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Urbanismo y sentidos: la banda sonora de las ciudades

En la serie de investigaciones Urbanismo y Sentidos se explora el esqueleto sensorial que genera intercambios e impacta en las ciudades. Cómo influyen olfato, gusto, tacto, vista y oído en esta cartografía de sensaciones.

Por Vivian Urfeig

04.06.2021

¿A qué suena la metrópolis? ¿A sirenas, bocinas y colectivos? ¿A murmullos y gente hablando por celular? ¿Suena de la misma manera para todos? ¿Cuál es el impacto del ruido en los tejidos urbanos? En esta segunda entrega de la serie Urbanismo y Sentidos el protagonista es el sonido. Un mapeo de acordes y colecciones de experiencias auditivas que definen la dinámica de las ciudades.

“Así como la fotografía fija unas imágenes del paisaje, lo representa, documenta sus valores y nos permite interpretarlo, la grabación es un instrumento para capturar unos momentos de aquel flujo continuo e inagotable que conforma el paisaje sonoro”, destacan en el Observatorio del Paisaje de Cataluña, un centro de pensamiento y de acción en relación con el paisaje. Entre los trabajos de campo, figuran registros de distintas regiones de España, países europeos, latinoamericanos y de Estados Unidos. Estos archivos sonoros reúnen el ADN de las comunidades y su vínculo estrecho con las ciudades. Una suerte de playlist urbana viva, donde el tiempo y el espacio configuran su propia melodía. En la solapa de París, por ejemplo, la colección incluye cerca de 3000 sonidos: desde la estación Gare du Nord y la Plaza Juan Pablo II, hasta el movimiento pre pandemia en la estación de metro La Bastilla y las melodías de un saxofonistas en el Puente de Arcole.

Conectar con el entorno a través del sonido es uno de los atajos que toman artistas de distintas disciplinas para intervenir el espacio público. Propuestas lúdicas y experiencias donde el usuario tiene que agudizar el oído para que la instalación funcione y tenga sentido. La experiencia auditiva es uno de los pilares del estudio multidisciplinario Daily tous les jours, con sede en Montreal. Paredes y bosques parlantes, coros colectivos, calles melódicas, espacios para el encuentro auditivo, como I heard there was a secret. “La pieza consta de una sala y un sitio web. Ambos transmiten continuamente la melodía de “Hallelujah”, de Leonard Cohen, tarareada por un coro virtual, cuyo número de voces fluctúa en tiempo real de acuerdo a la cantidad de personas conectadas”, explican Mouna Andraos y Melissa Mongiat, cofundadoras de DTLJ.

En Buenos Aires las caminatas sensoriales que organiza el colectivo Urbanismo Vivo comparten el mismo propósito: “Tomar conciencia de nuestra presencia en la ciudad, no sólo como peatones u observadores sino como actores urbanos: explorar a través de los sentidos y bajo el principio de conciencia plena del presente", explica Carolina Huffmann, arquitecta dedicada al urbanismo y especialista en caminabilidad.

Temple, de Benoît Maubrey: muro de altavoces creado para el Festival Sound Art de la ciudad Karlsruhe, Alemania.

“No existe el silencio, siempre hay sonidos en los lugares que habitamos, con mayor o menor volumen. El paisaje sonoro cambió mucho en las ciudades, sobre todo a partir de la pandemia. El nivel de contaminación auditivo disminuyó, pero al mismo tiempo se desvanecieron las risas de los chicos jugando en las plazas o el murmullo humano. Sonidos envolventes que proporcionaban seguridad. El sonido construye ambientes, los vamos a buscar con la mirada. La imagen funciona como vivencia y experiencia”, comenta Huffmann. Estos circuitos sensoriales están inspirados en Jane Jacobs, activista y urbanista canadiense, autora de Muerte y vida en las grandes ciudades. Forman parte de la comunidad global Jane’s Walk que organiza festivales de caminatas en todo el planeta.

Para Huffmann el sentido del oído está siempre activado, aunque la información que recibe sea de manera casi inconsciente. “Significa que no siempre estamos escuchando. Detenerse a escuchar implica bloquear otros estímulos. Cada lugar suena distinto, cada sonido compone un ritmo particular que completa su identidad”, propone la arquitecta y convoca a “despertar los sentidos”.

Por otra parte, Traslaciones Sonoras fue una aproximación desarrollada por Mathias Klenner y Sofía Balbontín. Los arquitectos de la Pontificia Universidad Católica de Chile, docentes e investigadores, vuelcan sus experiencias sobre arquitectura auditiva en la web de Espacios Resonantes. “Una posible conexión entre paisaje sonoro y espacio sonoro. Consiste en un proceso de investigación de los paisajes sonoros de Valdivia, en paralelo al desarrollo formal de arquitecturas acústicas. La conexión entre arquitectura y entorno se da mediante la traslación de un paisaje sonoro a otro, estableciendo el contexto como fuente sonora y la arquitectura como dispositivo de traslación”, detallan los autores. Y agregan: “El sonido tiene la capacidad de transmitir información que el ojo no ve, puede volver visible lo invisible, audible lo que pasamos por alto”.

Traslaciones Sonoras: intervención acústica en Valdivia, Chile.

El trabajo remoto y la movilidad reducida reconfiguraron las rutinas sonoras marcadas por el tráfico aéreo, los eventos deportivos o el pulso cotidiano de las calles. La sonoridad, o su volumen menos intenso, también forma parte de la conexión de los entornos. La acústica de la calle se transforma, reaparecen microsonidos que estaban en segundo plano. Se escucha claramente el altoparlante que desde las camionetas entona: “Compro colchones, lavarropas, heladeras, comprooo”.

Quien pudo identificar en una canción popular esta cadencia urbana es Camilo Lara, el músico al frente del Instituto Mexicano del Sonido, conocido por ser el asesor musical para Coco, la película de Pixar. Su hit “Se compran” ya suena en Latinoamérica al ritmo de notas metálicas. “Se compran colchones, tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo”, reza el corte. Para Lara, el objetivo fue “transformar esa frase en un código secreto que identificara la Ciudad de México”.

Estas nuevas capas sonoras permiten dimensionar qué hay detrás de la trama urbana. Oliverio Duhalde es director del Departamento de Arte Sonoro de la Universidad Católica Argentina (UCA). Considera que “el follaje, el viento, los pájaros o los rulemanes de las bicicletas surgen en estos momentos de ruidos permanentes. Se abre así un universo sonoro más rico y sutil. No es que la ciudad esté muteada, es que grita menos para que escuchemos más”, define. Duhalde también es director de la Licenciatura de Música Cinematográfica (UCA) e investigador.

El semáforo XL que instaló Sergio Avello en la explanada del MALBA en 2006 funcionó como una intervención que catalizó una de las grandes preocupaciones ambientales: la contaminación sonora. Volumen se convirtió en un ícono del legado del artista multidisciplinario. Con 7 metros de altura, el semáforo traducía la intensidad del sonido a señales lumínicas. Verde indicaba sonido aceptable, bienestar. Amarillo, volumen tolerable, un llamado a prestar atención. Y rojo, sonido fuerte, intenso, molesto. La información actualizada minuto a minuto representó la calidad ambiental en un formato interactivo y democrático, instalado en el espacio público. El semáforo de Avello, 15 años después, sigue vigente en su concepción.

Bajar los decibeles, escuchar las nuevas capas que componen una melodía urbana desconocida, repleta de notas para descubrir. En este contexto incierto el oído se posiciona como un sentido cuya percepción depende de dinámicas colectivas. “El oído es cómplice de lo momentáneo, lo fluido, lo transitorio”, postulaba Georg Simmel, filósofo alemán y sociólogo de los sentidos, en Cuestiones fundamentales de sociología.

Foto de portada. Volumen, de Sergio Avello, en el museo MAR de Mar del Plata.