cosas mejoran en 2022 ese será un año de transición, entonces creo que va a haber bastante virtualidad. Pero las clases y las mesas redondas, por ejemplo, son cosas que se pueden hacer perfectamente y también nos permiten conectar artistas de Singapur con Francia o Chile. Antes era imposible que tuviéramos presupuesto para traerlos presencialmente.

¿Crees que en el mundo artístico florecerán nuevos movimientos después de la pandemia?

Ojalá, me encantaría, pero no la veo… Al principio se decía que iba a ser como en los años veinte o la primavera democrática. La gente está re harta, cansada, aburrida, enojada, qué se yo. Los museos están abiertos y no es que estén llenos. La gente va a tener miedo y va a estar mucho más pobre. No soy re optimista respecto a eso. Creo que podría ser una oportunidad para darse cuenta de un montón de cosas.... de adónde nos lleva este capitalismo salvaje. Pero no sirvió para eso, sirvió para que el capitalismo sea más capitalismo, para que la gente que estaba mal esté peor. Ojalá, pero no lo estoy sintiendo en el aire.

Video presentado en la BIM de 2012

¿Cómo crees que se encuentran el cine experimental y video argentinos en comparación con el resto del mundo?

Se encuentra poco representado mundialmente. Pero también hay muy poca presencia argentina. Hay mucha producción que es interesante, pero la pandemia hizo que las sociedades se encierren en sí mismas. Salvo con investigadores e investigadoras y curadores y curadoras curioses, que pueden intentar buscar más allá, es lo que se tiene cerca. Entonces la presencia latinoamericana, y fundamentalmente de artistas latinoamericanes que viven en América Latina, tienen muy poca representación, llega muy poco. Siempre llegó poco. Venía a la BIM una de las curadoras del festival de Burghausen y esa era una oportunidad para que viera trabajos que si no no veía. Pero como se corta todo no hay un gran ejercicio de mirar más allá de lo que está cerca. Nosotros en la bienal lo hacemos. Ahora estoy viendo videos de mujeres palestinas. No es tendencia, pero me interesó fijarme ahí. Es complicado. Para toda Latinoamérica es complicado, pero para Argentina es muy complicado. Hay mucha producción, pero el campo de la exhibición es un problema. Por ejemplo, algo que me pareció muy bueno es que una curadora alemana hizo un proyecto en el marco de la Sharjah Foundation, de Emiratos Árabes, que era poner en diálogo obras de Medio Oriente y Latinoamérica. Ese tipo de proyectos me parece que son los que están buenos que existan. Es alguien que investigó, que hizo un cadáver exquisito, en donde por ejemplo un artista latinoamericano podía elegir a uno de medio oriente y así. Y se fueron tejiendo redes de artistas que por ahí la curadora no conocía, pero descubría. Abrir diálogos y explorar nuevos territorios creo que es lo que habría que hacer para no ser un círculo endógeno y autorreferencial. Agarrás listas de bienales y están casi siempre los mismos artistas. Sería darles la palabra a nuevos artistas y salir de la zona de confort.

¿De qué manera conviven el cine experimental y el narrativo?

El cine industrial y el experimental no compiten, es otra cosa. El video siempre fue más marginal todavía que el cine independiente o de autor. Porque el video es el video monocanal, pero también las instalaciones, las performances audiovisuales... Más marginal porque no hay tanto lugar donde mostrarlo y se reparte menos dinero, no hay fondos. Son momentos calmos, sin dudas son momentos calmos. No lo estoy viendo. Está complicada la situación. Con proyectos como el cine de mujeres negras o palestinas hay más emergencia, necesidad de enunciación. Si no está todo bastante plano. Estamos en un momento donde todo se pone en cuestión.

De hecho se están enrareciendo los lugares donde consumir cine…

Por ahora son modos de supervivencia. Mis hijos consumen cine en un teléfono, qué sé yo. Hay emergentes.

¿Qué pensás de la llegada del teletrabajo? Teniendo en cuenta los temas que tratás, ¿puede estar vinculado a futuras obras?

En ciertas circunstancias es muy cómodo y en ciertas ocasiones una gran explotación. Mi teletrabajo es dar clases y tener reuniones. Tener reuniones así es re cómodo, no por descartar las otras, porque no viajo, etc. Sobre las clases creo que vamos hacia lo semipresencial. Hay veces que es necesario encontrarnos. Respecto a mi trabajo artístico este modo de cotidianeidad me permite participar de charlas, darlas, etc, pero a nivel de creación no me cambia. No me favorece para nada. No quiero hacer obras para la pantalla de la computadora. Está buenísimo encontrarme con curadoras así, que antes lo hacíamos, pero ahora es más común. Para mostrar no me interesa en nada. Trabajo fundamentalmente con la imagen en movimiento en el espacio. No me aporta, no tengo ganas de pensarlo. Extraño y añoro poder volver a ocupar espacios.

¿Registrás imágenes día a día?

Fue lo que hice con los cielos cuando lo del encierro era más duro. Yo tengo una terraza y empecé a grabar cielos. De ahí hice una obra que se llama 52 tonos de azul. Pero no soy alguien que graba todos los días, no estoy pensando todo el tiempo en obra. Ese fue un buen ejercicio.

¿Cómo se van dando las ideas? ¿Sucede como en tu trabajo con los cielos?

Nunca se dan así. Soy muy de lo que me salva es la acción. Tengo muy incorporado el mecanismo que ante el malestar, el dolor, hago. Sin pensarlo empecé a registrar cielos. Luego, por ejemplo, investigué la inteligencia artificial y llamé a un amigo que trabaja en eso e hice una obra sobre inteligencia artificial. El estímulo fue el encierro. Yo trabajo mucho filmando gente y esto fue una reacción, una obra de cuarentena. Otro tipo de obras nunca nacen de estar pensando en que voy a hacer una obra. Siempre nacen de estímulos que veo en la calle, en la tele... Mi anterior obra grande tiene que ver con que fui al museo Sívori y vi unas litografías y a partir de ahí hice un trabajo. Son estímulos externos en los que aparece cierta epifanía que dice: ‘hay algo’. Hay obras con procesos largos, responsivos -de estímulo acción- y otros que son más complejos. Nunca es que me siento en la compu y empiezo a escribir una obra. En general es por algo que leí, que vi...