Procesos creativos

matali crasset: "Ser innovador es contemplar la dimensión humana y artística”

La diseñadora francesa, cuyas obras integran las colecciones de los museos MAK de Viena, Georges Pompidou de París, el Instituto de Arte de Chicago y el MOMA de Nueva York, pasó por Buenos Aires en el marco del 8°Congreso DaRA ID.

Por Vivian Urfeig

28.10.2022

Pide que su nombre se escriba con minúscula. Y, además, que escribamos su nombre sin la N original que mutó de Natalie a Matali. Así, con estos requisitos, se presenta la diseñadora francesa conocida por la aplicación de colores puros y estridentes. Entonces, matali crasset da pistas sobre la trama de sus decisiones, sus búsquedas creativas y su posición en el universo del diseño industrial. “Cuando mis hijos eran chicos (ahora tienen 19 y 22 años), me llamaban maaa maaa. Y así fue que quedó matali, en minúsculas, para siempre. Es mi nombre artístico que además conjuga muy bien mi identidad”.

El color como índice de felicidad y bienestar es uno de los temas que la motivan. En exclusiva para The Praxis Journal, crasset conversó sobre sus nuevos desafíos, su postura frente al cambio climático, el rol de las mujeres en el diseño y quiénes son los referentes que la interpelan. La entrevista, en Buenos Aires, coincidió con las actividades de DaRA ID, el 8°congreso de Diseñadores Argentinos Asociados, que la invitó a brindar una conferencia en La Usina del Arte. Fue su primera vez en la ciudad, que la recorrió a partir de paradas estratégicas vinculadas a sus intereses. Quedó fascinada por ejemplo con el “Atelier para artistas”, el emblemático edificio proyectado en 1938 por los arquitectos Antonio Bonet, Juan Kurchan y Jorge Ferrari Hardoy, creadores del sillón BKF, considerado uno de los hitos internacionales de la arquitectura moderna por varios motivos, como las bóvedas y las fachadas de vidrio que fueron las primeras que se construyeron en la Argentina. Tanto disfrutó la visita que fue lo único que posteó en su Instagram. También degustó la comida basada en plantas de Germán Martitegui y recorrió una fábrica local de mármoles.

Con un saco rojo bermellón y una camisa blanca estampada que hace juego con sus anteojos y su pantalón, matali se define a partir de su código genético, impregnado de personalidad propia en todos los detalles, hasta en el corte de pelo. “Confío mucho en mi peluquero japonés, que atiende en un callejón escondido de París, un secreto que no pienso compartir. El resultado surge de una operación en conjunto”, dice sobre su casquito original que rompe con el molde.

Intervención Cielo Oscuro, realizada en el Paseo del Espolón (Burgos, España). Gentileza matali crasset.

La diseñadora de 57 años que se graduó en Les Ateliers, Escuela Nacional Superior de Creación Industrial de París (ENSCI), dio sus primeros pasos a principios de los ‘90, en el estudio del diseñador italiano Denis Santachiara. Después la convocó Philippe Starck para participar en proyectos de tecnología. Y desde 1998 dirige su propio estudio en colaboración con un equipo multidisciplinario y con Francis, su marido, como mano derecha. “Antes dirigía una galería de arte pero cuando mi estudio empezó a crecer necesité alguien que se ocupe de lo que a mí más me cuesta: las cuentas, la parte administrativa, los contratos”, explica sobre su pareja y manager.

Si para muchos “lo primero es la familia”, para matali es un mandato. Con dos hermanos y una hermana gemela, la diseñadora no duda en compartir la vida cotidiana como una gran familia italiana, a pesar que se criaron en Normée, Châlons-en-Champagne, 150 kilómetros al este de París. A sus hijos los sigue de cerca. Ambos estudian moda y, de alguna forma, siguen sus pasos. “A ellos los interpela la moda anticapitalista, la que no se rige por las reglas del sistema sino que busca alternativas. De mí heredaron la fuerza de trabajo, la gran curiosidad. Se criaron entre mis exploraciones y absorbieron la cultura del diseño que me rodea. Sus reflexiones profundas me sensibilizan”, dice.

El recorrido de crasset siempre elige caminos lúdicos y creativos, donde la experimentación está presente en todos los procesos. “Prefiero no abordar un trabajo en término de objeto, sino pensarlo desde su escenario y su condición de uso”, explica. El cuchillo diseñado para Forge de Laguiole en conjunto con Pierre Hermé, uno de sus productos emblemáticos, es también una declaración de principios: “Es un ejemplo de un objeto que siempre está presente, tanto en el día a día como en los momentos de reunión social. Primero funciona para cortar una porción de torta y, cuando lo damos vuelta, se transforma en una plataforma para servirla. Es una investigación que encaré sobre el trabajo de las transiciones, la fluidez de los objetos, que deben admitir un contacto más directo con la vida y no tanto con la apariencia. El cambio, la evolución y el crecimiento de los ámbitos domésticos también debería fluir”.

La diseñadora de 57 años se graduó en Les Ateliers, Escuela Nacional Superior de Creación Industrial de París (ENSCI), y dio sus primeros pasos a principios de los ‘90 en el estudio del diseñador italiano Denis Santachiara. Gentileza matali crasset.

Diez años después de ganar el premio a la Mejor Diseñadora del Año en el Salón del Mueble de París en 2006, llegó al mercado masivo del diseño con su icónica lámpara “enjaulada”, la PS, creada para Ikea e inspirada en las antiguas luminarias del tren, que marcaron el “inicio de la industrialización y la llegada de los ferrocarriles, claves en nuestra movilidad cotidiana”, señala. “Aunque no lo veo como un objeto nostálgico ya que mantiene esta referencia solo en el trazo, es un producto con una funcionalidad atemporal en una carcasa moderna”, aclara sobre la PS, un clásico de su catálogo que no pasa de moda.

Durante los últimos años, crasset desarrolló un interés sostenido por la problemática ambiental, la reducción de la huella de carbono y el impacto del cambio climático. Pero durante la pandemia se mudó con su familia a una granja en la campiña francesa, el territorio ideal para redefinir su rol, acelerado por los acontecimientos. “Comprar menos pero con más sentido fue una de las primeras medidas que implementé al ponerme en contacto con cooperativas y productores locales que trabajan la tierra y utilizan materiales autóctonos. Ese fue solo el principio”, dice la diseñadora que se involucró con distintas organizaciones. “Tengo la suerte de trabajar con asociaciones que, además del compromiso sustentable, impulsan la visibilidad del trabajo de artistas mujeres. Además, aporté a un proyecto de vino biológico y biodinámico”, apunta matali, cuyas obras integran las colecciones de los museos MAK de Viena, Georges Pompidou de París, el Instituto de Arte de Chicago, el MOMA de Nueva York, entre otros.

El proyecto vitivinícola surgió como una colaboración entre un enólogo, Stéphane Derenoncourt, y un grupo de aprendices de una de las técnicas ancestrales del soplado de vidrio. “Un proyecto donde las estructuras a escala humana reafirman valores comunes. Es que la copa es un material cómplice que deja que el vino muestre su color y le da una forma para olerlo antes de degustarlo. Sin pie, el vaso encaja perfectamente en la palma de la mano e instintivamente encontramos el gesto legendario de llevarnos el líquido a la boca con delicadeza y saborear esa generosidad que nos brinda la Naturaleza en una forma que no tiene porqué ser decorativa. Es simplemente una tipología que acompaña al ritual”.

crasset se presentó en La Usina del Arte, en el contexto de DaRA ID, el 8°congreso de Diseñadores Argentinos Asociados.

Para matali la innovación no pasa por la tecnología y la transformación digital que desvela a casi todo el mundo del diseño. Para la autora de Maisons Sylvestres, un proyecto de refugios implantados en el bosque, ser innovador es “contemplar la dimensión humana y artística”. Otro de sus proyectos que respeta sus ideales es el espacio Pompidou en Shangai, orientado a niños y niñas: “Allí propuse mirar la tierra, las napas, descubrir la conexión entre los hongos y las raíces desde semillas personificadas con características propias. Las semillas son el futuro del planeta. Y los niños también. Esta comunicación me pareció una buena herramienta para incentivar la conciencia ecológica”.

La artesanía, la música electrónica, el arte contemporáneo y la etnología son los temas que nutren la inspiración cotidiana de matali. “Estoy muy interesada en la etnología en este momento, que es la ciencia que estudia los pueblos y sus culturas. Abordo el diseño desde el punto de vista de la antropología aplicada, donde la función es un requisito básico, lo que más disfruto es el proceso de generación de redes y vínculos en torno a un desarrollo. Los objetos no son el fin del proceso creativo, son una actualización posible de un sistema de pensamiento más amplio”, señala.

En este sentido, los proyectos en los que trabaja actualmente destacan las dimensiones colaborativas: las casas en el bosque para Vent des forêts en Fresnes-au-Mont, en Mosa; la escuela Le blé en herbe en Trébédan, Gran Bretaña, con la Fondation de France; la granja HI.bride en Villelaure, o las extensiones arquitectónicas para el taller de fibras naturales de Missègle; y la arquitectura para la fábrica Atelier Tuffery.

De los artistas que sigue, muestra en su celular los trabajos de Cornelia Hesse-Honegger, una ilustradora científica suiza y una “artista del conocimiento” visual. “Your insect pictures” es la obra que exhibe en museos y galerías internacionales, donde desafía los límites entre arte y ciencia a partir de insectos. “Los insectos de Cornelia son increíbles, son el testimonio de lo complejo que es difundir la conciencia ambiental. Porque la salud del planeta nos atraviesa. Y el diseño, entonces ¿qué es sino mejorar la habitabilidad del mundo?”. Inquieta y comprometida, matali dispara su pregunta al aire, convencida que el diseño y la sustentabilidad van y deben ir por el mismo camino.

Foto de portada. PH: Julien Jouanjus/Gentileza matali crasset.