Procesos creativos

Laura Citarella: la dimensión de culto

Trenque Lauquen, su cuarta película, se proyecta como un fenómeno porteño veraniego y subterráneo. Desapariciones, emociones y confusiones en la Buenos Aires profunda.

Por Pablo Strozza

21.03.2023

Dos hombres buscan a una bióloga desaparecida en las inmediaciones de Trenque Lauquen. Uno es su novio, con quien trabaja en una cátedra de una universidad, y con quien se mudará en breve. El otro es parte estable del elenco de la municipalidad del lugar, y solía hacer de chofer de la bióloga, en su derrotero de búsqueda de especies extrañas para su clasificación. Al mismo tiempo esa bióloga, que tenía una columna semanal en un programa de radio de la zona, empieza a coquetear con el chofer, y se siente atraída por la figura de una mujer que investiga la aparición de una extraña criatura acuática en la laguna de la ciudad.

Ese breve e incompleto resumen es la puerta de entrada a Trenque Lauquen, la cuarta película de Laura Citarella, protagonizada por Laura Paredes, Rafael Spregelburd, Ezequiel Pierri, Elisa Carricajo y Verónica Llinás, entre otros, que más allá de sus cuatro horas de duración (con un intervalo en la mitad) se transformó en una suerte de fenómeno de culto durante todo el verano 2023, con sus proyecciones a sala llena en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín y en el MALBA. Y todo gracias al mejor fenómeno de marketing de todos los tiempos, que supera a cualquier acción global con apoyo en redes sociales y demás: el boca a boca.

Retrato de Laura Citarella. Gentileza El Pampero Cine.

La cita con Laura, que iba a ser en las oficinas de El Pampero Cine, en pleno microcentro porteño, termina siendo enfrente al bunker de la productora. Post charla cruzaremos, y en un espacio hermoso que rescata toda la espectacular arquitectura porteña del Siglo XX, veremos tanto la momia y la señalética soviética de La flor de Mariano Llinás como el Mondongo original que fue el afiche de Historias extraordinarias, o elementos de la frecuencia modulada de Trenque Lauquen. Una emisora que arrancó como un edificio hecho y derecho y que, en medio del rodaje, fue demolido. “Alquilar una radio era inviable, así que con la directora de arte decidimos montarla acá. Estuvimos dos meses conviviendo con la radio. Teníamos un set al alcance de la mano, por lo que en ese sentido fue grandioso”, cuenta Citarella.

Y es que el tema de la evaporación de ciertos lugares caros con los recuerdos personales es una de las cuestiones ocultas tras Trenque Lauquen. “Cuando terminé Ostende quisimos volver a hacer algo con Laura Paredes, y entonces pensé en una saga: el mismo personaje yendo a distintos lugares, viviendo diferentes aventuras en distintas localidades de la provincia de Buenos Aires. Y ahí aparece Trenque, que es la ciudad de donde viene toda mi familia, más allá de que yo haya nacido en La Plata. Volvemos todo el tiempo a Trenque, es un lugar que tenemos muy presente. Pero lo interesante de la película, más allá de que quería filmar parte de la saga ahí porque es un lugar idílico y que adoro, era atrapar lugares que frecuentaste y que con el paso de los años corren el riesgo de desaparecer. Creo que tiene que ver con capturar algo, no sólo personal, sino con reconfirmar el vínculo con el lugar. Porque cuando los familiares se empiezan a morir o a mudar, ese lazo desaparece. Y también porque el retrato de ese lugar, a medida que pasan los años, sí o sí va a ser distinto”, dice Laura.

Y la lectura de la película continúa con la misma idea, al comentarle cierto fade out casi musical de ciertos personajes, que no develaremos para no ser víctimas de la maldición del spoiler. “En muchos casos esa disolución atraviesa los géneros y las tramas. Todo tiende a ser una suerte de movimiento de fundido constante. Son capas que entran y salen. Y hay una lógica medio Twin Peaks en donde cuando cada uno atraviesa el arco de la ciudad, que dice Trenque Lauquen, ingresa a un juego que transcurre en otra dimensión”, comenta la directora, jocosa con la idea.

Still de Trenque Lauquen. Gentileza El Pampero Cine.

Citarella, aparte de ser una directora de cine hecha y derecha, es una cantautora notable que, lamentablemente, aún no fue descubierta por aquellos que se jactan de imponer tendencias que terminan siendo tan efímeras como la lambada. Su disco homónimo de 2009 envejeció mucho mejor que los de muchos de sus contemporáneos y en Trenque Lauquen, a diferencia de Ostende, se involucró de modo mucho más directo con la música de su film que en su ópera prima. “Por un lado está la música de Gabriel Chwojnik, que es toda la música orquestal e instrumental. Ahí dijimos que de ninguna manera íbamos a poner los MIDIs de las composiciones: es algo que no soporto. Llegamos a un ideal bastante bueno, donde Gabriel logró darle a cada parte una textura diferente. Y hay otra pata de la música que es mi amigo Ramiro García Morete. Él tenía una banda que se llamaba Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete, y ahora tiene otra que se llama Las Armas Bs. As. Con Miro… sacó un disco que se llama Los caminos, y la canción que le da el nombre es la que canta uno de los protagonistas, que tiene pocas posibilidades de expresarse. Por otro lado, una gran dificultad que tuvo la película es que tuvimos que sonorizar una radio con sus hits. Yo había usado mucha música de referencia para eso, que jamás podría pagar (risas). La única canción que sí quería pagar era ‘Words Don’t Come Easy’, que la grabé y la canté. Entonces hicimos un trabajo con Ramiro y con otro músico platense llamado Lautaro Barceló de imitar la sonoridad de los hits en función a las referencias impagables y a las imágenes, para que el espectador tenga una sensación de FM. Todas esas canciones las hicieron ellos dos, y en algunos casos canté yo”.

El futuro, para Laura, se presenta más que aleatorio, pero al escucharla esa incertidumbre suena atractiva. “Trenque fue un proceso muy largo, con muchas cosas en el medio: la maternidad, los cuarenta, el COVID… Fue algo monstruoso, y con grandes crisis, onda decirme ‘¿Está bueno todo esto o es una pelotudez?’ (risas). Es larga en todo sentido, y es una película que, sin que tenga nada autobiográfico, todos los elementos de mi vida se empezaron a meter y todo entró a confundir. ¡Yo vivo con Ezequiel, que es el actor de la película! (risas) Pero el resultado final generó un movimiento que hay que procesar. Porque tras un monstruo así, la pregunta es si sigo alimentándolo o no. Está lo que hizo Llinás: después de las catorce horas de La flor empezó a hacer películas chiquitas como Concierto para la batalla de El Tala o la de Corsini. En principio, aunque nunca me fui, tengo muchas ganas de volver a producir a mis amigos, porque me encanta y aprendo siempre”, cuenta, y todos esperamos que así sea, y que jamás abandone su sensibilidad para mostrar imágenes y músicas. Así esperaremos su próximo movimiento: agazapados, pero contentos.