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Andrea Saltzman: “Cualquier espacio que se abre es un lugar para intervenir”

En su último libro, La Metáfora de la Piel, la arquitecta y titular de cátedra en la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en la UBA nos invita a pensar el diseño como una disciplina que debe leer al mundo como un hecho en proceso para comprender qué es lo que necesitamos.

Por Federico Ferrari Sánchez

07.08.2020

Entender al diseño como una conexión y prolongación del cuerpo en el contexto y no como un hecho determinado es lo que plantea Andrea Saltzman en su último libro, La Metáfora de la Piel. Es bailarina, arquitecta y titular de cátedra en la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en la Universidad de Buenos Aires, de la que forma parte desde su creación en 1989. Hablamos con ella para pensar cómo leer este escenario que impuso la pandemia y para vislumbrar las oportunidades que trajo para los diseñadores y los desafíos con los que se enfrentan. “No es un momento para buscar respuestas rápidas, sino para preguntarse lentamente. Estamos viviéndolo, tanteándolo. El espacio de la pantalla está cobrando unas dimensiones tremendas; hay una pérdida del cuerpo que tenemos que ver cómo la recuperamos. Y hay que cuestionarse los problemas que ya veníamos atravesando”, sostiene.

En tu libro afirmás que para diseñar es necesario leer el mundo como un hecho en proceso y comprender sus vaivenes para dar lugar a lo novedoso que puede surgir. ¿Qué se puede observar en estas circunstancias?

El contexto es una cosa viva y variable. Para mí es interesante ver cuál es el nuevo lugar de los cuerpos. Por ejemplo, me estoy contactando con los estudiantes y está el oído, la vista, pero no está el tacto, que es el primer sentido que habla de lo vincular. Hay un ataque al cuerpo muy fuerte. Estamos llegando muy lejos con las redes digitales y la realidad es que atravesados por la pantalla la construcción de la identidad puede estar medida por cualquier cosa: le puedo poner un filtro, me puedo poner el pelo verde, no necesito ni siquiera materialmente vestirme; hay un montón de gente que se construye el espacio dónde está metido, que no está en la oficina pero tiene una foto de ella. Hay una construcción que ya está mediada por este dispositivo, que hace que sea totalmente distinta.

¿Pueden ser estos espacios digitales un lugar a explorar por diseñadores de distintos ámbitos?

Cualquier espacio que se abre es un lugar para intervenir; incluso para un diseñador de indumentaria. Esta es una nueva construcción. Es entre el cuerpo y la pantalla. Ni bien hay un “entre”, hay un lugar para diseñar. Quizás te haga representaciones de cómo mostrarte ¿Cómo te verías? ¿Cómo te presentarías? No quiere decir que vos no estés, pero hay algo que podrás elegir cómo te va interviniendo.

La pandemia ha generado la búsqueda por parte de las personas de protegerse del exterior, de los otros. ¿Creés que eso puede llegar a instaurarse?

Esta idea de la protección viene hace un montón de tiempo, por el miedo, la agresión. Tengo que salir del sonido de la ciudad, y me pongo música para alejarme; en el auto están los vidrios que me separan, y no siento los sonidos, no huelo. Es algo propio de estas aglomeraciones urbanas. Ahora es la pandemia, pero no es nuevo. Hay un montón de situaciones límite que venimos transitando hace rato: la contaminación, el consumo de nuestros propios recursos, el cambio climático. Esto es una oportunidad para reflexionar y cambiar el rumbo. Porque no se podía parar, pero se paró.

Se está hablando de los desafíos que vendrían en la pospandemia. ¿Cuáles creés que deberán enfrentar los diseñadores?

Los desafíos existen desde antes del Covid-19. Uno de los más importantes es cómo plantear una producción que use los recursos con respeto y ver cómo vivir de eso. La elección va en vivir en esta cultura, que cada vez va acelerando más la híper producción y el híper consumo, o pararse desde otro lugar. Yo conozco varios que hoy están vendiendo sus piezas más como obras de arte que como objetos de consumo. Y ese es un gran conflicto que se vino acelerando, y más en la manera de vestir, que en las ciudades se ha vuelto muy uniforme: la misma campera, el mismo jean.

Otros de los puntos que planteas en tu libro es la necesidad del trabajo colaborativo

Creo que la única manera de que haya un cambio es a través de trabajos interdisciplinarios. Encontrar articulaciones entre distintos campos para poder desarrollar otro nivel de materialidad, más aliada al medio ambiente. Si la industria se quiere sañar, tiene que intervenir alguien específico en biología, en diseño; encontrar otras maneras de producir.

Foto de portada: PH Laura Andrada/Gentileza.