Procesos creativos

Pompeyo Audivert: "La actuación es un fenómeno paranormal"

El actor reestrenó Habitación Macbeth en el Metropolitan, el unipersonal en el que se luce interpretando todos los personajes.

Por Damián Damore

29.01.2024

Pompeyo Audivert ya no está; ha desaparecido, se ha esfumado. Pompeyo emerge, Pompeyo está presente. Pompeyo no está… prende y apaga. La prensa ansía encontrar a Pompeyo en el marco del reestreno de Habitación Macbeth, pero su agenda es un astuto caballo de Troya, un estallido actoral en el que Audivert, o más bien, Pompeyo (un nombre que resuena con lo pagano), da vida a más de media docena de personajes que se entrelazan en retorcijones, movimientos de resortes invisibles que recortan y alargan su cuello, creando un prisma donde resuena el galope de la obra. Un galope como aquellos televisores antiguos –digresión, ¿recuerdan algo del siglo XX?- en los que la pérdida de sintonía barría las imágenes y nos devolvía otras deformadas.

Audivert acaba de reestrenar Habitación Macbeth, el unipersonal en el que interpreta a todos los personajes del drama clásico de Shakespeare. PH: Santiago Martinelli/Gentileza: Prensa Daniel Franco.

En el teatro de la vida, Pompeyo emerge como un conjurador de emociones, un prestidigitador de las artes escénicas. En una entrevista que se asemeja más a una travesía surrealista que a una conversación convencional nos sumergimos en la psique de este hechicero de la interpretación. Malabarista de las emociones, arquitecto de mundos ficticios, despliega sus reflexiones inesperadas, revelando las entrañas de su mundo creativo. Este no es solo un encuentro con un actor, es un viaje a través del caleidoscopio de la mente de un artista que desafía las normas. ¡Listos para la función! “Me interesa el esqueleto metasignificativo que sostiene la dramaturgia de Shakespeare; esa estructura poética, punto de encaje de niveles teatrales, sobrenaturales, históricos, religiosos, sagrados y profanos que anima las circunstancias de sus obras: la fuente de sentido y forma que origina las tramas y asuntos, esa fuerza deseante desbocada que origina el impulso de su escritura: la idea constante de que somos parte de una trama urdida en los pliegues de la realidad, donde anidan fuerzas dorsales que nos detentan en un teatro llamado mundo en el que sólo somos piezas predestinadas a un circuito irrevocable de muerte y resurrección. Ese sentido de fondo es muy atractivo, pues rompe con la idea ficcional unidimensional del espejo histórico y nos sitúa en una zona misteriosa y metafísica. Shakespeare rompe el espejo ficcional del mundo y nos revela como seres transhistóricos de naturaleza poética inscriptos en una circunstancia desventurada.”, señala.

Quizás Pompeyo sea una quimera, o tal vez su vuelo no sea más que una falacia; no nos engañemos. Este Gólem de belleza bizantina posee alas que desafían la realidad. En el inigualable escenario de la actuación, Pompeyo se alza como una figura imponente, aportando una visión única y reflexiones perspicaces sobre su arte. “El teatro se erige como la metáfora perfecta de la reencarnación, una metafísica aplicada que nos conecta ritualmente con un nosotros que reside en las sombras”, sostiene. Para Pompeyo, “el teatro es el espejo ficcional que el mundo ha erigido para deleitarse en su compulsiva unidimensionalidad. La maquinaria teatral debe ser la referencia vital de esa circunstancia en la que nos vemos atrapados. El concepto y la práctica de un ‘actor habitáculo’ se erige como un intento valiente de romper el espejo en el ámbito de las formas de producción escénica. La individualidad del actor, asumiendo múltiples roles en una sola obra, desafía la concepción convencional, invitándonos a reflexionar sobre la complejidad de nuestra propia identidad y la constante transformación que experimentamos en el viaje de lo existencial.”

"Al actuar es el cuerpo el que crea una forma de pensar, una cabeza del cuerpo en acción poética, otra cabeza", explica Audivert sobre su proceso a la hora de interpretar. PH: Santiago Martinelli/Gentileza: Prensa Daniel Franco.

¿Viste en tu vida de espectador mucho Shakespeare?

No mucho. Y lo que vi no me resultó muy interesante. Me produjo fascinación el texto, pero siempre sentí que estaba desvirtuado en la forma en que se hacía.

Al interpretar a todos los personajes, ¿cómo manejas la transición entre escenas y la evolución de los personajes a lo largo de la historia?

Se trata de una técnica de suceder la composición. Trabajo siempre desde ahí, defino la cuestión formal, el asunto compositivo y una vez que está bien definido, ensayo y perfecciono la secuencia de los distintos personajes, la secuencia de despliegues de las composiciones. Es un trabajo vinculado al concepto de discontinuidad que vengo desarrollando en mi estudio desde hace mucho tiempo. La formula esquemática podría ser Composición sobre Discontinuidad. Una vez que se establece la forma, brotan las afectaciones que a su vez retroalimentan la composición, le dan verdad al artificio.

¿Qué pesa más: el cuerpo, la mente o ambas cosas?

Al actuar es el cuerpo el que crea una forma de pensar, una cabeza del cuerpo en acción poética, otra cabeza. No ya un cuerpo que cuelga fláccido de una cabeza histórica desproporcionada y omnipresente, sino una cabeza que brota de un cuerpo en producción artística de sí a través de unas circunstancias teatrales donde se juega su emancipación y su renacimiento. La cabeza entonces es por fin parte del cuerpo y no su verdugo.

La obra aborda temas universales. ¿Cómo crees que tu interpretación enriquece o cambia la percepción de estos temas?

La actuación es un fenómeno paranormal, un asunto sobrenatural que alude a nuestra identidad de estructura, eso es el logos universal, la zona de origen de la que fuimos desterrados cuando erigimos un espejo como fachada ficcional de nosotros mismos. Cuando la actuación se vuelve un piedrazo en el espejo, cuando su sentido crítico y su fe poética se desatan en esa dirección mestizándose con los asuntos de la obra que hacen otro tanto, entonces se establece lo teatral. Forma de producción y producción son una misma cosa.