Portrait

Santiago Motorizado: el bajista dibujante

Más allá del éxito y las dos décadas de trayectoria de El Mató a un Policía Motorizado, el músico siempre regresa a su primer amor: la ilustración.

Por Pablo Strozza

08.09.2023

Un revistero en un departamento veraniego marplatense, con un contenido que no se actualiza a menudo y que lo hace, precisamente, atractivo y poético. Una vieja revista Rolling Stone, con una nota de tapa que presenta un listado de los cincuenta músicos populares argentinos más importantes de la historia, y textos redactados por colegas. Y ahí, ilustrando las semblanzas de Atahualpa Yupanqui y Manal (escritas por el Chango Spasiuk y Chizzo Nápoli, respectivamente), la firma de Santiago Barrionuevo. Sí, el nombre de pila de Santiago Motorizado, bajista y principal compositor de El Mató a un Policía Motorizado, grupo que acaba de publicar Súper terror, su cuarto LP, y que cumple veinte años de una carrera en franco ascenso de calidad artística y popularidad.

Entonces, explorar ese costado “oculto” de Santiago en un mediodía invernal en su domicilio porteño, entre medio de la gira nacional de su banda, que arrancará de manera formal los días 16 y 17 de septiembre en su debut en el Luna Park. Y arrancar por el principio, que tuvo que ver con el dibujo y no con la música. “En mi casa había música porque mi viejo andaba siempre con la guitarra de acá para allá y se ponía a cantar o con la guitarra o solo. Pero también había mucho dibujo porque mi hermano más grande, que me lleva nueve años, es dibujante profesional. Dibujó para DC y para Marvel, y ahora vive en Australia. Tenía cómics de todo tipo, sobre todo europeos, y no tanto de superhéroes, ya que no estaban tan de moda”, recuerda Santiago. Y prosigue: “Yo tenía bastante facilidad para la figura humana: era algo que me salía rápido, y la tenía clara. Así fue como en la primaria hacía mis propios cómics, con mis compañeros como protagonistas, y era un éxito en el aula (risas)”.

“Yo tenía bastante facilidad para la figura humana: era algo que me salía rápido, y la tenía clara. Así fue como en la primaria hacía mis propios cómics, con mis compañeros como protagonistas, y era un éxito en el aula", cuenta Santiago sobre su habilidad para el dibujo. Gentileza Santiago Motorizado.

Pero tras terminar el bachillerato y arrancar Artes Visuales en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Plata, el bajo le ganó la pulseada vocacional a los lápices. “En esos años post secundaria fue cuando entré en conflicto con el dibujo. Porque más allá de que me daba cuenta que tenía facilidad con el dibujo figurativo, me daba cuenta que eso solo no era nada. La facilidad es una herramienta, pero lo importante son las ideas: si vos no tenés un proyecto en donde enfocar esa habilidad, esa habilidad no sirve para mucho. Y ahí abandoné un poco el dibujo. Ese conflicto se me fue cuando arranqué con la música a tener mi propio proyecto, a componer mis canciones, me amigué, ya que lo comencé a hacer era darle una cara visual a ese proyecto que fue y es El Mató”, cuenta.

Santiago es el encargado de todas las tapas de los discos de El Mató: desde los chicos con trofeos de La Dinastía Skorpio hasta las chicas y las espadas de La síntesis O’Konor, por citar solo dos ejemplos. En Súper terror, la influencia es bien musical. “La portada de Súper terror está inspirada en Electric Café de Kraftwerk, donde están ellos en una versión digital que emula un futuro visto desde los 80. Quise transitar el mismo concepto con una digitalización más moderna pero no del todo, porque hoy ya no distinguimos qué es real y qué no gracias a la inteligencia artificial. Entonces me detuve en los primeros 2000, donde se quería llegar a la perfección digital, pero aún no se llegaba. Algo así como las primeras versiones del Photoshop (risas). Queríamos jugar con todo eso cuando arrancamos con Súper terror: buscar cosas del pasado, de nuestra infancia, pero jugando a que buscábamos sonidos del futuro”, afirma.

De ahí a recordar las tapas que marcaron su vida, sólo un paso, con historias hermosas de por medio. “Me marcó mucho la tapa del primer disco de los Ramones”, cuenta Santi. “Me acuerdo de una tarde que iba en bicicleta por la Diagonal 113 del barrio El Mondongo de La Plata, que es la zona por donde está la cancha de Gimnasia. Y de frente, en otra bici, venía un pibe con un montón de vinilos debajo de uno de sus brazos. Y sobresalía esa tapa de cuatro chabones, todos con camperas de cuero, uno con todo el pelo en la cara. Ahí pensé: ¿qué es eso? Después vi esa foto en una revista, descubrí a los Ramones y me hice súper fan. Otra tapa que me encanta y que descubrí más acá es la de Neu!, con el nombre pintado en aerosol. No me imaginaba como podía sonar eso, y cuando los escuché me volví loco”, señala con una legítima admiración de melómano.

Pero, claro, vivimos en una época en la que las tapas y los discos físicos casi no existen. “Nosotros hacemos siempre ediciones físicas de todo nuestro material. Pero es verdad que hoy el mundo se maneja de otra manera. Primero teníamos el arte del vinilo, luego vino el casete y se achicó. Con el CD volvió a agrandarse un poquito, y ahora es una imagen mínima en un teléfono celular. Hay un momento que no se resigna, pero la relación es diferente. Todavía hay artistas mainstream que apuestan al concepto de álbum, y su show responde a la misma lógica. Todo eso me copa: me gusta que no se pierda, pero entiendo que en la dinámica del día a día todo cambió de manera radical”, asevera Santiago.

Sobre el paso de lo analógico a lo digital en la música, Santiago explica: “Nosotros hacemos siempre ediciones físicas de todo nuestro material. Pero es verdad que hoy el mundo se maneja de otra manera. Primero teníamos el arte del vinilo, luego vino el casete y se achicó. Con el CD volvió a agrandarse un poquito, y ahora es una imagen mínima en un teléfono celular". Gentileza Santiago Motorizado.

“Hay algo que sí ocurre: hoy en Spotify es difícil ver los créditos de un disco. Antes había una relación que te llevaba a vivir una aventura a la hora de escuchar un disco. Ir a la disquería, o ir a la casa de un amigo que tenía ese disco y ver cómo hacer para grabarlo: eran momentos que te conectaban más con la música. Y no lo digo de nostálgico, sino que parto de un análisis que tiene que ver con la experiencia. Este mundo actual, tan dependiente de los celulares y de lo virtual, nos aleja de la experiencia. Y deteriora un poco nuestra relación con las cosas. Debilita un momento que también podía ser una decepción”, comenta Santiago. Y vuelve a la historieta como ejemplo de una de las formas de la “resistencia”: “Es un espacio en el que todavía existe una respuesta al mundo virtual con libros, revistas, fanzines, ferias de fanzines… Somos adictos al celular, y hay neurocientíficos que buscan la manera de hacernos más adictos aún, pero hay pequeñas manifestaciones que responden a ese plan. Me gusta pensar que hay cosas que no podemos reemplazar. Yo tengo mi Kindle, me bajo cosas, pero muchas veces quiero tener el libro o el disco o el cómic”, comenta Santiago, y de paso da la receta para combatir la depresión con una épica personal. Porque si morimos en las peleas, no nos importa.