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Nuevo Jazz Británico

Un género inclasificable. Nubya Garcia, Moses Boyd, The Comet is Coming, son algunos de los nombres que surgen al analizar este tipo de jazz.

Por Pablo Strozza

04.10.2021

“El punto que me concierne es que hay ciertos tipos de producciones creativas (discos, libros, obras de teatro, monólogos, incluso bromas), llámenlas como quieran, con una cosa significativa: que no encajan dentro de ningún género. ¿Por qué? Porque son demasiado originales. O demasiado proféticas. O porque son simplemente peculiares”. Lester Bangs, decano del periodismo musical de los Estados Unidos en los años '70, escribió este texto, que permaneció inédito hasta 1999, como liner notes de la reedición de una antología de los Comedian Harmonists, un grupo vocal judío alemán que supo brillar en la Europa de la primera mitad del Siglo XX entre guerras. Y citaba, más adelante en su parrafada, a discos como Sketches of Spain de Miles Davis, Astral Weeks de Van Morrison y The Black Saint and the Sinner Lady de Charles Mingus como ejemplos de esas obras maestras que recibían, según su criterio, el calificativo de inclasificables como una suerte de elogio, gracias a su desprejuiciada mezcla de estilos.

Este maridaje entre el producto indeterminado que surge como fruto de una combinación de géneros ya establecidos puede ser un buen punto de partida para analizar el fenómeno del Nuevo Jazz Británico. Porque, claro, se puede tomar al free jazz de John Coltrane, Cecil Taylor y Sun Ra; al jazz más cósmico de Alice Coltrane, Don Cherry y Pharoah Sanders y, por supuesto, al Miles Davis eléctrico como antecedentes. Pero para comprender las influencias de este jazz insular modelo 2021 se debe incluir tanto al afro beat nigeriano, al Two Tone y a la Generación Windrush (o sea, a Fela Kuti y Tony Allen, a The Specials y a gigantes de raíz jamaiquina como Dennis Bovell) como a géneros post acid house como el grime y el drum and bass. También, en sus momentos cantados, no se puede obviar la poesía dub de Linton Kwesi Johnson y Benjamin Zephaniah (este último más conocido por su papel de Jeremiah Jesus en Peaky Blinders), la prosa urbana y capitalina de Kae Tempest y el afrofuturismo feminista de Moor Mother.

Solo la pereza a la hora del análisis puede asociar a esta escena del ex imperio con el auge correlativo que se da en los Estados Unidos, el país que vio nacer al jazz, de la mano de un gigante como Kamasi Washington y de figuras laterales como el bajista Thundercat e, inclusive, el hip hop de Kendrick Lamar en To Pimp a Butterfly (2015). Esa comodidad para la observación sólo puede estar relacionada por la miopía de ver tanto a Washington como a Shabala Hutchings soplar como condenados sus respectivos saxofones. Si analizamos el sonido, el estadounidense está más cerca de una espiritualidad relacionada de la mano de sus orquestaciones ligadas al góspel y un beat más ampuloso que la postura más politizada del inglés y su técnica más ligada a posturas más de cámara con rítmicas caribeñas y, al mismo tiempo, multifónicas.

Si Hutchings es el hijo pródigo más reconocido de la movida, el DJ Gilles Patterson bien puede oficiar de padrino. Más allá de su pasado como factótum del acid jazz con su sello homónimo y su sucesor Talkin’ Loud, Peterson fue el curador del compilado We Out Here (2018), editado por su flamante etiqueta Brownswood Recordings, que terminó de asentar tanto a Hutchings (de quien ya había publicado en 2016 Wisdom of Elders, debut de Shabaka and the Ancestors) como a la saxofonista Nubya Garcia, al combo Ezra Collective y al baterista Moses Boyd. Muchos también atribuyen a su figura el desembarco en 2019 de parte de su escudería en el Festival de Glastonbury, el evento más famoso y multitudinario que se celebra en el Reino Unido y que, Coronavirus mediante, promete volver a todo trapo el año que viene.

Discos como Your Queen Is A Reptile y Black To The Future de Sons of Kemet y Trust in the Lifeforce of the Deep Mystery de The Comet Is Coming (ambos proyectos también encabezados por Hutchings, que muestran su costado más ligado a la Arkestra de Sun Ra pero en formato de cámara), Source de Nubya Garcia (que desde su encare femenino de saxofón se planta con una ensalada de dub, R&B y motivos caribeños herederos de su tradición familiar pero vistos desde su cuna ciento por ciento londinense) y Dark Matter de Moses Boyd (nominado al Mercury Prize, el galardón británico equivalente al Grammy, de la mano de un cocktail de jazz con electrónica y rock) fueron los que terminaron de transformar este secreto a voces en una conversación popular. Pero sería muy injusto dejar de lado en este resumen dos discos. Uno es Keleketla!, super grupo con base en Londres de la crème de la crème de la música actual sudafricana (Nono Nkoane, Tubatsi Moloi, la rapera Yugen Blakrok) con el dúo de música electrónica inglesa Coldcut, el desaparecido baterista Tony Allen, el ya mencionado Hutchings, el combo de hip hop estadounidense Antibalas y el mítico colectivo californiano de poesía y rap The Watts Prophets. Y el segundo es Promises, que junta al legendario Pharoah Sanders con el productor electrónico Floating Point y la Orquesta Sinfónica de Londres. Jazz fusión combinado con música africana, rap y electrónica en el primer caso; ambient music y jazz en matrimonio feliz con arreglos orquestales no invasivos y de una sutileza ejemplar sin caer en nada barroco, en el segundo registro. En definitiva: música en libertad e indefinible, tal como pedía Bangs para su conmoción emocional, y que contradice el famoso postulado de Levi Strauss: toda clasificación es una simplificación. O, para resumirlo en cuatro letras, desde Louis Amstrong y Jelly Roll Morton a la fecha, nada más y nada menos que jazz.

Foto de portada. Nubya Garcia. PH: Adama Jalloh/Gentileza.