Procesos creativos

Nicola Costantino: “El cambio es el antídoto contra la repetición"

Fue representante de Argentina en la bienal de San Pablo de 1998 y expuso sus obras en Inglaterra, Estados Unidos, Israel, entre otros países. La artista visual nos abre las puertas de su taller para adentrarnos en su proceso creativo.

Por Franco Rosso Lobo

01.12.2022

“Ahí está mi doble. Terminó toda rota”, relata Nicola Costantino mientras la acompaña la cámara a través de un expeditivo mini tour por el living de su casa, lo más parecido a un “museo” de su obra, en sus propias palabras. Ahora la artista describe lo que bien podría ser una escena del crimen: en el suelo, sobre una tela negra, descansan los restos desmembrados de su antigua otra-yo de yeso, aquella con la que co-protagonizó su aventura a la fotografía. “Esas cositas blancas son capullos de seda de los gusanos que estoy criando. Me quedan poquitos, ya están todos encapullados”, explica Costantino.

Entre ¿sus? pelos, manos, piernas, incluso dentro de la parte baja de su torso, algunas ramas y hojas, la naturaleza se abre paso. Una vez de nuevo en su asiento, Nicola vuelve al punto de la pregunta: ¿cómo es ser mamá y Nicola Costantino al mismo tiempo? Luego del categórico adelanto express de uno de sus tantos proyectos, remató: “La doble estuvo mucho tiempo guardada, pero mi hijo era chiquito, veía las fotos colgadas y me preguntaba, ‘¿dónde está la otra mamá?’”.

¿Qué es lo que podés compartir con tu hijo de tu vida como artista?

Yo tenía una idea muy diferente de cómo iba a ser. La maternidad no tiene absolutamente nada que ver con lo que te imaginas. También pensaba en qué le pasaría a mi hijo al vivir y crecer en un entorno así. Ahora que volví a sacar a la doble y él tiene trece años, ya le pasó 20 veces por al lado y ni la mira. De todas formas creo que la maternidad es un ejercicio muy duro, muy sacrificado, que te rescata de otro tipo de locuras que no sé si no son peores. Es una cosa tan dura como una prueba. No podes tener nunca ningún tipo de egoísmo. No te queda otra, tenés que estar siempre dándolo todo y no esperar nada. Creo que a nivel humano te hace mejor persona.

Por las palabras que usás parece no haber diferencia con cómo se debería encarar una vida en el arte.

Creo que mi hijo es mi mejor obra. Puede sonar feo decir que “mi hijo es mi obra”, pero la verdad es que toma dedicación y además mis obras son mis hijos. En el buen sentido. Es impresionante como, si tengo un momento de angustia o dificultad en el trabajo, salgo con él y me olvido de todo. Y al revés también. Cuando me peleo con él, que es todo el tiempo porque está en la adolescencia así que es mucho más seguido, me voy al taller y a los diez minutos estoy en otro mundo. Entonces son muy parecidas una cosa y la otra. Tengo suerte de tener a mi obra y suerte de tener a mi hijo, voy y vengo entre esos dos lugares.

¿Qué encontrás en el cambio constante?

Siempre cambié porque me interesan muchas cosas, entonces trabajo muy intensamente en un proyecto que me lleva un par de años desarrollarlo y cuando ya estoy por terminar eso, ya tengo la idea de lo que voy a hacer después. Recuerdo cuando hace mucho tiempo esto me parecía un problema. Por ejemplo, para pasar de la escultura a la fotografía. Me acuerdo lo preocupada que estaba cuando se me ocurrió hacer fotografía. Me parecía que estaba mal, que yo no podía hacer fotos porque era escultora. El prejuicio que tenemos nos sobrepasa. En ese sentido, yo misma me resistía y me daba mucha bronca. La gente que ve lo que estás haciendo, si es muy diferente a lo anterior, le cuesta. ¿Cómo yo, que hice animales momificados y jabón con mi grasa ahora hago cerámica? Siento que a veces no somos tan libres. Además, el cambio es el antídoto contra la repetición y quedarse siempre en lo mismo. Para mí, investigar en cosas diferentes es muy enriquecedor, puede ser el trabajo de toda una vida. Yo no entiendo por qué la gran mayoría de todos los artistas se repiten toda su vida. Habrá algunos que son un poco más eclécticos, pero finalmente pareciera que es más prolijo hacer siempre lo mismo.

Puede que, de lo contrario, se les complique lograr un hilo conductor en la obra.

También está buenísimo que uno pueda ver lo que un artista hace en un ámbito totalmente diferente. Me parece que es mucho más total. La obra de arte total abarca toda la vida, y la vida es larguísima. Yo hace 30 años que vengo trabajando, tengo otros 30 años por delante. Me parece que la variedad va a ser enorme y me parece buenisimo que haya momentos distintos de la vida que a su vez sean momentos distintos de producción. A mi la pandemia me ayudó a cuestionarme, así que empecé a buscar otras cosas, otros lugares donde desarrollarme con las performances de los banquetes que estaba haciendo y después con la cerámica. Siempre la desprecié porque me parecía muy tradicional, pero tenía en la cabeza una idea de trabajar con las pastas coloreadas y hacer dibujos. De pronto descubrí esa fascinación de hacer algo que es muy hermoso. Yo siempre odié a los pintores que se enamoran de su obra, porque pintar es una cosa muy terapéutica, que te da mucho placer. Ellos creen que lo que hacen es maravilloso pero en realidad están enamorados de la sensación y de lo que les produce a ellos. Quizás no está tan bueno. De pronto entendí a esos pintores porque yo estaba enamorada de lo que estaba haciendo con cerámica porque trabajar con resinas y moldes no te da ningún placer. Ahora que me veía produciendo belleza sentí que había llegado el momento en mi vida, el más importante, en el que tenía que hacer cosas hermosas.

¿Por qué es el momento más importante?

Porque me parece algo muy loable descubrir una obra gráfica que tiene que ver con el dibujo y la pintura, pero que no es ninguna de esas dos cosas sino una obra gráfica dentro de una escultura. Mientras hago una escultura el resultado es una obra gráfica. Nada puede ser mejor para mí. Con está técnica tengo la posibilidad de hacer de a 20 o 30 piezas iguales.

¿Qué disfrutás del nerikomi, la técnica japonesa con la que trabajás la cerámica?

Hay algo muy físico y muy primitivo en estar cara a cara con el bloque de barro y las manos puestas. Como experiencia, debe ser una de las cosas más brutalistas que me ha pasado, con todo lo que me gusta el trabajo tridimensional. Al mismo tiempo lo que tiene esta técnica es que no podría ser de otro origen que japonés. Es un esfuerzo mental porque tenés que armar un dibujo a ciegas. Todos los bloques de barro en crudo son iguales, tienen un color parecido y además yo los pinto de negro porque después con el corte aparece una linita negra que parece dibujada, pero para que aparezca esa tengo que pintar todo el bloque de negro. Trato de ordenarlos por color pero al rato está todo mezclado. Me voy, vuelvo y ya no me acuerdo cual era el frente y cual la parte de atrás. Es muy japonés, requiere mucha concentración y resulta agotador. Así y todo, no tiene límite la sofisticación que podés llegar a alcanzar. Es geometría pura. También física, porque según cómo vas presionando se va ejerciendo una deformación en la masa y además todo es armónico. Una vez se me cayó un bloque al piso y se me deformó todo. Nunca supe como hacer para repetir ese efecto. Ahí descubrí que la fuerza del impacto genera distintos efectos. Ahora estoy incorporando colores en degradé, entonces trabajo el mismo color en doce gamas diferentes y eso te da un volumen. Después, en los cortes y en el intercalado de todo se aprecia el resultado final. Hay todo un trabajo de fractales que los encontrás en la naturaleza, en el mundo vegetal y en ningún otro lado. Eso fue lo que me hizo entender que esta es una de las obras más importantes de mi vida, porque tiene que ver con esa belleza de la geometría, de una fuerza que aparece. Yo me siento como si fuera un instrumento, que a través mío la naturaleza opera para que salga un diseño y un dibujo increíble. Siento que no lo hice yo. Yo soy una artífice, una médium. Pongo las manos y la cabeza, pero al final siento una especie de humildad. Son sensaciones que me elevan y me hacen sentir enriquecida.

Parecido a una fuerza divina, ¿no?

Sí, sobre todo porque es algo presente en los vegetales y en la naturaleza. Creo que toda esa sensibilidad se abrió por el altísimo riesgo de arruinar todo que transitamos y nos deja pensando que aire van a respirar o que agua van a tomar las próximas generaciones. La pandemia nos hizo dar cuenta de que la omnipotencia que teníamos era un bluf. Un virus de mierda nos puede aniquilar. Todo lo que siento ahora por la perfección y que tiene que ver con lo divino, la belleza, la geometría, la perfección del universo vegetal donde se presentan todos estos fractales que armo con la cerámica, está ligado a hacer que la gente lo vea y pueda valorarlo.

¿Cómo te gustaría evolucionar artísticamente?

Personalmente tengo una ambición empresarial, me parece un gran valor y sé que tengo la capacidad. Quisiera, si tuviera los recursos, producir mucho y de una altísima calidad artística. Nadie llevó el arte a eso, justamente para que la gente pueda tener más contacto con las creaciones porque siento que estamos en un nicho totalmente endogámico y feo. Yo quiero convivir con la gente, no solamente con un mundo que se vuelve cerrado e injusto. Por eso me parece que debería ampliarse el público para que el sistema, el mercado, la estructura del arte, dejen de tener tanta importancia. Quiero trabajar con químicos, con ingenieros, con cineastas. Hacer cruces con distintas disciplinas. Ahora estoy preparando un proyecto con el Centro de Arte Experimental para el Teatro Colón junto al músico Esteban Insinger y con dirección escénica de Maricel Álvarez, con sopranos, actores y cantantes.

El trabajo de las cerámicas también viene con un proyecto muy lindo. Estoy trabajando con una fundación que tiene comedores escolares y también se dedican a la recuperación de adicciones, los capacito para que aprendan a producir mis obras. Siguiendo, paso a paso, un instructivo mío pueden hacer unas piezas increíbles y accesibles para que mucha gente pueda comprarlas también. Es muy difícil, hay que dedicarle mucho tiempo, trabajar con materiales caros, y lograr un precio razonable para que se puedan hacer productos de muy buena calidad artística y accesibles.

Que se abran un poco las fronteras es lo que más me gustaría. Le haría muy bien a todos. Es hacia dónde va el mundo en todos los aspectos.